miércoles, 12 de febrero de 2014

Adivina, adivinador

Hace varios años que conozco a… ¿cómo le llamaré para mantenerlo en el anonimato? ¡Ah ya sé! “Juan N”, quien durante prolongados periodos de tiempo se cansó de no encontrar empleo, pese a ser licenciado en “N” profesión nadie le ofrecía un puesto laboral, decepcionándose así de haberse quemado las pestañas por cinco años en la facultad “N” y de soportar el agrio sarcasmo de sus profesores; siempre que iba a cualquier oficina recibía la estéril promesa de “regrese dentro de quince días”. Un día hojeando la revista Duda. Lo increíble es la verdad, llegó a su cerebro una idea, convertirse en psíquico o adivinador.

Convencido de tal empresa, en el mercado compró una baraja española encerada; se vistió de túnicas blancas, maquilló el rostro con un tono de base más claro que su piel, se puso mucho blush –chapitas tipo Heidi, las cejas delineadas a medio círculo tipo Gordolfo Gelatino, todo un andrógino como son los adivinos; de la Duda sacó el nombre de Semjase, pues ahí leyó que al elegir un nombre se transmiten ciertas características o poderes implicados en el mismo, y ni modo que no fuera a recibir habilidades extraordinarias tratándose del nombre de una alienígena que contactó el suizo Billy Meier; con un amigo serigrafista hizo cartelitos donde ofrecía lectura de baraja, avistamiento de aura, deducción de biorritmos, compatibilidad de caracteres y designación del número de la suerte, según la fecha de nacimiento.

La frase con la que siempre iniciaba según la clientela era, “que la luz de Shiba Inu ilumine tu karma, puedo ver en tu futuro que serás inmensamente feliz, tendrás un lujoso automóvil frente a esa casa tipo mansión, el trabajo no faltará, en el amor te va ir bien gracias a ese bonito carácter que tienes, pero ten mucho cuidado de no ser tan necio como a veces eres porque puedes echarlo todo a perder, tus hijos serán la alegría del hogar, pues te casarás en la iglesia –no importa de la religión que seas– con una persona que te hará inmensamente feliz, pero … ten mucho cuidado con…” e iniciaba con un choro dependiendo de la facha de quien tuviera enfrente.

Los únicos días que trabaja eran los martes y viernes de todas las semanas, los restantes leía diversos libros de superación personal donde obtenía esas frases alicientes que brindaba a sus clientes; al lado de la mesa donde consultaba las cartas había un altar repleto de velas en color rojo donde sugería a las personas depositar limosnas ante la efigie de San Cipriano.

Con el transcurrir del tiempo la gente que acudía a sus servicios, además de conocer su futuro le pedían remedios para sus malestares físicos, lo que le obligó a consultar el libro La panza es primero de Rius, donde sacó infinidad de remedios caseros que recetaba; después cual farmacéutico. Creó un brebaje compuesto de hojas de naranjo, piña, alfalfa y sábila que industrializó en envases de plástico, vendiéndolas al por mayor, con el cual mágicamente se curaban de toda dolencia los ahora pacientes.

A través de estas líneas no justifico la estafa y el engaño de un individuo así, al contrario considero que es un trabajo totalmente deshonesto, pero lo que más me incomoda es que a pesar de que vivimos en pleno siglo veintiuno aún exista tanta gente que continúe en el oscurantismo medieval, sujetos que se dicen religiosos y tienen más fe en un estafador que lo único que quiere es su dinero, yo me pregunto, ¿cuál es su Dios de estas personas? Pues da la impresión de que es más débil ante las destrezas de un simple mortal.

No olvidemos que toda acción tiene una reacción, lo único malo es que nadie se hace responsable de las consecuencias de sus actos, siempre buscamos a quién echarle la culpa de lo que hacemos, es por eso que para quitar el cargo de conciencia recurrimos a esas supuestas personas místicas y así tener a quien culpar de lo que nos pasa.

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