miércoles, 21 de mayo de 2014

La edad de las ilusiones

Existe en nuestro México lindo y querido, un rito de iniciación a través del cual se socializa como una dama a la adolescente que cumple los quince años, pues de acuerdo a este rito, es la fecha propicia en que se deja atrás las niñez para asumir el papel de señorita, otorgándole una serie de privilegios a quien llega a tal edad, como la oportunidad de elegir pareja, acudir a fiestas nocturnas sin la engorrosa compañía de los padres, viajar a sitios alejados sin sus progenitores, siempre y cuando éstos hayan aprobado el lugar e itinerario.

En un país tan pachanguero como el nuestro, tal suceso es un claro pretexto para convertirlo en una megafiesta, en la cual muchos de los guateques son producto de ilusiones castradas que las madres sufrieron cuando ellas tenían esa edad y ahora mediante sus hijas las intentan revivir, buscándose agasajar a la festejada con música, brindis y banquete de lujo en el cual sus progenitores no escatiman el gasto y echan la casa por la ventana.

Dicen que sólo una vez en la vida se cumplen quince años, tal afirmación es una mentira, ya que esta persona que pulsa sus dedos magullando el teclado de la computadora para escribir lo que ahora leen, ha llegado a esa edad nuevamente, pero no como señorito –¡huy si, ganas quisiera! –, sino como un empleado más de esta institución a la que siente como un segundo hogar, donde el tiempo no pasa, pues lo que se hace es tan de mi agrado que no importa si permanezco más del horario reglamentario –bueno, mi mujer difiere de tal opinión, pero ella es así, muchas veces dice lo que piensa y curiosamente… nunca piensa como yo.

Harán una ceremonia, donde estaré junto a otros que también celebran sus quince primaveras, veranos, otoño e inviernos, pues en tal celebración los años de servicio nos empatan las edades, no tendremos chambelanes, pero si familiares que orgullosos nos acompañarán y sacarán la foto como nostalgia de ese momento; espero tampoco haya columpios adornados con flores, pues creo que no debemos de colgarnos de los éxitos y fracasos que vivimos durante ese lapso de tiempo, más bien, ojalá sean trampolines que nos impulsen a buscar nuevas metas u objetivos laborales.

Como trabajador, tengo un compromiso con lo que ahora estoy viviendo, con mi empleo y por ende con la institución que me otorga la oportunidad de permanecer en ella, por lo tanto no puedo dar la espalda a todo ello y estacionarme a observar por el espejo retrovisor lo que hice, las generaciones futuras serán quienes juzgarán lo realizado, más el presente tiene el deber de emitir un juicio de lo que ahora hago.

Por tal razón, desde el escritorio con esos cerros de papeles, polvo y figuritas que hacen del espacio donde me desempeño una guarida y trinchera a la vez, agradezco a quienes me dieron la oportunidad de ejercer la profesión que tanto amo en esta institución laboral, y ruego al creador que nunca nos falte el empleo ni las ilusiones, pues las ilusiones generan empleo y ese empleo dignidad.

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