miércoles, 9 de enero de 2008

Lecciones de urbanidad

El transitar por la ciudad de Colima, inspira un aire de provincia que los capitalinos envidian cada vez aquí, y eso que ellos frecuentan los lugares donde el confort artificial recrea sus pupilas y el paladar; más nunca sabrán del romance que existe entre la vendedora de semillas de calabaza y el lustrador de zapatos del jardín "Nuñez"; sus pies jamás han entrado a los microhogares que guarda orgullosamente la vecindad donde una enorme cantidad de personas se las ingenian para sobrevivir, su olfato nunca ha percibido el olor a tierra mojada de las empedradas calles del "Moralete" y sus hermosas mujeres descalzas. Atrás del estrés cotidiano de las vertiginosas avenidas y de su tránsito kamikaze se esconden un sin fin de historias, entre los habitantes de la ciudad de los dulces de alfajor y la cocada.

Una de tantas es la historia de la señora Trinidad Urzúa de Gómez, viuda de 47 años, hace dos años y medio que murió Jacinto su marido, el cual era chofer de un camión repartidor de agua purificada, y a pesar de lo mucho que lo amaba nunca le guardo luto, pues según su criterio, lloramos a nuestros muertos como si nosotros fueramos inmortales, desde entonces esta mujer se convirtió en el carpintero del futuro de sus tres hijos, dedicándose para sostenerlos al oficio de empleada doméstica; a duras penas ha sacado la educación básica de sus dos primeros retoños, los cuales valorando el enorme esfuerzo de su madre se afanan con ahínco al estudio, y en época de vacaciones para contribuir a la economía familiar se emplean como repartidores en un restaurante.

A pesar de que Doña Trini trabaja casi diez horas al día siempre tiene tiempo para atender las demandas de sus hijos, que conforme van creciendo los muchachos, éstas se van pareciendo a las demandas de los países subdesarrollados, es decir, además de ropa, calzado y sustento sus hijos le solicitan ayuda en las tareas escolares que conforme avanzan en cada grado escolar se ponen más difíciles; ella en cambio no les exige que saquen las mejores calificaciones, más si que estudien para que no sean como el vago perdulario trota calles al que apodan "el Capi".

El grado de estudios de la señora Trinidad es de sexto de primaria inconcluso, pero esto no ha sido factor de acomplejamiento, pues desde que ingresó su primogénito a la primaria, en ella se fue fomentando la idea de saber más y así poder ayudarle, es por eso que desde un principio se compró en abonos una enorme enciclopedia que todas las noches lee como si se tratara de la "Novela Semanal" o el "Lágrimas y Risas"; en las casas donde trabaja durante sus escapaditas por el patio de servicio, diariamente se le adelanta al patrón leyéndose todos los periódicos para estar al tanto de lo que acontece en el mundo, y así cuando sus hijos le hagan un comentario sobre asuntos contemporáneos, ella podrá participar sin ninguna dificultad .

Todas las noches después de la cena se reúne con sus tres hijos para intercambiar experiencias del día, y casi siempre la mujer en su papel de egeria les infunde hábitos que según su criterio serán de beneficio una vez que ella ya no se encuentre a su lado; como especie de inventario analizan profundamente el modo de vida que sus vecinos llevan, con el fin de encontrar alguna que otra moraleja que les sirva de ejemplo en su formación; y como ella siempre les dice "las personas somos como el árbol frondoso que tiende con facilidad a deshojarse, por cualquier disturbio emocional"; haciendo alusión a esto les explica la situación de Ignacio Reyes el mecánico que vive en unión libre con Lucia Rodríguez que se desempeña como abogada en un bufete jurídico y casi siempre por su empleo tiene diversos litigios que le obligan a concluir su jornada laboral hasta altas horas del día, situación que Nacho no comprende debido a su poca formación académica, y al llegar la pobre cansada de trabajar éste la recibe con fuertes ataques de celos y que conforme avanza la discusión se van transformando en golpes, a pesar de esto nunca ha intentado dejarle, lo que da a pensar dos cosas o bien le guarda un pánico terrible o simplemente lo quiere en demasía; y es que a la gente no le agrada humillarse, pero cuando se ama, se hipoteca el orgullo y se hace lo que la pareja dictamina con tal de seguir a su juntos.

Otro triste caso es el de Policarpo Juárez, contador público de profesión, que al sufrir un recorte presupuestal la empresa donde trabajaba, se vieron en la necesidad de liquidarlo, durando casi dos años sin encontrar empleo, y para solventar esta crisis se dedico al oficio de tianguista, lo que repercutió en su vida conyugal, pues al no tener un salario fijo las deudas se empezaron a acumular, gracias a los caprichos consumistas a los que tenía acostumbrada a Sofía su esposa; la cual al verse desfavorecida económicamente, huyo con otro que le ofreció un coche del año y una cuenta en el banco; el desdichado de Poli no encontró otro camino que la vía alcohólica, y en una merluza cual Nerón prendió fuego a su casa sentándose sobre su reposet favorito a contemplar extasiado como el fuego arrasaba lo que tan celosamente alguna vez defendiera. Fue un verdadero milagro que el equipo de bomberos lo haya rescatado con vida del incendio; actualmente comparte un pequeño cuarto de vecindad con una meretriz, la cual desde su óptica no tiene mérito alguno que le haga desconfiar de su persona, así cuando ésta se va por las noches a desempañar su labor, él se queda a cuidar de la habitación. De forma égida doña Trini les dice a sus chamacos “A veces pensamos que al encontrar pareja vamos a dejar de estar solos, pero algunas ocasiones solo compartimos la soledad de dos”.

Una vez transcurrido lo anterior, les narra la anécdota que le aconteció a Florencio Aguirre, el que una vez fuera jefe del departamento de capacitación de la clínica “La cumbre”, donde ella labora como afanadora de medio turno los fines de semana; este sujeto vivía un tórrido romance con Rigoberto Pérez, un joven de diecisiete años, sin oficio ni beneficio con el cual compartía comida, casa y sustento, y que una noche cuando Florencio regresaba a su casa la encontró sin ningún mueble y una nota donde se mofaba de él; ahora solo tiene una mesa desplegable y una colchoneta, olvidándose de su recatado aspecto varonil y de la cuidada vida que alguna vez llevo, llegando al grado de perder su empleo y a refugiarse en bares de mala muerte donde según él se prostituye; a pesar de todo lo ocurrido, aún mantiene su humor característico, pues en las pasadas fiestas Charrotuarinas de Villa de Álvarez logro coronarse como "reina de los choferes", portando con orgullo la corona por todo la ruta de la cabalgata.

De vez en cuando Samuel el hijo mayor se retira del comedor y se pone a ver el televisor, en su interior la mujer siente una fuerte envidia por aquel aparato electrónico que le roba la atención de su chamaco, tratando de justificar la actitud de éste ante su dos hijos menores, les dice “Hay gente que cree que al llegar a cierta edad, aprender ya no te enseña nada”; y empieza a comentar la vida de Esther Morales, mujer que a los 18 años impulsada por la necesidad de salir de la precaria situación que en su hogar imperaba, decidió ser la concubina de Don Calixto Davila, el dueño de los almacenes textiles donde ella trabajaba. Durando así, casi diez años, pues al enviudar don Cali, decidieron unir sus vidas por la vía conyugal; poco a poco la diferencia de edades fue haciendo un abismo a causa de los terribles celos del hombre, que ya no le dejaba salir a solas ni a la esquina, manteniéndola encerrada todo el día en casa; pero lo que no sabía Calixto, era que, al irse a laborar al almacén, Esther daba rienda suelta a su apetencia sexual con Fidencio el mozo que él mismo le enviaba a su esposa para realizar los mandados; atinadamente la señora Trinidad les comenta a sus chamacos "a veces las personas maduras para satisfacer su vanidad buscan una pareja que sea más joven, terminando por engañarse a causa de ello, pues la edad no se les va a reducir, ni los va hacer mas viriles, al contrario envejecerán con mayor rapidez gracias a la tensión emocional y a la incertidumbre que trae consigo tal situación".

Esto le recuerda la relación de amantes por más de seis años que sostuvieron Laura Guijarro y Santiago Pérez, siempre se les veía tan felices por el barrio abrazados o tomados de la mano; lo malo vino cuando Santi se divorcio de Domitila la que era entonces su mujer y se caso con Laura; pues a raíz de esto, todo se volvió monótono y aburrido hasta mermar su situación. Al año y medio de casados se separaron para nunca más volverse a ver, ni siquiera como amigos; era como si el caramelo del pecado había perdido su sabor; resulta inexplicable por qué los seres humanos nos sentimos atraídos por lo prohibido y cuando esa clandestinidad deja de serlo, ya no vale la pena, dejando un profundo vacío de insatisfacción y menosprecio hacia lo que antes resultaba atractivo.

En su empeño por proporcionar a sus hijos las diversas reglas de la moral y la decencia doña Trinidad, no escatimaba esfuerzos en comparar las virtudes y los vicios de sus vecinos con tal de inculcarles buenos valores y que estos no cayeran al abismo de la infamia; sin tomar en consideración que a fuera del hogar, la sociedad en su modo vertiginoso por alcanzar la modernidad va hacer que sus vástagos lleguen a la cúspide de la “Torre de Babel”, y olviden todos esos principios con tal formar parte de algún circulo de amistades. Lo cual se pudo constatar quince años más tarde, cuando su hijo Samuel por incompatibilidad de caracteres firmaba el acta de divorcio y tenía sobre su espalda una pensión alimenticia de $ 2, 800.00 mensuales por cubrir para el sostenimiento de sus cinco hijos; Felipe el de en medio había contraído nupcias, gracias a un embarazo no deseado, lo que trunco su carrera de médico y a duras penas se las ve para sostener a su pequeña familia como empleado de una botica; mientras que Julián el último de ellos, se encuentra ante el dilema de continuar estudiando una carrera profesional o irse a los Estados Unidos a recoger a paladas los dólares que sus amigos le exageran que hay por aquellos rumbos; por su parte la pobre de Trini ya con sus piernas cansadas y reumáticas, se dedica a planchar ajeno y ganando apenas lo suficiente para vivir honradamente, más siempre al santo de su devoción le enciende tres veladoras para que no deje de cuidarle a sus muchachos.

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