jueves, 6 de agosto de 2020

Colima dividido

Crecí bajo el arte del marketing de cambiar la basura de los empaques de la comida chatarra por basura divertida como los Hielocos, álbumes para las estampitas, carritos del Bimbo entre otras cosas, mientras las morritas portaban donas para el cabello en las muñecas del brazo, gracias a Fey, cantante que un fin de semana se presentó en Siempre Domingo con apenas quince años y el siguiente domingo ya tenía treinta, pero le echaba ganas a su canción aquella de la mitad del cítrico; en esas fechas religiosamente mi jefa me mandaba a la fondita que a las siete de la noche ya tenía su foco de la calle encendido, la mesa larguísima con sus sillas de tijera y el mantel floreado de plástico.
Al llegar te encontrabas con una diversa fauna alimentándose de los ricos antojitos nacionales, albañiles con su caguama en vaso desechable para que las autoridades pensarán que era Sidral, personal de tiendas departamentales, enfermeras y policías con sus respectivos chescos, además de una salvaje fila de Tupperware, ollas de peltre hasta baldes para agua, ustedes ya se la saben, que no importa donde te sirvan tragazón, pues en la comida callejera, sano y sabroso siempre están de la greña. Enseguida venía la división, pues había clientes que pedían su pozole con lechuga y otros con col, vegetales tan similares y diferentes a la vez, son como las parejas actuales, mientras la col es dura y seca, la lactuca sativa es jugosa y fresca; igual sucedía con los sopes gordos y los sopitos.
Las más polémicas de la fonda eran las enchiladas, pues algunos las prefieren dulces y otros saladas, como las mismísimas relaciones sociales, o sea, un país que come pizza con agua de horchata, le echa chiles toreados al sushi, le atranca a las hamburguesas de arrachera, haciendo de la gastronomía un sincretismo culinario e interesante de nuestro México lindo y que Rigo Tovar, pos… ¿quién dijo que todos deberíamos de tener los mismos gustos? Por eso y mucho más, ¡viva mi Colima!

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