miércoles, 12 de mayo de 2010

Yo no me llamo Marsial

En la pasada semana Santa, sentí la necesidad de fumar la pipa de la paz con el Creador, tal vez motivado por el Cristo chilango de Iztapalapa con su imagen a lo Buki, que durante esos días publicitaron los supuestos medios de información televisivos; con ese entusiasmo dirigí mis humildes pasos a la parroquia más próxima al barrio, iba con la esperanza de que nuestro Señor por su bondad se apiadara de mí y perdonara todos los errores y estupideces intencionales o de omisión que he cometido.

Al llegar al atrio del templo detuve el caminar para con cierto morbo curioso leer las amonestaciones de los incautos que se darán harakiri al contraer matrimonio, como ustedes saben casarse por el civil es un acto de arrendamiento mutuo sobre los genitales, se firma un contrato, donde nunca leemos las pequeñas cláusulas, no sé si por ciegos o por pendejos; pero hacerlo por la religión es hacerlo eterno, como lo cita la tanática frase protocolaria de cierre en la ceremonia litúrgica, “hasta que la muerte los separe”.

En esos avisos parroquiales se incluía también un listado de todos los neófitos a la religión o como se conocen vulgarmente “los que recibieron las aguas del Jordán” o mejor dicho que la compañía de agua potable abasteció ese día; en esa lista se incluían nombres tan extraños de las criaturas que me hicieron dudar en si se trataba de infantes nacionales o extranjeros, pero más bien se asemejaban a bebés de importación.

Con esos nombres que leí he llegado a la conclusión que los actuales padres y madres piensan que les están heredando una prestigiosa personalidad a sus vástagos con llamarlos de esa forma; pero muchas veces lo que les otorgan son traumas tan terribles, que ni el más experimentado psicólogo podrá erradicarlos de su mente, ¿en qué sustento teórico basan estos progenitores sus ideas para ponerles tan horrendos nombres a sus retoños?

Antes la lógica era seleccionarlos de personajes bíblicos o de pérdida generacionales, como lo es llamarse como el papá, la abuelita u otro familiar apreciado, es decir, si no les gustaba el nombre a quien así se le llamase, ya existía pretexto o a quien echarle la culpa. Razón por la cual éste su inseguro servidor, se llama como su abuelo materno, gracias al capricho de mi padre, hecho que nunca ha sido visto con ojos de aprobación por parte de mis tías, pues según ellas para nada que me parezco al mítico personaje que él era.

Lo que ellas ignoran es, que al llamarme así, me han acarreado infinidad de dificultades administrativas, casi siempre en la documentación oficial escriben mi nombre con faltas ortográficas, a veces colocan una “s” en lugar de la “c”, lo que le da al traste a algunos documentos de carácter oficial que se me han expedido; cuando pido comida rápida, la nota de compra se vuelve una diversión, ya que siempre la recepcionista agrega una “a” al final del nombre, cambiándome de sexo o me llaman Marcelo, Macario, Matías o Mateo.

Entrado en el tema de malversación de nombres, ahora resulta que la delincuencia se apoderó también del correo electrónico, robándonos el password y contraseña; haciendo suyas las cuentas de e-mail y con ello teniendo acceso a todos nuestros contactos. Lo que significa que a los ojos de nuestros conocidos los amantes de lo ajeno pueden ser nosotros, lo que probablemente redituará en estafas, engaños, acoso sexual y falsificación de la persona, y uno ni en cuenta de todo esto.

También existe el caso de sujetos que crean una cuenta en facebook o twitter, con los nombres y apellidos de otras personas, al ser difundido en la red existe la posibilidad de que alguien que los conozca los acepte, entonces los delincuentes tendrán acceso libre para poder emitir mensajes y comentarios, los cuales pueden ser desde amenazas, insinuaciones sexuales o de carácter económico, ¿y contra quién van a ir esas víctimas? Sin dudarlo pondrán su denuncia en contra del individuo que aparenta ser, y que probablemente ni lo sabe, pero eso sí, ya está metido en tremenda situación problemática.

Para evitar este tipo de fraudes, los expertos recomiendan cuando se abra una cuenta de correo electrónico, jamás se deben de escribir datos personales, mucho menos íntimos, evitar proporcionar teléfonos celulares o los datos de la empresa donde se labora. También es apropiado emplear un seudónimo, por favor no cometa la estupidez de redactar su nombre al revés con tal de que lo reconozcan sus allegados, o escribirlo a la inversa porque puede que se convierta en una especie de palíndromo, y de nada servirá redactarlo de esa forma, recuerde que es lo mismo leer de izquierda a derecha “se es o no se es”; por lo tanto, en asuntos de internet olvídese de su ego, pues más vale aparentar lo que uno es, que ser lo que se es.

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