miércoles, 25 de mayo de 2011

Música, canciones y sus derivados

Cierto día al pasar por una jardinera del bachillerato donde laboro como profesor, unos jóvenes sentados en el borde de esta se intercambiaban canciones en formato de audio digital comprimido a través del celular por la vía del Bluetooth; en el preciso momento que pasaba junto a ellos, uno de los chicos exclamó, “¡Vaya que está pesada esa canción de Robbie Wiliams! Imagino que ha de ser por lo extenso del archivo, pues la rola es bien larga.

Como melómano que soy, con cierta curiosidad detuve el caminar para preguntarles a cuál canción hacían alusión, uno de ellos le dio play al audio del teléfono, emitiendo enseguida el coro operístico de “Bohemian Rhapsody”, interpretada por Queen, quienes en realidad son los intérpretes y autores de tan singular cántico.

Un poco molesto por el grave error cometido y abusando de mi autoridad docente, les expliqué a quien pertenecía la citada canción, justificando lo legendaria y emblemática que era esta agrupación inglesa, además de informarles sobre la trágica muerte de su vocalista; horas más tarde estando en el receso reflexioné un poco sobre el asunto, concluyendo que la culpa de tal equivocación no es de los muchachos en su totalidad, también lo es de los sitios donde se sustrae archivos de MP3, pues algunas veces quienes las ponen a disposición de los usuarios no tienen la más remota idea del intérprete o de los autores, y para evitar problemas legales alteran el nombre del cantante o el título de la canción, creando confusiones a partir de ello como la de los estudiantes, que atribuían una canción a quien no correspondía.

Otra situación que fomenta el desorden de autoría y legitimidad, es hacer versiones supuestamente modernas de canciones antiguas, donde los intérpretes de plástico se apropian de ellas, confundiendo a las personas al grado de considerar que Nicho Hinojosa, es el autor de la canción “Cantares”, “Yo no te pido la luna” pertenece al juvenil grupo Jeans, “No soy una señora” es un original tema de María José, y qué decir del género grupero, los cuales hacen barbaridades de las canciones clásicas, es un sacrilegio escuchar “Sin tu latido” de Luis Eduardo Aute en la aguardentosa voz de Joel Elizalde, ah pero según estos cantantes les están rindiendo un tributo, ¡ajá, sí como no!

A parte de las tergiversaciones de autores hay que soportar las horrendas interpretaciones que cada alumnito de la nacademia… perdón Academia hace a las canciones que cierta vez fueron éxito radiofónico, y que ahora en sus voces sólo dan pena ajena, además patéticamente el público las convierte en One-hitwonder, y les atribuyen cualidades de superstar.

Por otro lado, con la llegada de las descargas de música se perdió todo el ingenio y creatividad de las portadas, donde algunas compañías discográficas invierten buena cantidad de dinero en hacer diseños dignos de una galería, es más, hasta contratan connotados fotógrafos y especialistas en arte para poner a disposición de los consumidores productos de alta calidad, ¡cómo no olvidar esas candentes portadas del género tropical, que tanto placer me dieron en el baño! Otro elemento que hace interesante los discos es el librillo que se incluye, pues ahí podemos leer las letras de las canciones, las dedicatorias, ver nuevas fotografías del intérprete, saber sobre su producción y autoría de la obra.

También se erradicó el álbum conceptual, pues al tener la facilidad de apropiarte de la canción que más te agrade, se pierde toda esa planificación que implicó el realizar las canciones bajo una misma conexión temática, haciendo parte de la prehistoria a álbumes como “The Wall” de Pink Floyd y “Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band” de The Beatles, entre otros.

Gracias a esos avances tecnológicos de las descargas en línea o el intercambio musical, poco a poco se va ir terminando con el disfrute de adquirir un disco, quitarle el celofán, sacar el cuadernillo, leerlo al mismo tiempo que se escucha plácidamente; además en formato MP3, la calidad del sonido no es la misma, si es un disco pirata lo máximo que se puede escuchar es diez veces, después existe la posibilidad de que se raye o también que la humedad donde se encuentre almacenado lo llene de hongos echándolo a perder a diferencia de un disco original que tiene más resistencia e incluso puede limpiarse hasta con agua y jabón neutro.

Es un acierto que las compañías discográficas, hayan puesto en circulación nuevamente al disco de vinilo, demostrando que lo mejor en audio siempre debe de ser en formato redondo y no cuadrado o rectangular como ciertas empresas pretenden hacernos creer; por esta y las razones anteriores, mientras sigan existiendo los discos, continuaré comprándolos a pesar de que ya no tenga espacio donde guardarlos y peor aún, tiempo para escucharlos.

miércoles, 18 de mayo de 2011

Nuestros nombres

Resulta curioso y a la vez ridículo, que las parejas inviertan gran parte de su tiempo en elegir el nombre de sus hijos e hijas, muchas veces este asunto se torna algo delicado, pues uno de los dos al querer imponer el de su elección genera cierto resquemor en el otro que probablemente esté en desacuerdo; es un hecho que como nos pongan es como nos llamarán por el resto de la vida, bueno, en la actualidad haciendo un pago te lo puedes cambiar, digo, poderoso caballero es Don Dinero; igual al ingresar a la escuela se olvidarán de cómo te llamas haciéndote acreedor a un mote, el cual brinda dos opciones: hacerte sentir orgulloso o avergonzado.

También existe la insatisfacción en aquellos que tienen más de dos nombres, pues resulta que siempre les debes de llamar por el que más les agrada, la verdad es mucha pretensión ponerle más de un nombre a un ser humano y tres, es vanidad, ¿para qué jodidos tanto nombre?

En la licenciatura tenía una compañera que se llamaba Ana Eleticia, imagino que por un fatal error de dedo de la secretaria del registro civil de su natal Cacayaca, Jalisco, fue la razón por la cual poseía ese nombre; esta mujer, gustaba de que le llamaran Lety, quien no lo hiciese de esa forma, pues simplemente lo ignoraba, la verdad eso de que te modifiquen tu nombre dizque por demostrarte que te aprecian me caga, es más, creo que se trata de jodidos problemas de autoestima, aparte en los hombres como que es muy gay.

Es tan común en nuestro país alterar los nombres con el supuesto de llamarles de “cariño”, incluso combinan las contracciones con sus respectivos diminutivos; ya entrados en eso de la simplificación, por allí supe que hace muchos años en los conventos católicos, cuando se leía el “Nuevo Testamento” al hacer alusión al patriarca San José, le llamaban “Pater Putatibus”, para simplificarlo utilizaban las literales “P.P.”, dando origen a llamar Pepe a José, a pesar de esta reducción algunos se empeñan en decirle Pepito, hágame el favor, por cierto este es uno de los sobrenombres que en nuestro país existe la posibilidad de que todos los mexicanos en algún momento de nuestra vida hemos conocido a alguien apodado de esa forma.

Eso de modificar los nombres llega a generar diversas confusiones, para muestra tenemos a Beto, uno se pregunta si en realidad se llama Alberto, Humberto o Roberto, de manera similar se encuentra Rosy, pues cuesta cierto grado de dificultad discernir si se trata de Rosa, Rosalba o Rocío, y que decir de Bety, uno llega a titubear al referirse a ella por su nombre de pila, pues no se sabe si es Bertha o Beatriz; también existen apodos tan similares y dispares a la vez, como es el caso de Lalo y Lola.

De la misma forma no le encuentro sentido lógico cuando a Luis le llaman Wicho y Chema a José María; qué decir de los nombres multiapodos como Francisco y Josefina; existen también nombres asexuales entre los que se encuentran Jesús, José, Cruz, Trinidad y Guadalupe. Existen otros que ni santoral han de tener menos poder decirles de forma cariñosa como a Gladys u Odalys.

