miércoles, 13 de mayo de 2015

Los años pasan y pesan

No sé si sea la crisis de los cuarentas, pero en últimas fechas como que los años pesan, ya no rio a carcajadas de cualquier situación como antes, cuando escucho canciones de la década de los ochentas lagrimeo, antes las fiestas BBC, o sea, bodas, bautizos y comuniones eran el espacio propicio para entre charlas etílicas observar a las curvilíneas damas y bailar con la música del grupo versátil, ahora se han convertido en eventos de hueva, porque ni platicar se puede con el ruido tan alto de los grupillos chafas que contratan y soportar a los conocidos en estado de ebriedad es lo peor.

Hace veinte años ni siquiera me preocupaba la soltería, es más, consideraba que tener un compromiso era algo totalmente aburrido, hoy disfruto de estar con mi pareja, la soledad nunca me ha atormentado como a otros, pero estando con la mujer que amo, trato de no ser tan cursi, pero eso sí, espero que lleguemos juntos al asilo. ¡Ah, lo que si harta es la pinche gente preguntando que para cuándo es la boda y si nunca vamos a tener hijos! Situación que me remite 35 años atrás cuando mi madre con su actitud de mánager me advertía de no cometer cierta estupidez hormonal con alguna. Además, desde los 18 años he tenido la necesidad de reproducirme, más nunca me llamó la atención procrear y en la actualidad es algo que continúa sin interesarme.

Ahora que recuerdo a la jefecita, cuando estaba entre los 16 y 30 años ella era la mujer que además de quererla mucho, también discutía conmigo e incluso llegaba a creer que conspiraba en mi contra a toda hora y se esmeraba por ridiculizarme ante mis amigos, ahora he llegado a la conclusión que es una sabia que todo el tiempo ha tenido la razón. Pues de no ser por su tesón obligándome a cumplir con ciertas actividades que en mi perezosa adolescencia siempre hacían que me cansara antes de realizarlas, y que al final de cuentas ella terminara haciendo, no hubiera comprendido que la responsabilidad son todas esas obligaciones que si no las realizas tú, nadie más las hará por ti.

Los fines de semana de ahora ya no son las desveladas de antaño bajo el lema “hasta que desaparezca la luna”, despilfarrando el dinero que no me ganaba con el sudor de mi frente e incluso hasta perdiendo la dignidad por tarugadas, ahora disfruto el tiempo relajado los domingos viendo películas o escuchando música con una fresca bebida. Antes era de la idea de que únicamente las gallinas y los enfermos se acostaban temprano, ahora hacerlo de esa forma es todo un logro, pues madrugar es el momento ideal para aprovechar el resto del día y no como en la pubertad que llegaba a considerar a las mañanas como el mejor momento para dormir. Hacer planes en la actualidad ya no significa revisar la agenda de teléfonos para acordar con tus amigos las idas al cine o a los centros comerciales, es elaborar la lista del súper, calcular la cantidad de ropa a lavar y preparar los alimentos.

Hablando de alimentación, ésta en la actualidad consiste en un régimen de comidas bajas de calorías, escaza de azúcares y grasas, extrañando cuando en la mocedad le empacaba a cualquier antojo que se cruzara por mi vista. Atrás han quedado los días de becario en casa, cuando creía que el empleo era una ocupación que remuneraba dinero, pero por lo bien que vivía mantenido por mis papás era algo que podía esperar, hoy sé que es la única forma de sobrevivencia, lo que si he sido consciente desde mis años prehistóricos es que debo guardar centavos para el futuro, esto es algo que aún tengo pensado hacer.

Después de acuñar fechas, onomásticos y etapas, coincido con la idea aristotélica de que cada persona al nacer somos una tabla rasa en la cual vamos escribiendo lo que nosotros queramos y obvió está que las consecuencias de algún garabato también, desde los primeros años y hasta la fecha he esperado lograr la madurez que mis padres exigían, tal vez algún día llegará.

No hay comentarios: