miércoles, 2 de septiembre de 2009

Quejosos

A Mario Bonales por la idea, gracias totales.

Cierto día un colega se quejaba amargamente de la carga laboral que se le concede a diario en comparación con la de sus demás compañeros, en eso vino a mi mente la recomendación que otro conocido me hizo una vez que yo le externé un comentario igual de doloso que el de éste, resulta que mi amigo aquella vez hizo que reflexionará sobre la vida de las personas que no cuentan con un empleo semejante al nuestro.

Esto trae a mí la imagen del paletero que todas las mañanas al filo de las nueve como si fuese un británico por lo puntual pasa por la fachada de mi casa lanzando un grito semejante al de un berrido o cuando alguien se encuentra molesto, y a lo mejor, sí está incómodo, tal vez por que esa faena que desarrolla a veces le da para alimentarse y otras ni siquiera para un taco le alcanza, además nunca podrá contar con una pensión cuando sus manos roladas dejen de empujar el pesado carrito, menos aún el contar con un seguro médico que cubra una enfermedad, no quiero imaginar qué sucedería si sufriese un accidente, ¿se calificaría como riesgo de trabajo? ¡Claro que no! Alguien me dijo una vez, el jodido no tiene derecho a enfermarse, y creo que es totalmente cierto.

Que tal el caso de la dama que se dedica a ejercer el oficio más antiguo del mundo, la prostitución, imagina tener encuentros cóitales con sujetos que físicamente no son atractivos, soportar su sentido del humor, perversiones y desaseo entre otros atributos desfavorables. ¿Cuál es su principal riesgo laboral? Contagiarse de enfermedades que puedan curarse con antibióticos y hasta de alguna incurable que la despache al otro mundo; otro de los accidentes laborales que este oficio acarrea consigo es el sufrir maltratos físicos y verbales, que el método de protección se rompa o en el peor de los casos obtener un orgasmo de parte de algún desconocido que con el paso del tiempo se vuelva adicción.

Qué sucederá cuando el recurso principal económico pierda su macices, el maquillaje no logre ocultar las inclemencias del paso del tiempo, ¿acaso una pensión le aguarda? Para nada, es más ya nadie la regalará ni un trago de aguardiente para mitigar el dolor y la cruda realidad.

El abuelo en sus ratos reflexivos me platicaba un breve relato que tiempo más adelante encontré escrito en un hermoso libro del hispano literato Félix María De Samaniego titulado “Fábulas Morales”, el cual viene a colación con lo hoy tratado, y a continuación reseño:

Resulta que un asno envidiaba las actividades del cerdo de la granja en donde ambos convivían, pues todo el día éste retozaba en su chiquero y aparte de no hacer prácticamente nada, más de seis veces se le ofrecían suculentos manjares que gustoso comía a Dios dar, mientras el pobre burro trabajaba cargando infinidad de objetos sobre su arqueado lomo, y cuando se negaba así hacerlo el amo lo castigaba dándole latigazos sobre sus enancas.

Cierto día llegado el cumpleaños del patrón cogieron al puerco y lo llevaron amarrado de las cuatro patas hacia la cocina, de pronto las grandes orejas del burro escucharon un enorme chillido y pasada una hora con ojos de pánico observó como la piel del marrano fue colgada cual vil ropa sobre un tendedero y uno de los empleados con su filoso cuchillo afeitaba los vellos de éste para después echarlos en un enorme olla hirviendo, donde se alcanzaba a ver los demás miembros del cerdo.

Entonces el asno haciendo un esfuerzo en su angosto cerebro piensa y reflexiona lo siguiente, “Si esto les sucede a los ociosos que tantos favores del amo recibieron, mejor me dedico a trabajar y me importa un bledo que me insulten o castiguen”.

Moraleja, si en su espacio laboral existe personal de la fuerza área o de plano no soporta los proyectos del que se siente el “subjefe”, tome en consideración que ellos pertenecen a la raza porcina y algún día tendrán su escarmiento; además recuerde a la gente que depende de su empleo, cumpla de forma óptima con el, échele ganas y no se sienta un burro, por el contrario, usted es el trabajador con mayor capacidad que la empresa tiene a sus servicios.

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