jueves, 19 de mayo de 2016

Dormir soñando

Para el prolífico inventor estadounidense Thomas Alva Edison, el sueño representaba “una herencia de nuestros días de cavernícola”, razón por la cual aseguraba sólo necesitar dormir entre tres y cuatro horas por las noches. Por su parte, el genio italiano Leonardo Da Vinci no menospreciaba el dormir, simplemente distribuía el sueño por lapsos de veinte minutos cada cuatro horas con tal de sacar provecho a las veinticuatro horas del día.

Como no soy ninguno de ellos, celosamente aprecio las horas nocturnas destinadas a descansar – ¡así es, leyeron bien, ojetes vecinos ruidosos! –, siendo víctima del pinche timbre de la alarma que me sobresalta a muy temprana hora cuando augura el inicio de una jornada laboral – ¿por qué los domingos son tan cortitos? –, ese sonidito coarta mi placentera posición de lirón en el lecho, ¡hummm! Es cuando siento cierta envidia del francés Napoleón Bonaparte quien dormía 18 horas seguidas y cuidadito si se lo interrumpían, quien así lo hiciere le esperaba la guillotina, claro que un inseguro servidor no tiene tan negras intenciones para su humilde reloj de cuerda.

Con un clima como el nuestro, donde el ventilador trabaja a marchas forzadas y por itinerarios extendidos, además de un condenado horario de verano aunado a la mejor chacota en el Whatsapp y a una programación prime time del Carnal de las Estrellas, ¿cómo uno se va a dormir tan temprano? Si apenas el único satélite natural de la Tierra va asomando sus cuernos. Entonces permanezco con los ojos bien abiertos un tiempo largo y tendido hasta que Juan Pestañas me visita con su rebaño de bostezos, ¡ajummmm!

Durante la oscura madrugada sin que suene la alarma, el tiznado reloj biológico me despierta, enviando a decapitar el anhelado sueño, @&%#... ¡Qué coraje! Lo peor es que hasta en días que no hay necesidad de levantarse temprano lo hace. Por fortuna no soy el único, de acuerdo a datos arrojados por la Consulta Mitofsky, uno de cada cuatro mexicanos duerme menos de seis horas y uno de cada ocho menos de siete horas, pero no todo en nuestro país representa escasez de sueño, también hay sus excepciones, ya que uno de cada veinticinco se echa sus pestañadas de más de diez horas durante las noches, así que con su licencia voy a intentar incrementar tales cifras tomándome un exquisito coctel de Zolpidem con Rivotril en gotitasssssszzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzz.

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