miércoles, 2 de diciembre de 2009

Crónicas Aborrecentes (Parte IV)

El espectáculo debe de continuar

Antes de subirse a la camioneta, debido al clima frío y los litros de agua que habían ingerido para engañar las ganas de consumir cervezas, los tres chicos tuvieron la fuerte necesidad de orinar; a Chabotas se le ocurrió organizar su acostumbrado concurso para comprobar quién cubría el mayor espacio con el chorro de su evacuación. Resultando ganador como siempre de la justa el inquieto de Cris, quien de forma ufana, agradecía al creador por lo bien dotado de sus partes nobles, pues de no tenerlo de esas proporciones no les ganaría tantas veces, mientras los otros dos con cierta mofa y envidia le decían improperios.

Al arribar a las inmediaciones del estadio se toparon con una procesión de gente que iba desde transitar a pie hasta en automóviles, por cierto, la fila de coches era enorme y más lenta que una tortuga con reumas, cada quince minutos un coche movía sus llantas tres metros de distancia. Chabotas desesperado, les dice que paren, se baja y comienza a dirigir el tráfico cual agente vial, evitando con ello que muchos no se metieran a la brava entre los espacios y les ganaran, los primeros diez minutos fue visto con buenos ojos, pero llegada la desesperación de los conductores, le llovió una rechifla y envases de agua vacíos.

Cuando por fin observaron el monumental estadio "Tres de Marzo", las primeras luces del alba se dejaban entrever, descubriendo un mar de personas de todo tipo, patarrajadas, tibíris, nacos como ellos, guarines, jotos, machorras, chilangos, fresas, gruesos, jiposos, cholos, grifos, teporochos, etc. Y lo más impactante un desplegado de seguridad, como si se tratara del arribo de algún Presidente !Chale, cuánta pinche chota¡- exclamó Chabotas.

Cada túnel de acceso al estadio tenía detector de metales y cuatro policías con su respectiva seguridad canina, una vez que estacionaron la ranfla, fueron a formarse en las zigzagueantes filas; Chabotas, se notaba inquieto, y Pinzas le preguntó –Brother, ¿Qué te pasa? Nada, es que ya me anda de hacer el pis. Pues no seas wey, ve a los baños azules aquellos, apresurado aseveró Cris.

Efectivamente, como todo espectáculo que convoca a multitudes, a las afuera del lugar habían instalado letrinas portátiles, raudo como una liebre, Chabotas se metió al primero que encontró desocupado; además de hacer sus necesidades fisiológicas, quitándose una de sus enormes botas sustrajo un carrujo de marihuana envuelto en una bolsita de plástico, que sin pena introdujo en el interior de su cavidad anal, a sabiendas que ahí pasaría inadvertido por los policías y sus mascotas; pensando, una cosa es estar en un mega concierto y otro pedo es verlo dándote un toque en honor a ello, razón por la cual se la iba a jugar frente a la extremada seguridad.

Doce del día y no habían ni siquiera desayunado, lo único que comieron era un paquete de mantecadas que Federico compró al triple de su precio original y un refresco de cola; Chabotas de pronto reconoce a Rossella, una bien formada table dancer que era su cliente de enervantes sintéticos, disfrutando de una pizza en compañía de unos tipos cabezas rapadas de guayaberas y lentes oscuros tipo cholos del este de Los Ángeles; como el tigre que acecha a su presa fue hacia ellos, después de bromear e intercambiar palabras regresó sosteniendo una caja de pizza y tres refrescos. De forma ufana les dijo, “me debía una feria y se la hice efectiva, ya ven como uno también tiene sus tarjetas de crédito”. Las pupilas se les ensancharon, de forma inmediata cual niños de Biafra hincaron el diente a tan suculento manjar.

Estando en esos menesteres se escuchó el requinteo de una lira entonando los acordes de la canción "Another brick in the wall", sonido que alborotó a la multitud, dejando escapar un alarido al unísono. Se trataba del ensayo o las pruebas de sonido que se hacen previo al espectáculo.

Eran las cinco de la tarde cuando la enorme fila empezó a moverse, poco a poco pudieron acercarse a los retenes de ingreso, la guardia civil los observó y revisó cuidadosamente, mientras ellos entusiasmados pasaron sin ningún contratiempo, era digna de admiración la actitud de Chabotas, pues incluso intercambió algunos comentarios con los agentes de seguridad mientras lo revisaban. A cada persona se le advertía que si sacaba el celular a la hora del concierto, sólo sería para hacer llamadas, nada de grabar video o tomar fotografías, de hacerlo así, no reservaban el derecho de admisión.

En el interior del estadio la tertulia del evento se respiraba por todos lados, si los productos comestibles afuera eran de precio elevado, ahí prácticamente eran inalcanzables para el bolsillo de éstos; buscaron el sitio correcto donde poder observar de forma excelente y que los demás no se les echaran encima, ni los fueran a atropellar con sus brincos. Chabotas ya sabiendo donde iban a estar corre al baño del lugar a sacar su dotación de mota del extraño sitio donde lo tenía guardado.

A Cris una vez que se le pasa la euforia del viaje lo comienza a embargar el aburrimiento, su mente es invadida entonces por el recuerdo de su sacrosanta noviecita, lleno de romanticismo nostálgico como desesperado le envía seis mensajes de texto a través del teléfono móvil, como respuesta de la chica recibe dos mensajes con monosílabos; algo pesado apachurra su pecho y lleno de ansiedad decide marcarle, cosa rara en él, pues siempre se ha caracterizado por ahorrar el máximo de tiempo aire, la chica recibe la llamada respondiendo “Hola”, este apresurado parafrasea un fragmento de canción que muchas veces escuchó a su padre tararear cuando se duchaba, diciéndole que odia llamarle por celular, pues por ahí no la puede besar, colgando lleno de satisfacción a sabiendas que con eso ella empezaría a extrañarlo, para posteriormente suspirar y apagar el aparato.

Continuará…

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