miércoles, 7 de diciembre de 2011

Devocionario

Durante la infancia parte del ocio que vivía, cuando me cansaba de no hacer nada, lo dedicaba a llenar álbumes de cromos que abordaban distintas temáticas; esos cromos los adquiría en pequeños sobres que se vendían en la tienda de la esquina o comprando productos de comida chatarra que los incluían. Como resultado de tal pasatiempo acrecenté el bagaje cultural al igual que la barriga que en la actualidad tantas enfermedades cardiovasculares me ha regalado y por más intentos de reducirla no he podido.

Uno de esos álbumes abordaba en sus ilustraciones de forma simpática las festividades que el calendario nacional celebra a lo largo de los 365 días; cabe aclara que hago referencia a tiempos pasados, antes de que los diputados hicieran de las fechas conmemorativas “puentes”, donde muchas de las veces ni coinciden con el día de forma exacta.

Gracias a ese álbum fue donde descubrí que diciembre es el mes que con tan solo cuatro fechas importantes, las personas hacen que su celebración se prolongue por varios días; para empezar están las de la Virgen de Guadalupe. En un principio se festejaba como novenario–que en realidad eran diez días-, iniciando el tres y concluyendo el doce, hoy ya no es así, se ha transformado en docenario.

Es fascinante ese sincretismo de la Virgen Morena del Tepeyac, donde se mezclan el sentimiento patriótico y el fervor religioso, o sea, todos los mexicanos por esas fechas somos guadalupanos, incluso hasta los protestantes; lo ridículo de todo es que solo por doce días atiborramos la Catedral, nos vestimos de indígenas globalizados, cantamos, decimos plegarias y expresamos una gran devoción que caduca el día trece, ya que después, solo los devotos continuarán rindiéndole culto, mientras los demás nos preparamos para los festejos que siguen, siempre y cuando no se nos presente una gran necesidad, porque de ser así, regresamos.

Otra de las fechas que implican varios días para su consumación, son Nochebuena y Navidad –siendo ésta última, el cromo que más pastelitos con relleno cremoso comí para encontrarla-, es más, éstas dan inicio desde el mes de octubre, cuando las grandes tiendas comerciales invaden sus departamentos con los tradicionales colores rojo, verde y plateado. Es una lástima que el verdadero sentido de estas celebraciones se tergiverse gracias a la influencia mercantil, que nos hace comprar felicidad, paz y armonía en objetos efímeros, que en unas cuantas horas se volverán cosas comunes, dejándonos nuevamente ese terrible vacío que durante todo un año intentamos llenar.

El 28 cuando se conmemora a los Santos Inocentes, diversas personas lo empiezan un día antes con sus acostumbradas bromitas, algunas de ellas son tan pesadas que llegan a herir susceptibilidades, desvirtuando la intención original de honrar a los primeros mártires de la religión cristiana.

El cierre del calendario y de mi álbum es con el 31, cuando se festeja el último día del año; pero creo que esta vez, tal celebración se verá empañada por la infundada zozobra que ciertos profetas de dudosa reputación ocasionaron al pronosticar que para el 2012 existe la posibilidad de que nuestro planeta llegue a su fin; pero mientras se aproxime tal evento, usted siga la fiesta que tenemos más pachangas para el resto de nuestros días.

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