miércoles, 7 de septiembre de 2011

Hijazo de mi vidaza

Existe una fábula que mi abuela cierta vez me contó, en donde la desesperada mamá cuervo buscaba a su polluelo, y a quien se encontraba lo abordaba interrogándolo así: “¿Oiga, de casualidad usted habrá visto a mi hijito?” Cuando el interlocutor cuestionaba sus características para poder identificarlo con mayor facilidad, ella aseguraba que su retoño era un pájaro hermoso, de plumaje brillante, pico bonito y de ojos bellísimos.

Con tal descripción resultaba difícil dar con su paradero, más cuando le preguntó al lobo, éste respondió, que un ave de tales atributos no la había visto, pero que hace unos minutos con cierto asco se había devorado un pajarraco pequeño, de color negro y además horrible.

Como esta ave existen infinidad de madres que orgullosas colocan atributos a sus hijos que muchas veces no los tienen, lo cual me remite a la época de los Polivoces, cuando Doña Naborita se esmeraba en que su modesto hijo Gordolfo Gelatino fuera un ser humano lleno de virtudes, a sabiendas de que tal engendro era un auténtico desgraciado haragán.

Experimento mucha vergüenza cuando ciertas señoras hablan de las proezas y virtudes académicas de sus vástagos, digo, los que debieran de hablar de ello son sus profesores, compañeros de aula y directivos donde este “superdotado” estudia; más patética es la mamá que no acepta las deficiencias de aprendizaje de su retoño, y que para hacerlo quedar bien ante la escuela, ella misma le hace las tareas, procura hasta lo imposible por que sea aceptado en instituciones educativas de alto prestigio académico, como si el hecho de estudiar ahí le quitará lo teflón.

Qué decir de esa abnegada madre, que continuamente se esmera por evitar que su pequeño enfrente problema alguno, algo parecido al carácter de la ma Linda de Memín Pingüín, la cual vive constantes cargas de estrés a causa de estar siempre alerta de los pesares que puedan aquejar a su chamaco, entonces, ¿cómo va a aprender? ¿Cómo se va a preparar ante los retos? Madre no va tener siempre, y si es que la conserva, lo más seguro es que será de esos patéticos adolescentes de cuarenta años con bermudas y camiseta interior que todavía practican el bici cross en las calles sin dejar de ser unos gaznápiros.

Razones como estas y muchas otras más, doy gracias al creador por no haberme favorecido con hijos, pues lo más seguro es que sería tal vez un poco peor que esas madres con amor de cuervo, por otro lado no hay que olvidar el adagio que dice "cría cuervos y te sacarán los ojos", entonces prefiero mantenerme así, sin niños Gerber o Einstein en potencia; además cada nuevo semestre recibo hijos putativos en las aulas que laboro como docente, digo, para qué quiero más, si con tratar de comunicarme con ellos basta y sobra.

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