Digno de mención son aquellos que antes del nombre completo les ponen la letra que ocupa la décima posición del abecedario español, conocida como “J”, si son homosexuales pues encantados de llamarse así; pero, ¿por qué discriminar las veintiséis letras restantes del abecedario? A poco no sería chingón conocer a personas llamadas “X”, “W” o “Ñ”.

Un nombre no dice cómo es la persona, es decir, no define la personalidad del individuo, ¿entonces, por qué jodidos los padres y madres se empeñan en buscar uno acorde con la investidura de su bebé? Está cañón eso de llamarte Bryan o Nicole, siendo de piel cafecita, cabello oscuro y chaparrito.

Para concluir, les comento que según datos del INEGI, durante casi diez años María Fernanda, Santiago y Miguel Ángel han sido los nombres más comunes de nuestro país; mientras que el BabyCenter México, asegura que desde 1930 a la fecha los nombres más frecuentes son María Guadalupe y José Luis, ¿y tú cómo te llamas?

miércoles, 11 de mayo de 2011

El Club de los Humildes

Un domingo por la mañana al salir de misa con el alivio de haber exorcizado mis demonios, y con la alegría de contar con toda una semana para el disfrute de nuevos pecados, recorrí con la mirada buscando a los limosneros que suelen estar en el atrio del templo, mas no se veía ninguno, fue entonces que un curioso se acercó, con cierto sarcasmo exclamó, “todavía es muy temprano para que ellos inicien sus labores, además muchos son creyentes y guardan este día respetuosamente”.

Es una pena que muchas personas piensen que el ser pordiosero sea un empleo, más bien es el hartazgo de ver tanta pobreza por las calles; siendo quizá esta una de las razones por las cuales los indigentes corren el riesgo de caer mal, de incomodar o de formar parte de ese enfado que se convierte en diversos actos de violencia de nuestra parte hacia ellos.

Los hemos clasificados como expertos en manipular a las personas que nos presumimos “decentes”, poniendo ese rostro lastimero y voz pausada casi agonizante con el que imploran nuestra piedad o caridad; igual cuando sobre sus espaldas o en el regazo de sus brazos cargan al chamagoso bebé que denota desnutrición en los lamparones pigmentados sobre sus mejillas y los harapos con los que se encuentra envuelto como tamal oaxaqueño.

Gracias a esto, llegamos a pensar que son hábiles en jugar con nuestros sentimientos, consiguiendo así lucrar con la lástima que ocasionan, pero, ¿acaso con el redondeo en los supermercados y el Teletón los medios publicitarios no hacen lo mismo? Además de que nos quejamos, si lo que les damos son las sobras, lo que ya no necesitamos.

Es curioso como a sabiendas de que los limosneros son seres humanos, muchas veces cuidamos más de nuestras mascotas que el procurar ayudarlos, pues para eso existen instituciones de beneficencia pública que tienen el deber de atenderlos; en periodos electorales nunca he escuchado a ningún candidato a puesto de servidor público incluir en su campaña proyectos que los consideren, pues saben que de así hacerlo perderían credibilidad o simplemente los indigentes por no contar con credencial para votar son un cero a la izquierda.

Es común justificar la fingida indiferencia que les manifestemos aludiendo a que se aprovechan de su situación, pues los llegamos a considerar unos flojos, patanes, viciosos e ignorantes; incluso para muchos son antiestéticos, faltos de dignidad, pues por más que los despreciemos insisten en pedir una moneda, lo cual a la larga incomoda y nos causa la pinche impresión de que ser así es parte de su vocación.

Con darles nuestras sobras contribuimos a fomentar esa forma hábil de ganarse la vida, los volvemos un insumo de nuestro propio sistema social, los hacemos parte del folklore de las concurridas calles, centros comerciales e iglesias, es decir, continuamos callando sus gritos de hambre y desprecio, porque nos recuerdan que el sufrimiento es otra de las ilusiones que la humanidad no puede prescindir.

