jueves, 7 de diciembre de 2017

¡Vísperas de Navidad!

Dedicado al extinto Santa Clós de aquella gran barata anual.

Curiosamente desde el martes 21, la mayoría de las casas por donde camino están adornadas de luces multicolores, pastoras o flores de Nochebuena, en espera de la Navidad, ¿cómo que se están adelantando? Mi agüelita aseguraba que los adornos navideños y demás elementos decorativos se debían colocar a partir del primer domingo de adviento. Bueno, pero a ella no le tocó vivir estos tiempos modernos donde las estrategias de marketing transforman las temporadas en ansias comerciales – ¡mira que mezclar guirnaldas y estrellas de belén con utensilios para Halloween a finales de octubre! –, aunado a la tristeza que abunda en nosotros, quienes siempre buscamos un pretexto que nos distraiga de la rutina y nos motive a continuar con el ritmo de la vida.

Pretendemos acercar esas fechas tapizando de luces la fachada de nuestros hogares, desempolvando el antiguo árbol que se volverá luminoso en cuya base colocaremos el pesebre con las reliquias de figuras que han pasado de generación en generación… todo en apariencia, mientras continuamos declarándonos la guerra de día y haciendo la mimesis de amor por las noches en lo más oscuro de la alcoba.

Es más, hasta mi vecino ya quitó del ventanal la bandera del equipo… ni les digo cuál es, pues no vale la pena, para colocar una carita de Santa Claus cachetes rosados tipo pujido, de barba blanca que a la semana de estar a la intemperie se pondrá gris debido a la polución. Algunos ya saborean esa exquisita cena del 24 de diciembre, donde las que menos disfrutan de ello son las amas de casa, salvo el consuelo de ver reunidos al noventa por ciento de la familia, pues siempre faltarán a quien más se les extraña.

Por su parte, mis compañeros realizan la cuenta regresiva para el anhelado periodo vacacional, así como el pago del aguilaaargo, al igual que ya están planeando con ahínco las posadas, haciendo changuitos con los dedos para que en el intercambio no les vayan a salir con el cuento de que a Jesusita la bolsearon y les corresponda un obsequio inferior al que invirtieron. Ya ven que eso de empezar a quererse es tan superfluo y banal, que por ello la organización de la Navidad agota.

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