miércoles, 17 de junio de 2009

Escuela aburrida escuela

Como profesor lo que más me deprime en clases es que a mitad de la sesión un alumno bostece tipo león enjaulado, eso para mí es un indicador de que la comunidad estudiantil se está aburriendo con los soliloquios que personificamos en las aulas, y si a ello le agregamos que la mayoría de los jóvenes están embarrados en los pupitres como si se estuvieran derritiendo, algunos otros tienen los clásicos cordones umbilicales que penden de sus orejas conectados al reproductor de mp3 camuflado entre sus ropas, unas cuantas damitas terminan su manicure o engrosan sus labios con el carmín frente el hipnótico espejo de bolsillo que tanto las seduce, ufff... el panorama luce terrible.

Es muy común en las escuelas del nivel medio superior que los estudiantes participen más en los momentos de bromas y chascarrillos entre cada pausa que se suscite durante el avance de la cátedra, que al abordar el contenido programático; lanzamos la pregunta sobre tal tópico de alguna materia escolar, y es seguro que de tanto silencio que se genera a raíz de ella se escuche el sonido del viento como en las películas de vaqueros, caso contrario cuando algún ocurrente narra cierta anécdota alusiva al tema con tintes picaresco, todo mundo se calla y hasta interactúan con él.

Entonces, ¿es necesario recurrir a organizar un despelote o imitar a algún comediante tipo Jim Carrey para hacer atractivas las clases? Siendo honesto en mis inicios docentes cometí el grave error de aparentar ser simpático, buscaba ejemplos burdos y ridículos, que por obvias razones terminaron ridícularizando mi imagen profesional, por otro lado a más de algún estudiante ofendía, pues no faltaba quien tuviera un pariente cercano que se asemejara a lo descrito. Como resultado de tal actitud, me faltaron al respeto, coseché infinidad de motes y alguna que otra reprimenda por parte del personal directivo.

Diversos expertos en el tema atribuyen tal actitud de los educandos a la etapa del desarrollo en la que se encuentran, pues según señalan el fenómeno del aburrimiento en la escuela se pone de manifiesto en la pubertad, gracias a los cambios físicos y mentales que trae consigo el adaptarse a un nuevo mundo académico, que en este caso es el bachillerato.

Esto significa que el proceso de adaptación de la secundaria a la preparatoria muchas veces es otro de los factores que influyen para que ocurra un descenso motivacional que impacte en el desempeño escolar; en las instituciones de educación media superior ya no existe nadie que vigile su comportamiento fuera de las aulas, igual dentro del salón muchos colegas docentes se hacen de la vista gorda con las actitudes fuera de lo normal que algunos estudiantes pongan de manifiesto, con tal de aparentar ser el buena onda.

También muchas veces este aburrimiento crónico repercute en el cristal de la motivación hacia el estudio, el cual se ve empañado por la pésima trayectoria académica de ciertos discípulos, por ejemplo aquellos que generan experiencias negativas con los contenidos escolares, disputas con profesores o entre sus propios compañeros de grupo, y que con el paso del tiempo se traducen en un rotundo fracaso, el cual es difícil de superar o al menos persistir por alcanzar el éxito. Entonces la escuela y los que la integramos nos volvemos para esta variedad de alumnos un tedio, que poco a poco se convierte en suplicio gracias a la terquedad de algunos padres de familia que los obligan a asistir a los espacios educativos, y como dice el dicho, una manzana putrefacta tiende a podrir a las otras.

Con el fracaso a cuestas el alumno considera irremediable su bajo desempeño, es más, lo percibe como algo incontrolable que no tiene sentido de mejora, entonces resulta en vano ocupar un recinto escolar fingiendo atención, elemento que más trabajo resulta de obtener, pues en su cerebro se fraguan temas de otro índole descartando por completo el académico.

Razón por la cual uno como docente debe de competir con los eventos estudiantiles de corte social que se propongan, como lo es fugarse de la escuela para asistir al cine o en el peor de los casos evadir la clase del profesor perenganito porque cansa; y después de transcurrir los minutos alguno de ellos dirá: “ya me estoy aburriendo de no hacer nada, vamos a la escuela a divertirnos con los otros”, y ahí van a incomodar a los que si tienen deseos de estar aprendiendo.

Para estos alumnos resulta más atractivo un desfile por las principales calles de la ciudad con las hermosas y sensuales candidatas a reinas de la belleza del plantel, que estar ocupando un incómodo sitio observando como un señor se siente el mas docto del lugar y pacta con Morfeo para que sus escuchas pestañeen por unos cuantos minutos.

Más, ¿qué sucedería si los estudiantes conscientes de su bajo desempeño buscarán la causa de todos sus males escolares? Tal vez descubrirían que les hace falta desarrollar cierta habilidad para el estudio, la cual se podría recuperar mediante algún método o técnica de aprendizaje, o probablemente sea producto de cierto hábito, costumbre etcétera que les afecta su rendimiento y entonces la modificarían a su favor.

Y uno como profesor qué debe hacer, ¿mantenerse al margen? Expertos recomiendan que los docentes tienen la obligación de informar a sus discípulos sobre las deficiencias que de acuerdo a la asignatura que imparte han detectado, con el propósito de que una vez que estén enterados de ellas las puedan superar, lo cual influirá en la imagen positiva del docente, además de fomentar la confianza y autoestima del estudiante en las clases.

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