En las
oficinas ya están los adornos navideños colgando como si el tiempo se hubiera
dado un salto mortal hacia diciembre. El arbolito luce tan feliz con sus
foquitos multicolores y esferas que da la impresión de que no ha leído el
calendario. Porque todavía estamos en noviembre. Pero claro, nadie le dijo que
la Revolución Mexicana no es solo un pretexto para pedir el día libre. Y más,
si te mueven la fecha de asueto a un lunes con tal de contar con un “puente
etílico”.
Los cerebros
Godín acomodan sus neuronas con tal de alistarse para el gran drama del
intercambio de regalos: “El Amigo Secreto”, ese juego donde todos ponen
golosinas baratas que nadie quiere y luego se quejan de que les tocó el regalo
más chafa a comparación de lo que algunos dieron.
Hay un
preludio auditivo donde ya suena El karaoke con las rancheras de Vicente
Fernández o las baladas melcochonas de Camilo Sesto, para que los gorgoritos
más desafinados inunden el lugar y la posada parezca una competencia de “quién
aguanta más berridos”.
Hay que
recorrer el cinturón 2 o 3 agujeros hacia atrás para que quepa la cena, y luego
afinar la garganta para buscar en el fondo del vaso la última gota de brandy,
como si el éxito de la noche dependiera de eso.
Pero, espera…
¿Nadie ha notado que apenas es 20 de noviembre? Ah, sí, claro, nuestros héroes
revolucionarios, esos que murieron por la patria, están más olvidados que el
regalo del “Amigo Secreto” que nadie quiere abrir.

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