miércoles, 13 de mayo de 2009

El Virus de la Duda

Aquellos que leen mis intentos de columna, ya se habrán dado cuenta de los defectos y torpezas que cometo al redactar, igual han podido percibir que no me agrada abordar temas que son tan actuales que todo mundo habla de ellos, considero que si lo hago estaría pecando de oportunista y correría el riesgo de ser víctima de mi propia ignorancia, pues existen personas que son expertas en el ramo que de seguro serían los propicios para tratarlos mejor con su sapiencia.

A qué va todo esto, simplemente es porque en los días que llevamos acosados por la mala influencia de la influenza, hemos vivido momentos aciagos, me da pena aceptarlo pero cuando los medios informaban que sólo se había manifestado en el Estado de México y Distrito Federal, nosotros bien a gusto, nos tocábamos, acudíamos a restaurantes, cines, antros, etc., lo malo fue cuando la contingencia sanitaria se hizo a nivel nacional; de forma abrupta fueron apareciendo casos en distintos estados y el nuestro no quedó exento. Es más, creo que hasta la tierra también se contagió, recordemos ese enorme estornudo del 27 de abril.

Debido a la ignorancia empezaron las especulaciones, con ojos desorbitados veíamos en los diversos canales televisivos de noticias cómo se contagiaban las personas e incluso se hablaba de muertes; nuestra costumbre de tocarnos por cualquier motivo el miedo nos la empezó a erradicar, los saludos y toda forma de contacto físico con otro semejante era algo indebido, poco a poco comenzamos adoptar el saludo de los apaches. De tanto lavarme las manos he llegado a emular el comportamiento obsesivo-compulsivo del excéntrico magnate Howard Hughes, pues a pesar de hacerlo de forma constante siempre tengo la incertidumbre de si en realidad las traigo limpias.

Cuando por fin habíamos encontrado nuestra tabla de náufragos en el cubrebocas y nos sentíamos seguros, un conocido comentarista de noticias haciendo alarde de su habilidad de reportero en televisión nacional exhibía lo inútil que resultaba el utilizarlo como “protección” ante la infección. Incluso hoy se dice que los de un color son más resistentes que lo de otro, lo cierto es que siguen agotados en las farmacias al igual que las presentaciones de vitamina “C” y el gel antibacterial.

Resultaba patético observar en el televisor como en un canal privado que repite las noticias cada hora, sus presentadores con amplia sonrisa ofrecían estadísticas nefastas sobre el avance del contagio en nuestro país, demostrando al mundo entero que los mexicanos éramos los culpables de su proliferación gracias a la negligencia de las personas por sus malos hábitos de higiene; además de hacer de Perote Veracruz el sitio más temido.

Con toda esta negra publicidad empezó a proliferar entre la gente una nueva cepa de racismo, ahora todo aquel que estornudaba, tosía, tenía escurrimiento nasal o su voz era algo afónica se convertía en un ser repudiado y non grato; ¿Por qué tanta escandalosa admiración del trato otorgado a nuestros paisanos por los chinos, si el enemigo está en casa?

Basta de tanta ridiculez, estamos conscientes de los daños colaterales que produce esta epidemia, pero poner un cerco a todas las personas sin antes estar seguros si padece la enfermedad; me atrevo asegurar que más de alguno ha experimentado la curiosidad por observar la apariencia real de un portador del virus o ya de perdida ver el cortejo fúnebre de una víctima, prueba de ello es que según la encuesta Mitofsky, el 94% de los mexicanos no conoce físicamente un caso, entonces es seguro que el morbo provoque tales actos inhumanos.

Es una lástima que el dolor ajeno lo hemos llegado a considerar como una forma de entretenimiento, gracias a programas de televisión en donde exhiben como actos circenses la crudeza infrahumana, lo cual de tanto observarla nos va haciendo insensibles, ¿qué sucede cuando lo vivimos en carne propia? Honestamente no nos gusta y queremos que nadie se entere, como dice la canción “que nadie sepa mi sufrir”.

En el periodo de contingencia sanitaria como una especie de terapia que sirviera de analgesia para el sistema nervioso por iniciativa propia decidí venir a la oficina a continuar con mis labores administrativas, de lo solitario que se encontraba todo el inmueble me sentía como en la versión post apocalíptica de la novela de ciencia ficción de Richard Burton Matheson, “I Am Legend”, temeroso aguardaba el ataque de los zombies antes de que terminará el alba; y el caminar por las avenidas traían a mi memoria viñetas del inicio de la película “Vanilla Sky”.

Un campo que saturaba a diario con datos sobre el virus de la influenza humana fue la Internet, aproximadamente 1, 690, 000 páginas en español lo abordan, y en nuestro país 17.1 millones de individuos tienen acceso a la Web, lo que significa que cada quién puede generar su propia versión; ciertos correos electrónicos señalaban que todo ese asunto es un complot político, por lo que no hay que preocuparse; si se tratase de una farsa como ahí se dice, entonces su precio es demasiado elevado. Algunos sitios indican que la mayoría de las personas lo están tomando como moda, hay que recordar la broma antihigiénica de hacer cubrebocas con diseños, así como las diversas canciones alusivas al virus A-H1N1 que circulan por la red.

Curiosamente concluida la contingencia cierto porcentaje de la gente se quito el protector de bocas y con él, el pánico y las precauciones se suavizaron, como si el virus tuviera fecha de caducidad o se rigiera por un calendario.

Cuentan que un día un sujeto se encontró con la Peste y le preguntó a dónde iba: A equis lugar - le contestó ésta – voy a matar cinco mil personas.

Pasó una semana y cuando el sujeto se volvió a encontrar con ella al regresar de su viaje le reclamó indignado: ¡Me dijiste que ibas a matar a cinco mil personas, y mataste a cincuenta mil! No - respondió la Peste. Yo sólo maté a cinco mil, el resto se murió de miedo.

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