¿Saben lo que me frustra de verdad? ¡Pero de verdad, de verdad! Esa sensación universal de que el Mundo conspira contra mí, pero no en plan “me va a tocar la lotería”, no, no… En plan: ¡te va a ocurrir algo desagradable hoy, Marcial!
Por ejemplo, el semáforo. ¿Quién diseña los semáforos? ¿Un enemigo personal mío? Porque siempre pasa igual: tú vas con prisa, te ves venir el verde, te pones modo atleta olímpico, y justo cuando estás a dos metros… ¡PUM! Rojo. Pero rojo, rojo pasión. Y ahí te quedas, con cara de tonto, viendo cómo pasa la abuela con el andador, que ella sí ha cruzado, porque el semáforo la respeta. ¡A mí no! A mí me ve la cara y dice: “Tú, parado, reflexiona sobre tus decisiones e inseguridades”.
Y luego está lo del coche de mi colega… Hasta creen que voy a escribir su nombre, ¡no sean morbosos! Este probresor no es de coches caros, pero se compró uno “decente”, para sentirse Checo Pérez en el Gran Premio de Mónaco. ¡Mentira! Siempre lo rebasa un coche peor. Un Tsuru del 82, con el tubo de escape atado con alambre, y el conductor con gorra del sindicato y cigarro sin filtro. ¡Lo adelanta! Y él ahí, apretando el acelerador, hablando con el coche: “¡Vamos, campeón, que tú puedes!”. Pero nada. El Tsurito se va, y él se queda oliendo a gasolina y a derrota.
Pero lo mejor es cuando planeas algo. Porque uno, en su casa, lo ve clarísimo: “Hoy voy a hacer esto, esto y esto”. ¡Mentira! El Mundo te tiene preparado un festival del desastre. Que si el pinche camión pasa repleto de gente y ni hace parada en la zona donde tu estas, que si el café se te cae encima de la camisa blanca, que si el jefe te llama justo cuando te ibas… Y tú, que te habías hecho la película de que hoy sí, hoy sale todo bien, acabas diciendo: “¿Para qué me levanté de la cama?”
En fin, que la vida es así: una sucesión de pequeños fracasos que, si los cuentas con gracia, ¡parecen anécdotas! Porque si no te lo tomas con humor, acabas cruzando el semáforo llorando, viajando de papalote colgado en la puerta de acceso a la ruta 10 y con la camisa manchada de café… ¡Y eso sí que no!
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