jueves, 30 de marzo de 2017

Vida de estudiante (Segunda parte y las que faltan)

Son las 7:50 a.m., el maese de matemáticas como siempre sale corriendo sin revisar las actividades que realizaron sus discípulos, mientras pasa el umbral de la puerta, algunos ya están de pie, otros como alma que lleva el diablo dirigen sus pasos a los baños, al mismo tiempo, el escritorio del aula es ocupado por la Miss de inglés –y lo de miss, no es precisamente porque sea la encargada de educar a aquellos que aún no alcanzan el metro de altura, sino por sus piernas de concurso–, quien les pregunta por el periódico que sugirió llevaran para realizar las actividades de esa mañana, interrogante que genera incomodidad, lo cual obliga a que ésta argumente que un periódico marca la diferencia entre las noticias verdaderas y los chismes que muchos de ustedes les dan like en las redes sociales, por lo tanto, ni llegan a publicarse en los rotativos.

Entre pretextos, justificaciones absurdas y chascarrillos con tal de evadir la exigencia del material escolar de ese día, además del pase de lista reglamentario, que equivale a un cachito de receso en cada clase, pues la chacota durante los casi ocho minutos que se invierte en ello es rete sabrosa, se va un buen de la “cátedra”. Por otro lado, los jóvenes tienen muy claro que para algunos la revista TVNotas, es como una especie de oráculo, digo, si a los meros machines les llama como abeja a la miel esa foto de la chica en paños menores que siempre colocan al margen superior derecho, su profa, cae redondita a los encantos de ella cuando se la ponen sobre el escritorio y con tal de darle una revisadita, lo más seguro es que se olvide del pinche periódico, poniéndolos a realizar ejercicios de writing durante el resto de la sesión.

De 8:40 a 9:00 a.m., son los veinte minutos que de compasión tuvieron aquellos que programaron el horario escolar, tanto para alumnos como para maistros, pues es momento del receso, un tiempo para gusguear, que si eres de los privilegiados que pelan las dependientas de la cafetería ya la hiciste, pues de seguro tendrás hasta tiempo de sobra después de entrarle con ganas a la torta ahogada y al agua de horchata, la otra cara de la tortilla es para quienes como fantasmas pasan inadvertidos por las trabajadoras y solo se conforman con las chucherías, ese manjar cuyo único valor nutritivo es el azúcar o grasa, escaso o nulo en proteínas, minerales y vitaminas, pero que la máquina expendedora les surte a cambio de unos pesitos –algo así como: “pide lo que quieras te lo doy, siempre y cuando tengas centavos”, poco a poco vas aprendiendo ese adagio del Piporro que dice: “with money the dog dances”.

Las 9:00 a.m., apesadumbrados caminan rumbo al aula, algunos bostezan a causa de la atascada que se dieron con los chilakillers en salsa de chipotle, niño envuelto de jamón y queso con su respectivo chesco; les esperan dos horas de historia de México, en donde de tanto cromo que les piden de los personajes, sus libretas ya parecen álbum Panini – ¿qué no sabe este maestrazo que existe en la web un sitio llamado monografías.com? ¡Cómo se empeña en hacerles flashback de la primaria!–, para variar hoy toca exposición individual de la línea del tiempo, lo que equivale a un concurso de aficionados.

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