jueves, 5 de junio de 2008

Un día normal

Resistiré para seguir viviendoSoportaré los golpes y jamás me rendiré Y aunque los sueños se me rompan en pedazosResistiré

El Dúo Dinámico

Ese día los estudiantes de la preparatoria “Monte Bello” estaban más inquietos que de costumbre, el motivo era la presencia de la Kukis, que durante los últimos dos meses no había asistido a clases y nadie sabía su paradero hasta ese entonces. Esta vez mostraba un rostro demacrado, con una extraña palidez, su cabello cubierto de gel pero sin ningún estilizado peinado a los que acostumbraba lucir, su uniforme ya no era ese impecable que la hacía destacar de sus compañeras, ahora sin planchar y marchito, el charol del calzado empañado por el polvo acumulado junto a las tobilleras con lamparones le daban cierto aire anacrónico. Su mirada a veces se perdía en el infinito y otras se iluminaba de vida al ver de nuevo a sus compañeros de aula, a los que amablemente les regalaba una sonrisa, que dejaba entrever la pérdida de la aperlada blancura de sus dientes.

En la primera clase de forma abrupta alzó la voz para callar a su profesor de matemáticas, cuando éste de manera sarcástica le preguntó sobre su repentina aparición después de tantos días de inasistencias, actitud que gozó de la aprobación y simpatía del grupo, pues por fin alguien había puesto en su lugar a tan ríspido docente; más tarde a la directora le dio el “avionazo”, pues hizo caso omiso de sus órdenes de desalojo del aula. Días más adelante los alumnos se enteraron que la responsable de que permaneciera toda la jornada escolar con ellos había sido la directora, pues ésta convenció a sus familiares que lo más saludable para la chica era estar en la escuela y evitar así cualquier escándalo que empañara el cristal de la calma en la escuela.

A la hora del receso Kukis les platicó a sus amiguitas que durante el tiempo que se había ausentado, sus parientes la tenían resguardada en una enorme casa, donde miraba el televisor por varias horas junto con otros jóvenes y después la introducían dentro de una habitación que estaba alfombrada hasta las paredes, su dieta en esa estancia consistía en consumir muchos vegetales y caldos calientes, además de saborear distintas clases de pastillas multicolores. De igual forma les hizo saber también que el día de ayer cuando la dejaron ir a ver a sus padres, salió con el gusto de que por fin regresaría a su querida escuela y que podría estar de nuevo con todos los que la comprendían y aceptaban sin ningún perjuicio ni prejuicio; así que por la madrugada se puso el uniforme y abandono su casa sin hacer ruido rumbo a la preparatoria. Es por eso que a cada rato los abrazaba y sonría.

La comunidad estudiantil conforme fueron pasando las horas se habituaron a su presencia y durante el desarrollo de las demás asignaturas, ella se dedicó a sus labores académicas como cualquier otro estudiante; a pesar de que a veces hacía pequeñas pausas para observar a los demás con rebosante ternura, y cuando era sorprendida por alguien, les regalaba la mejor de sus sonrisas, atrás habían quedado el amargo aliento que le producían el exceso de pastillas, las horas de soledad platicando con ella misma, ahora estaba con los que la aceptaban tal como era y eso le permitía encontrar la seguridad extraviada en su memoria.

Por fin llegó la hora non grata, el timbre con su chillido marcaba injustamente que las clases habían llegado a su término, Kukis al observar que sus familiares se acercaban, se aferro a uno de los cuadernos de la compañera que tenía más próxima hasta arrebatárselo, las demás chicas evitaron que la afectada se incomodara por este hecho; con el cuaderno apretado contra su pecho la joven accedió irse, su tía al darse cuenta de la situación intento quitarle la libreta para regresársela a su dueña, la muchacha esbozando un tierna sonrisa le dijo a la tía que se la regalaba pues ella era su mejor amiga, Kukis de pronto quito la tristeza de su mirada y puso un brillo incandescente de felicidad, que la motivó a hacer el clásico gesto de despedida de los adolescentes de hoy.

Esa misma noche la metamorfosis mental que había matado a Morfeo por varias semanas sucumbió y la Kukis durmió como un lirón; al día siguiente cuando los hombres de blanco fueron a recogerla, ella subió a la ambulancia llevando entre sus brazos el cuaderno que su amiga le obsequió, iba feliz pues esta vez un trozo de su entrañable escuela sería el hilo que la ataría a la realidad.

Cierta vez dijo el último de los grandes pedagogos Paulo Freire “que los peores días los había vivido en la escuela que en la cárcel”, el hecho ocurrido a Kukis sería la antítesis, pues existen lugares aún más terribles que los recintos escolares.

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