jueves, 6 de diciembre de 2018

Enseñanza de los muertos

Como buen colimote alfa, pozolero lomo plateado, alma chilaquilera y férreo defensor de las encaladillas y de la tuba compuesta, cuando escucho una ofensa hacia mi persona o a los que aprecio, me enojo; caso contrario sucede al oír elogios sobre lo que hice, que la neta son rete poquitos, pero de que me enorgullece, pos a wilford que me infla el ego.

Saco a colación esto debido a que el otro día sacudiendo libros, cómics, discos y películas del cuarto de máquinas, después de haber lavado y tendido la ropa – ¡sí, soy mandilón a mucho orgullo!–, encontré la biografía de Gandhi, la abrí experimentando aquella nostalgia de mis 25 años cuando lo leí, y en las páginas que puse la mano vi ese fragmento, tan lleno de sabiduría, que nunca he puesto en práctica, pero creo chido compartírselos.

En esa parte del texto preguntan al Mahatma cómo le hacía para reaccionar pasivamente ante las agresiones de los ojetes, al igual de no ser seducido ante los halagos de todos aquellos que intentaban darle cuerda -recuerda que quien cuerda te da, ahorcado te quiere ver-, su respuesta fue sencilla, que fueras a un camposanto, te colocaras frente a las tumbas y empezaras a gritar improperios hasta desahogarte, después de ello, deberás decir diversas reverencias sin importar a quién.

Pasado los minutos notaras que no hay respuesta alguna ni por lo uno ni por lo otro, ahí está la enseñanza de los muertos, date cuenta como a ellos les vale un comino lo que expresaste, así de indiferente debemos de ser y ten la plena seguridad de que nunca vas a guardar rencores ni responsabilidades de culpa por quien te dice algo. Espero que ustedes sí lleguen a practicarlo, pues yo por más que lo intento no puedo.

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