jueves, 14 de enero de 2016

Hoy puede ser un gran día

De acuerdo al Consejo Nacional de la Población (Conapo), desde que entramos al siglo XXI a la fecha, la pirámide poblacional se ha invertido en relación al crecimiento de adultos mayores en nuestro país, en otras palabras, quienes nos deleitábamos sintiéndonos inmortales durante la década de los ochentas ya nos estamos apolillando, entramos al umbral de la edad de los achaques, la ventaja es que no soy el único, ya que cifras del Inegi señalan que las personas de 60 años y más se concentran en localidades urbanas, situación que puedo constatar cada mes que acudo al médico a revisar el avance de mis enfermedades crónico degenerativas, donde en las salas de espera estoy rodeado de personas que se encuentran en la tercera edad y mientras sorteamos la esperanza de que nos toque turno intercambiamos síntomas y malestares.

Lo difícil de entrar a la edad de los ENTA, es decir, treinta, cuarenta, cincuenta, etcétera, es que cada mañana al despertar tienes que hacerte una valoración de tu cuerpecito, con tal de detectar algún dolor, te preocupas por todas las cosas que tienes que realizar, considerando el tiempo que invertirás en cada una de ellas, lo cual te estresa, pues estás consciente de que antes de anochecer tendrás un titipuchal de responsabilidades que cumplir. Esto dependerá de tu sentido del humor, del color de lentes con que verás tu día, pues uno es el único capaz de escoger el día que quiera vivir.

Una vez escaneado los malestares físicos, la primera cara ácida que veremos es tal vez la de alguna de las personas que viven con nosotros, acción que nos desilusionará, si de por si nuestro desgastado organismo se siente de la tiznada y nos reciben con cara de haberse comido un limón en ayunas, lo cual nos agria el poco entusiasmo de haber superado ese dolor de espalda que experimentamos al abandonar la cama, eso nos baja la moral, es cuando debemos hacer un paréntesis y reflexionar que tal vez ese individuo se siente peor que uno, entonces lo más grato que podemos hacer es regalarle una sonrisa combinada con nuestro saludo.

La flojera cala los ánimos con infinidad de motivos que hacen evadir el ir a chambear, como lo rutinario que es, encontrarte cada mañana con las carotas de los higaditos que nos critican o se burlan de nosotros, pero no reflexionamos en que gracias a ellos encontramos un motivo de superación cada día; tampoco hay que olvidar el beneficio de contar con un empleo decoroso que nos da sustento. Situación que se asemeja a cuando íbamos a la escuela, pero una vez que egresas agradecemos a los ojetes profesores lo mal que nos trataron durante las tediosas clases, pues formaron la disciplina y el oficio con el cual hoy nos podemos defender laboralmente.

Puedo renegar de que el dinero no alcanza para completar la quincena, pero también debo de reconocer que cada quince días cuento con un salario seguro; reniego de lo repetitiva que es mi vida, pero también debo de agradecer que respiro y el corazón palpita aun cada día y que esas 24 horas son un reto para ver las cosas de forma positiva, así como el maestro Joan Manuel Serrat lo dice en su canción “hoy puede ser un gran día, plantéatelo así, aprovecharlo o que pase de largo depende en parte de ti”.

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