Sólo he conocido a un excéntrico millonario que cada fin de semana a las afueras de su casa regalaba considerables sumas de billetes a los mendigos que se acercaban para hacer enormes filas, pero unas cuantas monedas no les van a solucionar la vida, lo importante es adaptarlos a la vida laboral, ofreciéndoles capacitación para el empleo, educación formal, y lo más importante concientizarlos de que la productividad es la base de su bienestar, pero las instituciones que se dedican a esto piden tanto requisito que resulta imposible acceder a ellos, entonces para que quejarnos, todos somos miembros honorables del Club de los Humildes.

miércoles, 4 de mayo de 2011

Forjando Patria

“Transando de arriba abajo
ahí va la chilanga banda
chinchín si me la recuerdan
carcacha y se les retacha”. Jaime López

Me agrada salir de viaje, ir a otros lugares, conocer gente distinta, formas de comportamiento y tradiciones de otros estados; lo que no me resulta atractivo es dormir en un sitio donde no es mi casa, es más ni duermo, como que extraño el hueco de mi cama y el olor de la almohada. Entonces el viaje se vuelve incesante y suplicio a la vez, pues al no dormir, durante el día siento un agotamiento desgastante que evita el disfrute del paseo; tal pareciera que de niño me hubieran embarrado los pies con manteca como le hacía la abuela a los gatos que le regalaban para evitar que se fueran del hogar.

Razón por la cual nunca resultan atractivos los tours que impliquen varios días de transporte, creo que por esta causa en mi persona no existe esa especie de aversión o racismo hacia los aborígenes de la ciudad de México; pues como nunca he ido al Distrito Federal, no he sido sometido al trato de ellos en su tierra, y los que he conocido aquí se han comportado de forma excelente conmigo. Por ello experimento cierta penita al escuchar a paisanos referirse con improperios cuando alguien hace alusión al gentilicio chilango, es más, muchas veces da la impresión de que el ser chilango es ser alguien non grato o perteneciente a cierta caterva maldita.

Un conocido que seguido va al defectuoso, le pregunté cómo eran de pinches los chilangos por su terruño; este dijo que por el ritmo acelerado de vida que llevan en la capital, están acostumbrados a que todo sea rápido, eso implica desde el servicio de restaurantes hasta la llegada a la escuela y al trabajo, lo cual a la larga acumula un estrés de la tiznada, pues como todos sabemos el tiempo nunca se detiene, razón por la cual les empieza a valer sombrilla el semáforo, al cabo desde su óptica está siempre en amarillo, si se detienen debido a la luz roja, pues qué importa que lo hagan sobre las franjas del paso peatonal, la gente puede rodearlos y no hay pedo.

Los domingos o fiestas de guardar atiborran los parques, balnearios y espacios recreativos, disfrutando cual turismo bastimentero sus equipos de sonido a tope como especie de competencia a ver cual se logra escuchar hasta la Patagonia, se ponen bien pedotes y sacan su Mauricio Garcés interno al intentar conquistar a cualquier palo de escoba con faldas que se cruce por su mirada; en las albercas al observar a las muchachas en trajes de baño se portan como perro de carnicería, viendo la carne pasar y rascándose los huevos de la ansiedad, cuando se retiran el lugar lo dejan peor que un chiquero.

En su lugar de origen todo esto es común, lo malo radica cuando van a otro Estado y se comportan de la misma forma; es cuando a los abnegados provincianos no nos parecen esas actitudes y empezamos a desaprobarlos despotricando con nuestras críticas, diciendo desgraciados chilangos ya sacaron a relucir el cobre.

