miércoles, 10 de junio de 2015

Ensayo sobre la miopía

Durante los últimos quince años he utilizado lentes para mejorar la vista, pues mis ojos, según el oftalmólogo, padecen un error refractivo que consiste en que los objetos cercanos los puedo ver con bastante claridad, mientras que los distantes se miran como si fueran una pintura impresionista, en pocas palabras: soy miope.

La miopía es un desorden visual, no una enfermedad, o sea, no es contagiosa a pesar de que según cifras del sector salud, un 27% de los mexinacos semos miopes. Desde que estoy consciente de este problema, las personas sarcásticamente afirman que si traigo lentes, por qué me los quito para leer o checar el WhatsApp; lo que no comprenden es que de cerca si veo y las micas entorpecen la visibilidad, además no estoy ciego, utilizo gafas para mejorar la vista, no es que quiera verme hípster. ¿Qué no entienden? ¡Es una necesidad, las antiparras son mis ojos! Ridículo el chistosito que cuando te mira sin ellos sale con la estupidez de: “¿Cuántos dedos ves?” ¡Ay, no mammy blue! Inche indiorante: veo borroso no cosas de menos o de más.

Antes de utilizar gafas, muchos de mis conocidos se incomodaban porque al saludarme a lo lejos, yo ni en cuenta. Lo que ellos no sabían era que no los distinguía, es más, ni estando a escasos metros. Ahora que ya las porto me encuentro con ciertas personas non gratas, y es cuando desearía no traerlas.

Otra situación humillante es el grosor de las micas: a veces ocasionan que los ojos se vean como de pulga o cuando algún conocido se pone mis anteojos, inmediatamente entra a la dimensión desconocida sin necesidad de algún estupefaciente, exclamando: “¡No manches, que horrible ves!” Tristemente evidencia que su capacidad intelectual no le ayuda mucho, no entiende que sin ellos el mundo de lejos lo miro empañado y no deforme como él lo ve porque no sufre de ese trastorno visual.

Existe una operación para corregir tal desperfecto en el control de calidad de mi organismo, con la cual erradicar el historial de topo que he llevado, pero he llegado a la conclusión que utilizando espejuelos uno aparenta cierta respetabilidad, un aire de sabiondo a pesar de la miopía intelectual y si te van a golpear se la piensan dos veces, pues te consideran un discapacitado. Por otro lado, con ellos o sin ellos, de todas formas me he tropezado, pisado excremento canino e incluso he estado a punto de morir atropellado al cruzar las avenidas por no ver los coches. Además, si algún día decidiera someterme a la intervención quirúrgica, lo más probable es que extrañaría a la miopía que muestra el futuro empañado, así como mi realidad misma.

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