jueves, 31 de julio de 2008

Disonancia

Por estas fechas es común la pregunta que padres y madres me hacen sobre cuál es la mejor opción formativa de bachillerato para sus hijos, ante tal interrogante trato de ser honesto y lo primero que respondo es que no soy el progenitor de sus escuincles para decidir sobre su futuro académico; y luego les aclaro que son ellos los que en mutuo consenso con sus hijos deben de tomar esa decisión; posteriormente les aclaro que debido a esa forma de pensar es como han categorizado a los planteles del nivel medio superior, a poco no es cierto que gracias a su absurda manera de etiquetar a las escuelas por el turno, la adscripción institucional y el espacio geográfico donde se ubican, es como existen en la actualidad taxonomías sociológicas de cada nivel escolar.

Gracias a ese pésimo estilo de medir todo a nuestras conveniencias es como hemos hecho de los bachilleratos planteles de primera, segunda y tercera; y obvio todos quieren que sus vástagos ingresen a los de “primera calidad”. Pero quiénes son los responsables de generar ese supuesto prestigio o calidad en las escuelas, ¿El cuadro directivo responsable de los aspectos académicos y administrativos? ¿Los docentes quienes guían la formación de los alumnos? ¿Los estudiantes con su capacidad intelectual?

Existen escuelas en donde el control ejercido por el equipo directivo ha hecho que se fomente un ambiente disciplinado, lo que genera orden y dedicación en la comunidad escolar, son de esos bachilleratos en los que al irte aproximando dan la impresión como si no hubiera clases, al no observar el clásico sin número de jóvenes afuera de las aulas y profesores charlando por los pasillos después de su hora de ingreso a las clases; los estudiantes portan sus uniformes con distinción y orgullo, los docentes cumplen de forma estricta con su horario laboral; parece utopía, pero si existen escuelas así, razón por la cual muchos les otorgan una jerarquía preponderante.

El aspecto del ejercicio docente es un elemento que también influye, qué sucede con aquellos profesores que sólo se limitan a recibir a los estudiantes, impartir sus clases y se retiran, sin contribuir a apoyar en el cumplimiento de las políticas y reglas que los directivos han estipulado, por el simple hecho de no parecer los malos de la escuela ante sus discípulos; acciones de este tipo van en detrimento de la mejora escolar del bachillerato y por ende hace que sean clasificado en niveles inferiores.

También en algunas escuelas existe la difusa idea de que en ellas se reciben a los aspirantes que por sus bajos rendimientos escolares no pudieron ingresar al de su preferencia, lo que supone trae consigo insatisfacción y desmotivación hacia el estudio; esto da como resultado que el profesorado se queje de ellos, les achaquen todas sus frustraciones e impotencias didácticas, aleguen a su favor que el fenómeno de la reprobación a gran escala es a causa de ellos; sin lugar a dudas es esta una actitud hegemónica y despótica.

No hay que olvidar que percibimos un salario por ejecutar nuestro trabajo, y por lo tanto es parte inherente a la labor docente el lograr que un individuo aprenda o al menos asimile de forma parcial las asignaturas. La formación académica no es la simple ausencia de ignorancia ni el resultado de equilibrar el dominio de ciertos contenidos en la conducta o hábitos humanos, si no con toda exactitud y propiedad se llama educación, y al educar inculcamos otros valores –ideología, simpatía política, religión, etc.- que el educando se apropia de ellos y los pone en práctica en la vida cotidiana. La educación jamás termina, no es un producto con etiqueta de caducidad, si no una perpetua actividad. Razones que el docente de vocación sabe y pone ante sus estudiantes lo mejor de su actividad con el propósito de obtener un efecto favorecedor.

De igual modo no se niega que existen sus excepciones estudiantiles, pues alguno que otro puede padecer de dislexia, a esos en verdad resulta difícil que ciertos contenidos temáticos les sean asimilados, y como una vez escribió Alfonso Reyes, “lo que la naturaleza te dio, ni la mejor institución educativa te lo va a perfeccionar”.

Tampoco podemos hacer de nuestras aulas una especie de aparjeit, al contrario, debemos apoyarles y si es posible canalizarlos con gente especializada para que en conjunto vayamos nivelándolos con los demás; pero hay algo importante que no se debe de escatimar, el como concientizar a los padres de familia sobre este problema que en la mayoría de los casos ignoran o se hacen de la vista gorda a causa del orgullo. Muchas veces no quieren aceptar que su primogénito tiene dificultades congénitas de aprendizaje, alegando a su favor que desde muy temprana edad aprendieron a rezar o a cantar las intrincadas rondas infantiles por su propia cuenta, ¿Acaso un loro no hace lo mismo?

Por supuesto que no se necesita acudir a una escuela para aprender eso, porque en el aspecto académico se requiere el dominio de lo básico conjugando el análisis y la reflexión de la información asimilada con su aplicación en la realidad inmediata, en lugar de que reciten y memoricen conceptos y teorías.

La escuela la constituimos todos, cada uno somos el engrane que agiliza el dinamismo del proceso educativo; por lo tanto, si a ese estudiante que considerabas pésimo en comparación del prodigio del grupo asimiló una pequeña parte del tema que impartiste, siéntete satisfecho, pues hiciste tu trabajo de una excelente forma; hay que erradicar la idea de los ranking en las escuelas, porque eso sólo devalúa su imagen pública, entonces decir que en un bachillerato se ofrece mejor formación que en otro, considero que es más un hecho de la infame inseguridad de nuestra sociedad; y resulta peyorativo aun aceptar que se labora o estudia en uno de deplorable reputación social, aquí quien se ubica en ese rango es la autoestima de la persona que piensa de esa forma.

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