Ante tales formas de comportamiento, no me siento sorprendido por los capitalinos, pues acá en la hermosa “Ciudad de las Palmeras” he visto a más de uno evidenciar esos mismos defectos sin haber nacido en chilangolandia; creo que son más bien nefastas anomalías que cualquier citadino demuestra y eso de “has patria, mata un chilango” es puritita xenofobia semejante a la de los gringos que a todo latinoamericano le llama “mexicano” sin serlo, bajo tal lógica entonces en algún momento de nuestra vida todos hemos sido chilangos.

miércoles, 13 de abril de 2011

Educación T.V.dirigida

Una fecha importante de abril, es el día de la educadora, esa señorita que nos acompaña durante nuestros inicios en la educación formal; igual no hay que olvidar tampoco a la profesora que en buena parte de la educación informal nos va fomentando diversos valores que con el transcurrir de la vida forjan el carácter y la personalidad, me refiero al televisor y su supuesta programación idiota.

La televisión muchas de las veces cumple funciones de nana, cuando las abnegadas madrecitas depositan su confianza en ella dejando bajo su cuidado a los pequeños, también los acompaña en los momentos de soledad cuando papá y mamá tiene que trabajar, los entretiene para que no den lata en el momento en que sus progenitores se encuentran socializando, entre otras virtudes más. Como un pequeño ejemplo de esto lean lo siguiente:

Corría el año 2009, un servidor se encontraba en una conocida tienda comercial ojeando una revista, muy a pesar del llamativo papel que señalaba abstenerse a realizar tal actividad, de pronto el grito entusiasta de un pequeño de cuatro años hizo que perdiera la concentración de ver las hermosas fotos de la revista del conejito elegante; el niño con acento eufórico decía a su mamá, “¡Mira mami, ahíta sortilegio, ahíta sortilegio!” -Estoy seguro que con ese ánimo este chamaco nunca recibe a su papá-.

Rápidamente con la mirada hice un recorrido de todas las publicaciones que el infante señalaba con el propósito de localizar a la que se refería, lo bueno fue que éste sin más recato la cogió para mostrársela a su madre, fue entonces que pude constatar que se trataba de un tabloide sobre farándula que en portada tenía impresa una enorme fotografía del actor y modelo cubano William Levy.

Más adelante supe que “Sortilegio” era una telenovela de Televisa, basada en un refrito de otra que durante los ochentas hizo mella en el teleuditorio llamada “Tú o nadie”, razón por la cual no es de sorprenderse el impacto comercial que esta nueva versión tenga, menos aún que un crío de escasos cuatro años se deje manipular con facilidad por ella, además lo más seguro es que acompañe todos los días a su mamá cuando la estén exhibiendo y ella sea parte importante para influenciarlo.

A mí a esa edad no me atraían las telenovelas, era más fiel al Tío Gamboín con su maravillosa barra de dibujos animados, pasaba tardes de ocio sin aburrirme viendo las tranzas que Don Gato y su pandilla le hacían al inocente oficial Matute, los misterios que el Gran Danés Scooby-Doo y sus amigos resolvían gracias a sus torpezas; por las noches era asiduo a las series que ese mismo canal trasmitía, los Dukes de Hazzard con sus vertiginosas persecuciones –imposible olvidar los diminutos shorts de Daisy Duke-; el Sheriff Lobo que siempre salía al paso de las tonterías de su cuñado Perkins gracias a la ayuda de Birdie, el hijo del alcalde. Recuerdo que un conocido era asiduo espectador a la serie “Hawaii 5.0”, siempre que empezaba a hacer referencia al capítulo que vio, en cuanto pronunciaba el nombre de la serie, había alguien que lo callaba preguntándole, “¿favor quién?”.

De todo el bombardeo mediático que recibía no puedo olvidar los cortes comerciales. Era toda una inspiración al onanismo observar a la entonces curvilínea Lucía Méndez en paños menores, irse despojando de la camiseta masculina mientras con voz sensual decía “es mía, pero si quieres te la presto”; imposible olvidar la frasecita “¿eres tú, Carlos?” que en repetidas ocasiones utilizábamos para mofarnos de las chicas que les chillaba la rata; los que nuca pude oler, pues en casa carecían de recursos económicos para comprármelos fueron los zapatitos más chavitos; al igual que el perro de Pávlov salivaba siempre que aparecía en pantalla la abuelita del cine mexicano saboreando el espumoso chocolate. Siempre tuve la duda sobre ese efecto especial que hacía a unas simples cubetas hacer el chaca-chaca como lavadoras impulsados por la fuerza del detergente con la imagen del átomo.

