miércoles, 18 de marzo de 2015

Lado B

Nuestra ciudad tiene calles asfaltadas que hierven con la temperatura del medio día, inundadas de coches que trajinan con rumbos diversos, algunos con la música de sus reproductores a tope, como reclamando la atención de los demás, mientras gente invisible camina sobre las banquetas acaloradas por el oxidado clima entre vendedores ambulantes, quienes dejan escapar berridos que buscan captar la atención de algunos zombis que deambulan con la mirada fija en las pequeña pantallas de sus celulares. Es una pena que saber escuchar en nuestros días equivalga a dejar el celular a un lado y poner atención al que te habla. ¡Órale, eso sí es una muestra de respeto, ca´on!

En la actualidad, la gente se entretiene de igual forma en fiestas, cumpleaños, bautizos, sepelios, manifestaciones, huelgas... en fin, todo tipo de eventos donde el pretexto sea pasársela a gusto. Pues todo ello quedará documentado en sus teléfonos móviles. ¡Hay que dejar patente en alguna red social que existimos! Es tanta la demanda de internet, que ahora las nuevas generaciones saben que los recién nacidos se descargan de algún sitio web y ya es argumento antediluviano afirmar que los bebés vienen de París o que los trae esa plumífera ave llamada cigüeña -es más, no es verdad que el cigüeñal sea el lugar donde ella hace su nido y sino me crees, pos consúltalo en Wikipedia-.

Conforme avanzamos tecnológicamente, la amistad se hace más fraternal. Sólo basta crear un perfil en alguna red social y de inmediato tendrás amigos desconocidos. Así de sencillo es el nuevo proceso de socialización. Creo que no es el internet quien reafirma los lazos de amistad, más bien es la ilusión de pensar que quien está al otro lado del monitor es el amigo ideal. Imagino que es por ello que ahora se cuidan mucho, pues evitan contagios al no tocarse y las muestras de amor consisten en mandarse guiños que a más de alguno, seguro, provocará un orgasmo. Y qué decir de la acumulación de “Me gusta” que hacen sentir millonario al más miserable de los seres vivos, así de positivo es el lado B de la vida, tan positiva que la palabra acosadores ha sido modificada por un término más bonito como el de seguidores.

Las relaciones de noviazgo o los matrimonios se formalizan o se desintegran, ya no por el Registro Civil ni a través de una celebración religiosa, la fuente fidedigna es el Facebook. Ahí nos damos cuenta de la disponibilidad sentimental del prójimo. Y como siempre, la mano del ser humano con su toque de Rey Midas a la inversa, en lugar de sacarle alguna utilidad positiva a lo que hizo, convierte las redes sociales en escaparates donde fomentar aún más los prejuicios a través de personas que buscan generar pánico, infundir miedos o incrementar más adeptos a sus filas, almacenando cerebros débiles para su banco de masas encefálicas, etiquetándote imágenes de vírgenes de seda, santos de alcoba o vendiéndote más porquerías que no necesitas, hecho lamentable que bien merece una McDescalificación con papas y refrescos, o sea, cada vez más está de la burguer.

Ya entrando en el argot del ciberespacio, al hecho de mofarse por la ingenuidad de alguien se denomina trollear, en pocas palabras cuando te vieron la cara de inocente por el pánico infundado gracias al chupacabras o que Rigo Tovar -sí, ese que cantaba con su Costa Azul la del “Sirenito”- continúa gozando las mieles de sus millones en Suiza, lejos de sus mujeres, definitivamente te trollearon. Esa palabra fue acuñada en la más moderna edición del diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, discutiendo sus académicos únicamente si es correcto escribirla con doble L. Sólo espero que no se dejen llevar por la vorágine de la mothernización y terminen aceptando palabras como: “ola k ase”.

Mientras sigamos utilizando ese pijama de una sola pieza que la gente madura la considera inadecuada, es decir, continuemos de mamelucos en las redes sociales o cualquier artilugio tecnológico, la chamacada seguirá enganchándose a ellos sin fines académicos, sintiéndose una lumbrera que encandila a sus progenitores, quienes los llegan a considerar unos sabios por el simple hecho de manejar esos gadgets, razón por la cual para las actuales generaciones no existe motivo de respetar a los rucos que ya no evolucionan, entonces lo único que les queda a sus madres es estar cada vez más atadas a ellos como sirvientas. Ante tal situación, con tal de evitar la depre, prefiero jugar, uno por burro, dos, patada y coz, tres, el burro al revés, cuatro... ya ni le sigo.

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