jueves, 15 de noviembre de 2018

El tieso

Dedicado a Don Horacio Naranjo y al barrio de La Salud.

Uno de mis tenis influenciado por el sonido de una canción de 1949, golpea rítmicamente esa banqueta hecha en 1950, bajo la luz de un poste de 1979, mientras pienso si algún día me animaré a dejar mis complejos parados para bailar frenéticamente bajo el influjo del compás que tan armónicamente produce la Orquesta del Colorado Naranjo sobre el templete a las afueras del templo de La Salud, mientras experimento envidia de la ojete al ver moverse cadenciosamente al señor ese que a pesar de traer su tanque de oxígeno se la pasa chingón con la doña de amplias caderas, con ese ritmo tuyo mujer, ¡quién necesita música! Imagino que eso es lo que piensa mientras sus cuerpos se arrejuntan.

Ay, pero qué bonito y sabroso bailan el mambo las colimenses, diría con sobrada razón el entrañable Benny Moré, solo basta ver cómo mueven la cintura y los hombros, casi igualito que aquellas rumberas que se echaban un dance con Tin Tan en sus movies de la época de oro del cine nacional. La neta no saber bailar es otro de mis sueños frustrados, es que no la hago ni para el mambo ni para el danzón ni el calipso y menos al guaguancó, estoy tan tieso que solo sacudo mis tenis de esa marca cuya eclosión se dio en los Juegos Olímpicos de Ámsterdam 1928, entonces no es de extrañar que continúe mimetizado sobre una pared de 1968, aburrido del 2018.

Honestamente sí tengo rete hartas ganas de ir a donde los demás se sacuden gracias a la música del Colorado Naranjo, Don Horacio ya no los acompaña, pero en mi mente aun lo veo dedicando canciones a quienes desean quedar bien con su pioresnada y explicando el origen de cada tema antes de interpretarlo, como aquella vez que gracias a su sapiencia supe que la rolita de La Boa de la Internacional Sonora Santanera, Carlos Lico se la quiso adjudicar sin darle ningún mérito al cubano Félix Reyna, con anécdotas como ésta, así iba enriqueciendo nuestro bagaje musical en cada una de sus disertaciones, mientras nos deleitaba a los oídos.

Lamentablemente mis ímpetus por entrar a sacudir las chanclas son frenados al ver a ese octogenario con sus zapatos mostronianos de charol y vestimenta tipo dandi, humillando hasta al mismísimo Resortes de lo bien que mueve a su jainita, en fin que se le va a hacer si las suelas de mi calzado padecen de peatonitis.

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