En la infancia y adolescencia sucumbí ante la deliciosa comida chatarra que la magia del televisor me proporcionaba, obteniendo como resultado un fortificado tejido adiposo que en la senectud me ha acarreado tantos problemas de salud; ahora comprendo porqué Capulina es diabético, pues gustaba saborear el relleno cremosito de los pastelitos de chocolate que promocionaba, al igual que el Chapulín Colorado con sus crujientes buñuelos. No quiero imaginar como se ha de ver el famoso cowboy que fumaba al mismo tiempo que arreaba sus vacas hoy, posiblemente víctima del enfisema pulmonar.

Era tanta la enajenación de los comerciales que cuando observaba por la calle en los abarrotes de la esquina le efigie del conocido ganso, enseguida venía al pensamiento la frase: “¡recuérdame!”; hoy gracias al control remoto, a las empresas les cuesta cierta dificultad captar neuronas para su banco comercial de masas encefálicas, motivo por el cual recurren a promocionar sus productos a través de segmentos dentro del programa con los actores como si fuera parte del mismo, hacer rifas basados en los contenidos de la programación, entre otras argucias. Será negocio la publicidad por este medio, si un comercial de treinta segundos en el pasado Super Bowl, costaba aproximadamente tres millones de dólares.

Sin lugar a dudas la generación Atari a la cual pertenezco, recibió una fuerte dosis de educación por medio del televisor, ¡y eso que la telesecundaria apenas iba desarrollándose! Nuestras formas de comportarnos siguen aferrados a esa década de los ochentas, donde prevalecen los entubados jeans de mezclilla, las camisas del cocodrilito, el tenis de la estrellita tipo bota y las costumbres gastronómicas. No quiero ni pensar cómo será educada la generación de la arroba; por tales razones este día 21 abrace a su televisor en señal de felicitación, pues de no ser por ella hoy no sería lo que es.

miércoles, 6 de abril de 2011

Doble o nada

Marzo se fue después de traernos la primavera con su festival de pieles femeninas exhibidas sobre las enormes mantas colocadas estratégicamente en las paredes de las escuelas, emulando a esos clandestinos catálogos de servicio scort; lo más vergonzoso de ello resulta que ni los infantes están exentos de tal influencia, pues también preescolar y primaria se suman a esa disputa por ser la soberana de esta estación, patéticamente observábamos desfiles de coches arreglados con flores en cuyos cofres iban sentadas niñas de escasos seis años ataviadas de sexys vestiditos con sus respetivas zapatillas “Mi alegría”, ¿entonces porqué admirarse de que exista tanto pedófilo? Si esas madres que apoyan a sus nenitas son las principales precursoras de fomentar tal perversión, ¡y luego nos quejamos de que exista gente como el Rey de la Mezclilla!

Dice el calendario comercial que abril es el mes del niño; radio, televisión e internet así lo publicitan, haciéndonos creer que durante treinta días ellos son los reyes del hogar. Un slogan publicitario asegura que todos, es decir, todas las edades, llevamos un infante por dentro, a ciencia cierta sólo las mujeres pueden llevar uno durante nueve meses, pero a los hombres les es imposible.

Según los medios de comercialización, durante todo el mes estamos autorizados a comportarnos como pequeños, es válido entonces hacer travesuras, desarrollar bromas inocentes y lo más importante comprarnos juguetes para divertirnos, ¿esto incluye adquirir una muñeca inflable? El único niño adulto que he conocido, se llama Chabelo, pues desde que tengo uso de razón-lo cual no hace mucho tiempo-, siempre lo he visto como una especie de niñote, peludo, de enormes proporciones, con surcos sobre la frente y patas de gallo en la comisura de sus ojos.

