jueves, 3 de noviembre de 2022

De pavorreal a guajolote.


¡Qué pendejada es la petulancia y aún más el deseo de impresionar a los demás! Esas pinches ganas de apantallar con supuestas obras grandiosas. Así leemos a muchos en sus redes sociales con seudo proyectos que son inherentes a sus respectivos empleos, pero con tal de hacerse notar los muy, muy, pues fingen ser lo que ni siquiera son, se ponen la máscara de importantes, pero, la verdad, se están engañando asimismo y terminan haciendo el ridículo. ¿Para qué te desatornillaste de tu silla ejecutiva si es para presumir? Bueno, hay quienes ni se levantan de sus asientos, ¿pa´que si son unos chingones?

Cierta mañana en una oficina bananera, aplastado en su cómodo sillón, el ejecutivo recién contratado, al darse cuenta de que alguien se aproximaba a sus dominios Godínez, rápidamente minimiza su Instagram, toma el teléfono para hacer creer que estaba ocupado. Quien tiene enfrente escucha: “Si licenciada, ya le envíe el reporte de su informe. n estos momentos llamo a Monterrey para agilizar las transacciones. No se preocupe, tengo todo bajo control. Permítame, alguien acaba de llegar a mi oficina, no me cuelgue”.

“Disculpe, ¿en qué puedo apoyarle?”, -Con cierto sarcasmo, la persona responde: “En nada, vengo a molestarlo tantito de sus múltiples ocupaciones para instalar la línea telefónica de su aparato”. Es con estas acciones cuando el pavorreal se convierte en guajolote.  

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