jueves, 19 de noviembre de 2009

Crónicas Aborrecentes (Parte III)

Los días más felices de nuestras vidas.

Siendo la una con treinta minutos, el golpear de una piedra contra el cristal de la ventana del cuarto de Crisóstomo que daba a la calle lo despierta, raudo se pone de pie sobre el colchón y se asoma, al hacerlo se escucha un chiflido seguido del grito, ¡ya levante pinche huevón¡ era Chabotas con su cara de tarado orgulloso.

¡Hey! no hagas escándalo cabrón, vas a despertar al barrio completo. – Replica el atolondrado Cris. Esa noche para ahorrar tiempo se acostó vestido con todo y tenis, rápido va al cuarto de sus padres para cerciorarse que no hayan despertado con semejante berrido, se enternece al mirarlos profundamente dormidos y abrazados, viéndolos se persigna al mismo tiempo que suspira, y de puntillas abandona la casa, no sin antes pasar al cuarto de su hermano menor y sustraer dos resorteras.

El frío del exterior, le pone la piel de gallina, Chabotas se pasa al centro de la cabina quedándole la palanca de cambios en medio de las piernas, con lo que comienza a bromear como si ésta fuera su miembro viril, el Pinzas lo reprende e intrigado pregunta – ¿Para qué traes esa resortera?– Ya lo sabrás, carnalito, todo a su tiempo, luego te platico.

Las reglas del viaje en general consistían en prohibir fumar, tirarse flatulencias sin avisar, escupir, vomitar y eructar dentro de la cabina; para Chabotas de forma exclusiva fue no llevar ninguna sustancia o hierba enervante, así como bebidas embriagantes; mientras que para Cris lo único que se le pidió que no se fuera a quitar los tenis y se pusiera doble ración de desodorante en las axilas, pues como ustedes saben en la adolescencias debido a los cambios hormonales a algunos les huelen los pies y transpiran fuertecito, es decir, les chilla la rata.

Chabotas en su mochila llevaba varios casetes del Tri, grupo que le fascinaba y sacando uno dijo: “ponte éste en el estéreo brother, ¡esta chingón!” Salvador mirando a Cris respondió, híjole mano, creo que ayer a Don Ramiro se le atascó una cinta y lo averió, seguido de un tic nervioso que era común cuando mentía, secundándolo Cris, lástima carnal, nos vamos sin ton ni son. Estrategia bien aplicada, pues la banda de Alex Lora, si la tragaban, más no la masticaban, y tener que chutarse dos horas y media de ellos iba a ser un martirio.

Durante la primera hora de viaje los temas que discutieron fueron, si los discos de “The Dark Side of the Moon” y “The Wall” eran catalogados como conceptuales, si la película de Alan Parker basada en éste último álbum echó a perder el sentido onírico de la obra, y que la banda sin su vocalista original no era lo mismo. Recordaron a sus profesores tiranos como el ya jubilado Don Macedonio de matemáticas que se la pasaba mirando con lujuria a las chavas de buen físico además de obligarlas a pasar al pizarrón para resolver problemas y humillarlas sin remordimiento, llegando a la conclusión que lo admiraban porque él si tenía los huevos bien puestos, y no ahora que casi todos sus docentes son un puñado de maricones, que los tratan bien y hasta intentan ser una absurda imitación de sus padres, fáciles de manipular y chantajear.

Al percibir un extraño olor, enseguida empezaron a echarse la culpa entre ellos, pensando que se trataba de una flatulencia, minutos más adelante cuando decodificaron el aroma, llegaron a la conclusión de que era una mofeta arrollada, entonces el Pinzas comentó pobres animales tan pendejos, en lugar de huir cuando ven aproximarse el coche se paran, a lo que replicó Chabotas –imagina si tuvieran inteligencia los zorrillos, serían superiores a nosotros, es más cualquier animal si pensara llegaría a superarnos por mucho, pues tienen más responsabilidad ética que los que nos llamamos homo sapiens.

Justo al pasar por un puente los faros de la Ranfla iluminaron el anuncio de un conocido centro turístico campestre, inmediatamente Cris, exclamó – ¡Cállense babosos! Guardemos un minuto de silencio en la memoria del Gato. Gato, era el apodo de Maurizio, mote que debido a la onomatopeya de “Mau” cómo la decía su madre, y que graciosamente se asemejaba al maullido del felino lo había hecho acreedor de tan distinguido sobrenombre.

Unos días antes de graduarse de la secundaria, la profesora de Civismo, Fermina y el de Geografía, Agripino, como una forma de compensarlos por su trayectoria académica, organizaron un viaje a las cabañas de ese complejo turístico, durante el trayecto Mau, ingirió alrededor de diez cervezas de medio litro, quedándose dormido en un sueño que jamás despertaría, muriendo a consecuencia de aspirar su propio vómito. Fallecimiento que desde la perspectiva de estos tres lo colocaba en el privilegiado sitio de dos de sus ídolos del rock acaecidos de la misma forma, Jimi Hendrix y John Bonham de Led Zeppelín, ganándose así el respeto de todos después de finado.

Cuando transitaban por la laguna de “San Lorenzo”, el Pinzas pisó el freno de forma rápida, provocando un estrepitoso rechinido de llantas de la ranfla. Oye cabrón, ¿qué te pasa? Replicó Chabotas. ¡Mira eso! –señalando a un grupo de osados jóvenes que practicaban kitesurf sobre las aguas iluminados con los faros de sus jeeps. El espectáculo era impresionante, pues con sus salvavidas fosforescentes, brillaban cual luciérnagas gigantes por los reflejos de la luz.

Entre bostezos Cris, comentó –si seguimos como tarados viendo a esos pendejos, de nada sirvió el desgraciado esfuerzo de madrugar. Lapidarias palabras que los hicieron volver a su realidad, emprendiendo la marcha rumbo a su destino.

Continuara…

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