La verdad es que gracias a él aprendimos a madrugar los domingos por iniciativa propia, sin que mamá o papá nos tuvieran que amenazar con castigos, como era común entre semana cuando casi arrastras nos sacaban de entre las sábanas para obligarnos a asistir a la perturbadora escuela. Chabelo nos indujo a saborear infinidad de comida chatarra, cuya herencia nos lego un sobrepeso imposible de perder, si no me creen pregúntenle a mi nutriólogo.

Pero el conocimiento de su sabiduría suprema radica en esa institucionalizada “Catafixia”, donde filosóficamente hacía que chamacos reflexionaran sobre los resultados que acarrea la ambición, pues muchas veces el querer tener otra cosa mejor que lo ganado implicaba un cambio desfavorable, es decir, si ya tienes lo tuyo, por qué quieres más.

Gracias a esa capacidad de elección fomentada por tal dinámica, cuando uno llega a la adolescencia podemos catafixiar una serie de actos de nuestra vida, ¿seré ingeniero o profesor? ¿Voy a consumir drogas o no? ¿Seré gay o no? ¿Me casaré o seguiré soltero toda la vida? Etcétera.

Más la sagacidad del género femenino fue más allá, pues son ellas las que nos hacen siempre catafixias; cuando buscan pareja lo primero que se proponen antes de aceptar al pretendiente es valorarlo sin entrar en pendejos dilemas como nosotros, por ejemplo, su prospecto debe de agradarles a sus papás y hermanos; debe ser difícil de manipular por sus amistades, pero fácil de controlar; debe aparentar cierta inteligencia ante los demás y ser inocente con ella, en pocas palabras son las dueñas del juego.

Cuando uno ya se encuentra en pareja, las damitas siempre nos hacen entrar en ese juego, cuando nos dicen, ¿quieres venir a cenar con mis primas? ¿O no quieres…? Uta, esa última pinche frase incompleta resulta lapidaria, pues significa que no tienes otra opción de elegir, y como el maestro Chabelo te enseñó que muchas veces el llevar a cabo una elección puede tener un final poco favorable, pues simplemente optas por lo primero.

Lo rescatable de recordar el programa “En Familia”, es que uno adquirió la habilidad de discernir entre lo que conviene en la vida, mientras que a las mujeres las capacitó para aplicarnos la técnica del es o no es; por tales razones si en las elecciones del 2012 se lanza para Presidente, por este López, yo si voto.

miércoles, 30 de marzo de 2011

Descontinuados

Cierta tienda departamental cada año entre sus temporadas de ventas pone en marcha una denominada “Los Descontinuados”, ofertando prendas de vestir no vigente, o sea, ropa viejita pero nueva, tal categoría equivale a precios accesibles, es curioso cómo muchos prejuiciosos no acuden durante esa época a comprar por la simple vergüenza de ser clasificados como “jodidos”, una modestia más de los insoportables humanos.

Con el avance tecnológico ha ocurrido lo mismo, gracias a las innovaciones. Diversos objetos han sido desplazados por otros, mejorando el modo de vida e impactando en el bolsillo de los usuarios; esto trae a la memoria la Revolución Industrial, cuando los inventos modificaron algunos sectores económicos.

Lo que me recuerda cierta ocasión que leía la revista mensual cuyo logotipo es un Pegaso, sorprendido descubría que en algunas de sus secciones publicaba información –copiada de forma textual–, de las cadenas de correos electrónicos, lo cual me hizo dudar de la capacidad inventiva de sus colaboradores o de plano es tanta la atracción global por la internet que decidieron sucumbir ante un rival de ese calibre. Es un hecho que la Internet con su vorágine de imágenes, información –por cierto algunas son de dudosa procedencia-, ha destituido infinidad de cosas que antes eran de primera necesidad, por ejemplo las bibliotecas, los diccionarios y las enciclopedias.

