jueves, 8 de marzo de 2018

¡Todos somos!

Dedicado a... pos a todos.

Cuando escuché por primera vez la palabra gandalla, fue haciendo fila en el cine Diana para ver la premier de “Rambo”, cabe aclarar que para nuestro estado, en ese entonces, un estreno cinematográfico equivalía a verla a casi mes y medio de su exhibición en la ciudad de los chilangos, además, les refresco la memoria y de paso hago del conocimiento a las actuales generaciones de que las películas se exhibían en cines de una sala, por lo tanto, ya se imaginarán el titipuchal de gente que se enardeció al ver cómo una pomposa señora con sus cuatro vástagos llegó directo a la taquilla a adquirir sus boletos, pasándose por el arco del triunfo el respeto por los ahí presentes y ganándose los abucheos con recordatorio a la memoria de la santa madre de esta mujer incluidos.

Acciones de prepotencia que conjugan un actuar alevoso que afecta a terceros fue como llegué a comprender el concepto de gandalla, o sea, ser de esos individuos abusivos de la honradez de los demás; tal como el hecho antes descrito hay otros que de plano no deberían de existir, más ahora que de todo hacemos trending topic en las redes suciales… ¡ups! Perdón, sociales, digo, así fue como han surgido las actuales ladies y lores que ahí pululan.

Se cometen gandallismos cuando uno piensa que cualquier rincón de la calle es basurero, cuando crees que la música que escuchas a todo volumen le gusta a tus vecinos, cuando según tú, por no estar en casa todo el día, llegas deshoras de la noche y decides ver el televisor a volumen normal – ¡no pinches mames, deja dormir! –, cuando a la mascota la saca al patio y aúlla de forma melancólica toda la noche. Eso que aprendimos del que se fue a la villa perdió su silla también es ser gandalla. Mención honorífica para los compañeros de oficina que abren el refrigerador comunitario para tragarse los chescos, el yogur y los gansitos de otros, pinches ojetes.

Que decir de los mensajes del jefe a través de WhatsApp durante el fin de semana para girar instrucciones de actividades del lunes, ni hablar del jodido efecto fantasma que te aplica cuando le respondes y como lo tiene en modo de avión, las palomitas siempre estarán en color gris; los que te piden dinero prestado y prefieren perder la amistad a pagarte.

Si con tu coche en los semáforos lo detienes sobre el paso de cebra –por donde transitan los peatones, wee–, también si lo estacionas afuera de la cochera del vecino “nomás tantito”, cuando llueve y con las llantas pasas raudo sobre un charco mojando a los que van por la banqueta o eres chofer de alguna ruta de autotransporte público de los que les gusta jugar carreritas, mientras los pasajeros cual pelotas van rebotando en el interior de las unidades, ¡gaandaallaaaaas toooodoooos!

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