miércoles, 18 de abril de 2012

Señales


Conforme pasan los días empiezo a creer que la tan trillada profecía maya del fin del mundo se está cumpliendo, ¡entonces qué significado tiene que a principios de abril se presenten ciertas lloviznas y el volcán se cubra de nieve, algo así como las nevadas primaverales europeas! Igual de extraño resulta que después del equinoccio de primavera al clima le haya valido madres la llegada de tan jariosa estación del año y el frío aún continúe tanto por las noches como en las madrugadas haciéndonos aguadas las relaciones íntimas, y es que con el gélido ambiente todo se empequeñece, además por las tardes hace un calor infernal que nos convierte en húmedas esponjas humanas, y como que no se antojan los arrumacos.

Otros le atribuyen tales alteraciones climáticas al desgaste de nuestro planeta, puede que tengan razón, pero en lo que no comulgo con ellos es con la idea de que si podas los árboles con el propósito de erradicar cierta plaga o fauna nociva, los supuestos ambientalistas te satanicen a tal grado de clasificarte como su enemigo, digo, uno los está podando no cortándolos de tajo, además si son tan ecologistas como lo presumen, pues entonces no utilicen gadgets tecnológicos para beneficio propio como el smartphone, las tablets, los GPS y las pantallas de plasma, que como es sabido son producto de esa pinche industrialización que tanto le ha partido la mandarina a gajos a la madre Tierra.

A final de cuentas tengo la impresión que esos ambientalistas son como los rábanos, se miran de un color distinto por fuera que al de adentro, pues si son tan amigos de la naturaleza porqué no se van a vivir a una cueva, les aseguro que no aguantarían ni un día sin las comodidades de la urbanización que tanto critican.

Además de las manifestaciones climáticas extraordinarias, también he sido testigo de actitudes fuera de lo común en algunas personas, cierto día al cruzar por una esquina me quedé boquiabierto al ver como un chofer de taxi me cedió el paso, es más, cuando le di las gracias tuvo la amable respuesta en decirme “primero está el peatón, mi jefe”, órale, se acabó su hermetismo, ya son capaces de denotar un trato amable a quien no es su cliente; ese mismo día vi como un complaciente conductor de sitio se extirpó de su asiento para abrir la cajuela del coche e introducir en ella el equipaje de un sorprendido caballero.

Algo similar viví cuando al viajar en ruta de autotransporte colectivo, pude observar como un sujeto con cara de gañán le dejaba su asiento a la señora cuarentona de gorda pantorrilla y cuerpo de uva; mis oídos se impactaron al escuchar que el estrepitoso sonido de música chúntara que siempre emiten los estéreos de estos camiones ahora eran suavizados con las melódicas notas de las seis variaciones para piano en re mayor de Ludwig van Beethoven, no cabe duda, estamos en los últimos días.

Para sentir más pánico por la aproximación de tan apocalíptica fecha, una tarde fue el vecino a regresarme las tijeras para podar césped; cierto conocido me pagó los quinientos pesos que le presté hace como tres años y pidió disculpas por su atraso; un antiguo compañero de la facultad regresó mi cd de grandes éxitos de Andy Gibb que le presté un mes antes de egresar de la licenciatura.

Mis alumnos ahora se muestran más atentos a la clase, se piden prestado los útiles escolares sin displicencia, solicitan permiso de forma amable al ingresar a la aula y saludan cuando llego a ella, es decir, ya no con su clásico sarcasmo, al contrario se les escuchan las palabras con sinceridad, cuando alguien se equivoca nadie se burla, si se llegan a faltar al respeto, se piden disculpas mutuamente, ¡uta, esto sí que es de pánico! ¿no creen?

Con todos estos acontecimientos paranormales, a uno le invade el desasosiego, entonces sólo resta buscar refugio en los templos para rogar al creador su perdón, pues de continuar presentándose tales señales, lo más probable es que ya nos falte poco para la extinción, y si la tierra insiste con sus ensayos de baile, lo único viable para salvaguardar el pellejo es irse a Yucatán.

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