Fuera del ciberespacio los artilugios modernos que han modificado el ritmo de vida, tenemos que las secretarias en las oficinas cambiaron su máquina de escribir con caries por un equipo de cómputo, despidiéndose al mismo tiempo del ensucia manos papel carbón para las copias que lleva el oficio, así como del corrector mancha dedos; lo único que persiste son las faltas ortográficas y los errores de dedo que por descuido continúan escabulléndose.

La industria fotográfica se vio afectada, pues gracias a la invención de la cámara digital ya no son útiles los laboratorios de revelados, para qué comprar un grueso y pegajoso álbum fotográfico si ahora podemos almacenar las fotos en carpetas electrónicas, evitando así la extraña palidez que adquieren con el paso del tiempo, los fatídicos lamparones y las grotescas manchas causadas por la humedad. El único riesgo que corremos es que un lapsus brutos borremos la carpeta y adiós a los recuerdos en imágenes.

Para qué cursar asignaturas de geografía, comprar mapas de países, si ya contamos con el maravilloso Sistema de Posicionamiento Global o como es conocido por sus siglas GPS (Global Positioning System), que permite ubicar a lo largo y ancho del planeta la posición de un objeto, persona, coche, etc., tan preciso que hasta el nombre de las calles proporciona; entonces sale sobrando aprenderse las divisiones políticas, y contar con una brújula es cosa del pasado, ¡qué fácil ahora resulta ser Boy Scout! A pesar de ello, todavía existimos tarados que al dar vuelta a la esquina no sabemos en dónde estamos o lo que es peor, si traemos la cabeza sobre los hombros.

Qué decir del antediluviano servicio postal, hoy sólo es requerido para enviar paquetería, pues las cartas son cosa del ayer si contamos con el “eficiente” correo electrónico, en donde además de intercambiar texto, podemos mandar mil idioteces, con su llegada igual nos despedimos también de las incompletas frases del telégrafo, donde te costaba cierto desembolso cada palabrita, por ahorrar unas cuantas monedas obviábamos algunas frases cortas lo que ocasionaba que muchas de las veces ocuparas un intérprete para su lectura, a pesar de los tiempos modernos aun no nos hemos librado de esta herencia, hoy con la mamarrachada de escribir literales en lugar de enunciados, continuamos sin comprender algunos mensajes.

La evolución de los formatos de video son dignos de analizarse, primero los Yankees gracias a su argot comercial con la “moderna” Súper VHS, me arrebatan el placer de ver películas en casa a través de la glotona “Betamax Dorada”, que continuamente se engullía la cinta, obligándome a engañar al encargado del video club, entregándosela pegada con másquin, pues debido a tanto mordisco se llegaba a trozar. De pronto aparece un enorme disco plateado denominando “Laserdisc”, el cual no tuvo tanto auge en el mercado, era algo así como el papá del DVD, por cierto éste con su llegada, otro gallo cantó, más lo que sí me cagó fue el desgraciado abuso económico que trajo consigo el carísimo Blu-ray y la pinche euforia por las pantallas de plasma.

En cuanto a los reproductores de música, estos fueron cambiando de acuerdo al formato de almacenamiento, primero tuvimos los diseños futurístico del tocadiscos, ¿se acuerdan del vinilo? Después llegaron los que reproducían las cintas magnéticas con su enorme cantidad de variantes, que muchas de las veces terminaban escuchándose horrible de tanto reproducirlas. El disco compacto con la supuesta novedad de que era más difícil de rayarse y fácil de reproducir, pero no duró mucho, pues con el arribo del formato MP3, poco a poco ha pasado a mejor vida, dando lugar al iPod, aparato inventado para que no puedas descubrir los mensajes ocultos de las canciones, pues es difícil escucharlos al revés como se solía hacer con los discos de vinilo en la tornamesa.

Es vergonzoso que con tanta ebullición tecnológica, sigamos igual o tal vez un poco peor, pues entre más artilugio poseemos, más inútiles nos hacemos, pero eso si, seguimos engrosando las arcas económicas de algún rico empresario adquiriendo tantas cosas que no necesitamos.