miércoles, 19 de mayo de 2010

Perdone usted mi falta de ignorancia

El abuelo solía decir que el peor enemigo del ignorante es el que cree que ha dejado de serlo, tal frase era utilizada para referirse a toda esa bola de imbéciles que menosprecian a todo aquel que no sabe o que está en proceso de aprendizaje; por ejemplo, el padre de familia que humilla a su hijo, con insultos porque no supo proporcionarle la herramienta adecuada para aflojar la llave de agua que toda la noche gotea, ¿acaso, cuando este energúmeno tenía su edad poseía tal habilidad? Claro que no, conforme pasaron los años fue adquiriendo la experiencia, entonces no hay razones para que el chamaco reciba improperios.

Lo mismo sucede en los recintos escolares, en verdad te zurra, que el pinche compañero de clases, en plena sesión cuando tú le preguntas al profesor de equis asignatura que no comprendiste el tema, te diga, ¿a poco no le entendiste? ¡Si es muy sencillo! Claro pendejo, como tú por vez primera le entendiste, tienes que hacer alarde de que por fin adquiriste tal capacidad.

Resulta extremadamente bochornoso escuchar al estudiante de licenciatura que recién egreso del bachillerato, hablar de sus exprofesores, como si estos hubieran sido los más ineptos, estúpidos o de plano nunca aprendió nada en sus clases, y ahora los que le imparten clases en profesional son unas lumbreras, ¡ah, pero cuando era tu alumno, no se cansaba de lambisconearte! Claro quería obtener una buena calificación.

Qué decir del docente, que por no hacer evidente su desconocimiento sobre cierto tópico, interrogado por los alumnos prefiere improvisar mentiras, honestamente no va a perder credibilidad aceptando que lo desconoce, mucho menos su autoridad se verá fracturada; creo que lo más recomendable es admitir nuestros límites académicos, pues no somos unos eruditas en todo, y los estudiantes no tienen por qué sufrir ese complejo tan estúpido y nuestro de aparentar que somos los que tenemos el conocimiento.

Es penoso oír a colegas docentes sus negativas a asistir a los cursos de capacitación, porque los instructores no tienen estudio de postgrado o son los mismos compañeros de trabajo, ¿qué pueden aprender de gente así? ¡Qué jodida soberbia la de ellos! Que me dicen del ridículo profesor que concluyó sus estudios de maestría, y ahora ve a todo mundo como seres inferiores, incapaces de llegar a su nivel. ¿Dónde quedo la humildad compañero?

Caso semejante ocurre en las oficinas, con la novata secretaria o el empleado de reciente contratación, los cuales al irse adaptando a su puesto, algunas veces cometen ciertos errores que son la mofa de sus demás “compañeros”; como lo he dicho infinidad de veces, errar suele ser humano, ¿entonces por qué humillar a quien no sabe? Lo ideal sería explicarles con mucho respeto sus funciones, con ello se evitarían tantos resquemores, que a la larga genera en las oficinas un ambiente hostil.

Algunas veces por una casualidad terrible del destino, a esas personas burlonas les dan un puestecito laboral importante, donde su capacidad de ridiculizar a los demás se torna más espantosa, pues ahora cuenta con un rango elevado, que según ellos, les otorga el privilegio de ofender con autoridad a sus subordinados, los cuales abnegadamente tienen que soportarlos e incluso reírse de los apodos que les ponen y las guasas que hacen de su persona, es decir, dale un poco de poder al ignorante y de seguro traicionará a los otros ignorantes.

Por tales razones, yo soy muy ignorante, admito que hay palabras que me resultan difíciles de pronunciar, cuando escribo en clases muchas veces dudo de mi ortografía y prefiero utilizar sinónimos, todo esto con tal de no aparentar que a pesar de haber estudiado, las muletillas y lo bruto que por idiosincrasia es uno, no se erradica, esto me recuerda la máxima de la Universidad de Salamanca, que una vez parafraseo Don Alfonso Reyes, “lo que la naturaleza nos da, ni la mejor universidad nos lo quita”.

3 comentarios:

Marcial dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

En su texto... ¿No vendría más a cuenta, en vez de la frase parafraseaba de Don Alfonso, el lema original? “Quod natura non dat, Salmantica non praestat” (Lo que la naturaleza no da, Salamanca no lo añade); porque esta "sentencia" (en más de un sentido lo es ¿no cree?), además de contener una verdad de a peso, a veces nos sirve para aceptar que no siempre conseguiremos que nuestros alumnos adquieran los conocimientos necesarios ni mucho menos las habilidades que pretendemos. Perla Lara

Anónimo dijo...

En su texto... ¿No vendría más a cuenta, en vez de la frase parafraseaba de Don Alfonso, el lema original? “Quod natura non dat, Salmantica non praestat” (Lo que la naturaleza no da, Salamanca no lo añade); porque esta "sentencia" (en más de un sentido lo es ¿no cree?), además de contener una verdad de a peso, a veces nos sirve para aceptar que no siempre conseguiremos que nuestros alumnos adquieran los conocimientos necesarios ni mucho menos las habilidades que pretendemos. Perla Lara