miércoles, 14 de enero de 2009

¡Alto! Dispárale, es dentista

Inicia un año más en el fiestero calendario de la beatitud, entre onomásticos y puentes vacacionales transcurrirán los días hasta completar 365, por lo que respecta a mi persona, nunca me gusta hacer propósitos, pues al final de cuentas ni me acuerdo de ellos; lo que no olvido es que en estas fechas son vísperas de mi primera visita al dentista, y ante tal suceso siempre me ocurren cosas desagradables, es como si existiera un mal karma entre este experto y yo.

Una vez después de denotar ápices de esperanza en la atiborrada sala de espera de un consultorio dental, además de enterarme del jet set nacional e internacional, gracias a la lectura obligada del “¡Hola!” y el “Tvnotas”, gozar del disfrute visual al apreciar las torneadas piernas de algunas damiselas que debido a la gentileza de lo corto de su falda motivaban más mi estancia en ese lugar en donde impera el aromático olor a eugenol que muchos profesionales de este ramo utilizan como anestésico local y cemento dental para restauraciones; llegado mi turno y al recostarme sobre el incomodo diván, cuando el odontólogo aproxima su lámpara tipo interrogatorio judicial y al colocarla frente a mi cara de pronto se apaga, con una sonrisa de disculpa me dice “señor lo siento pero creo que se fue la energía eléctrica”. Así esperamos por espacio de casi dos horas y nada, ese día no hubo electricidad, y si una gran perdida de tiempo, desahuciado dirigí mis pasos humildemente a una repostería para curar los traumas generados por tal situación.

En otra ocasión una vez colocado en el interior de mi boca el spray de xilocaina, esa sustancia amarga y desagradable que te hace sentir la boca como si fuera la de un paquidermo, repentinamente el instrumental eléctrico con el que iba a operar el médico se quemó; y ahí voy de nuevo a la calle esta vez, sin poder pronunciar palabra alguna pues al hacerlo escapaba de mis labios sin que pudiera evitarlo hilillos de saliva luciendo como un perro mastín napolitano; la última visita que hice fue un gesto heroico, resulta que la dentista angustiada me dijo que no tenía anestesia de ningún tipo, fingiendo ser muy valiente y fuerte a la vez, le dije que no había problema, que así hiciera la limpieza dental; ya supondrán el horrible dolor que soporté, pero eso sí, ninguna mueca expresé de disgusto con tal de aparentar hombría, maldito complejo de macho, esa vez por fin comprendí las frases de mi mujer en contra de esa actitud que los mexicano en repetidas ocasiones adoptamos.

Siempre me he preguntado si la fresa o turbina que utilizan para realizar su labor sopla, succiona o irriga, es más con tan sólo escuchar el espeluznante sonido que emite mis dientes se crispan, se me pone la piel de gallina y comienzo a sudar frío; además ellos quisieran que tuviéramos la boca tipo muppets, o sea, la rana René sería un excelente paciente. Al finalizar la consulta uno termina con tremendo dolor mandibular que no permite a veces ni hablar y mucho menos masticar, para colmo siempre nos piden apretar el algodón, igual de incómodo resulta el clásico lavado bucal después de la intervención ya que con eso de la escupida uno llega asemejarse a Alien, sin ser el octavo pasajero de ninguna nave espacial.

Otro dato que me inhibe con el especialista dental, es que a veces me topo con diestros en este ramo que padecen halitosis, óigame amigo hábleme de perfil o ya de perdida mastícate una menta, tienen sarro o caries –en pocas palabras no tienen la sonrisa de un campeón-, y eso honestamente dice mucho de su práctica, pues no predican con el buen ejemplo; su asistente que rara vez suele ser una atractiva mujer –bueno si uno corre con suerte-, a veces demuestra tener más experiencia en el ejercicio de esa labor que el titular al proporcionarle las herramientas propias para realizar la operación exacta sobre el paciente, y otras veces peca de inexperta al equivocarse en repetidas ocasiones llegando a ser clasificada por el propio médico como una asis-tonta.

Como resultado de mis visitas al dentista he perdido cuatro molares, tengo siete piezas con amalgama e incluso un canino está tres cuartas partes recubierto de resina, que según mi auto engañado ego me hace lucir como Pedro Navajas, y por supuesto mi cartera cada vez sin menos presupuesto, pues como se encuentra nuestra economía conforme pasa el tiempo se vuelven inalcanzables sus tarifas; mientras los muebles, remodelaciones de casa y viajes al extranjero de tales especialistas son financiados por el conglomerado de clientes que recurrimos a sus servicios.

No hay comentarios: