jueves, 25 de enero de 2024

Oculto.


Las llamadas redes sociales se han convertido en sitios inhóspitos, más pobladas que cualquier urbe del mundo y, sus usuarios, en criaturas ansiosas e irritables que han visto crecer la población de manera inversamente proporcional a su autoestima. Tienen secuestrados a sus usuarios y estos desarrollaron un poderoso síndrome de Estocolmo, y ahí los vemos cual funámbulo, ofreciendo los sucesos más importantes de sus rutinarias vidas, para el cotilleo de los que nos sentimos intelectuales de izquierda colocando en nuestros muros -de la vergüenza ajena-, pitorreos filosóficos y moralistas.

A poco ustedes creen que es verdad, esa preocupación de que, al ver llover, me inquieta que la ropa de mi vecino colgada afuera se moje, ¡naaaaahh! Ni un ápice de empatía, digo, no soy esa persona con más autoridad moral que cualquiera, pero la verdad, continúo creyendo que un favor vale 5 minutos antes de hacerlo y 2 después, sigo llegando tarde a todo… pero llego al fin, ¡que viva México! Más, existen sujetos que perviven en la abulia, cuyo único interés es stalkear los perfiles de otros usuarios, con la negra intención de leer las publicaciones, observar sus fotos con tal de alimentar la insana curiosidad que tienen sobre la vida de los demás.

A veces creo que muchos fingen cierto analfabetismo al utilizar las redes sociales, y se hacen lo ignorantes sobre los riesgos que acarrea ingresar a ellas, una especie de ciudad sin Dios, donde en cualquier momento la extorsión puede ser una simple manifestación de empatía, cuyo único interés en esa persona, es básicamente transearla o en el peor de los casos, ser esa vergüenza de persona que oculta su perfil para que no sepas que eres lo más importante de su miserable vida, y que la única enseñanza que te deja es aprender todo lo que no se debe hacer, ¡“amigo” sigue dando cátedra! Transpiras odio.

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