jueves, 1 de febrero de 2018

Tobías.

Dedicado a la memoria de la kity, la duquesa y el gordo Q.E.P.D.

Desde que tengo uso de razón –y de eso hace muy poco como dijeran mis detractores–, he tenido el sueño liviano, siendo sincero, creo que es lo único que pesa menos en mí, con decirles que si pasan esquilines por la pared me despiertan sus pasos. Antes eran los aullidos de una vecina que a deshora de la noche con y sin luna llena emitía sonidos guturales a elevados decibeles, ahora es por el pobre de Tobías.

Esta inocente criatura cuando llegó al mundo de mis vecinos del traspatio todo era dulzura, a cada rato escuchaba esas vocecitas ridículas producto de la pésima costumbre adulta de hablarle a los pequeños como si padecieran problemas de lenguaje, en cambio, él ni se escuchaba, imagino que debido a su edad permanecía más dormido que despierto. Sus travesuras eran consideraban graciosas e incluso hasta las heces que dejaba a su paso mientras lo acostumbraban a hacerlo en el lugar adecuado se lo festejaban, varias veces al pasar por el frente del domicilio lo vi echado sobre el sofá de la sala mientras la familia disfrutaban el televisor o en las jardineras jugando con los zapatos de los mayores hasta romperlos.

Entre todos los nombres habidos y por haber digno de llamarse alguien como él, seleccionaron el que también le puso a su vástago la compañera de trabajo bajo el argumento de que ellos fueron primeros en escogerlo, bueno, si su antecesor se llamó Gardenia. El trascurrir del tiempo como siempre cobro factura, de pronto esa diversión del calzado perdió su gracia, hasta llegar a recibir golpes con tal estimular a que no continuara haciéndolo, lamentablemente cada vez que las necesidades fisiológicas no le permitían llegar al lugar correcto, de nuevo era reprendido de forma física hasta que optaron por sacarlo al patio

A la intemperie fue cuando supo que su relación familiar había sido castrada, ahí le llevaban la comida, o sea, adiós a comer con ellos; esporádicamente era sacado del lugar con el pretexto de asearle “su espacio”, ridículamente la persona que lo hacía, incomoda por el fétido olor, le daba un trato agresivo. Lo peor, ahora era demasiado grande para el espacio que ocupa, su cobertor a veces lo moja al tirar el recipiente, situación que es más lamentable por el frio de la madrugada, precisamente cuando me despierta con sus aullidos, ladridos y gemidos de tristeza –no como mi vecina–, mientras sus ingratos dueños duermen con la estúpida idea de que los perros no tienen frío. Obviamente le llueven insultos de los demás colindantes a su casa, sí, su casa, pues cuando lo adoptaron lo hicieron parte de ella, pero hoy, una puerta lo separa del ambiente hogareño que le hicieron creer que tenía.

¡Por favor! Cuando recibas una mascota piensa que algunas razas crecen y las caquitas se pondrán big size, la comida se multiplicará, y lo que antes era divertido al verlo juguetear, se volverá toda una calamidad debido a los destrozos del alboroto, lo cual te pondrá de mal humor al grado de que tengas que recluirlo a la soledad de una azotea o patio, para que te deje dormir y tenga que emanarle mala vibra a un animalito que solo se lamenta por las comodidades que le quitaron unos insensibles humanos.

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