Cierto día al pasar por una jardinera del bachillerato donde laboro como profesor, unos jóvenes sentados en el borde de esta se intercambiaban canciones en formato de audio digital comprimido a través del celular por la vía del Bluetooth; en el preciso momento que pasaba junto a ellos, uno de los chicos exclamó, “¡Vaya que está pesada esa canción de Robbie Wiliams! Imagino que ha de ser por lo extenso del archivo, pues la rola es bien larga.
Como melómano que soy, con cierta curiosidad detuve el caminar para preguntarles a cuál canción hacían alusión, uno de ellos le dio play al audio del teléfono, emitiendo enseguida el coro operístico de “Bohemian Rhapsody”, interpretada por Queen, quienes en realidad son los intérpretes y autores de tan singular cántico.
Un poco molesto por el grave error cometido y abusando de mi autoridad docente, les expliqué a quien pertenecía la citada canción, justificando lo legendaria y emblemática que era esta agrupación inglesa, además de informarles sobre la trágica muerte de su vocalista; horas más tarde estando en el receso reflexioné un poco sobre el asunto, concluyendo que la culpa de tal equivocación no es de los muchachos en su totalidad, también lo es de los sitios donde se sustrae archivos de MP3, pues algunas veces quienes las ponen a disposición de los usuarios no tienen la más remota idea del intérprete o de los autores, y para evitar problemas legales alteran el nombre del cantante o el título de la canción, creando confusiones a partir de ello como la de los estudiantes, que atribuían una canción a quien no correspondía.
Otra situación que fomenta el desorden de autoría y legitimidad, es hacer versiones supuestamente modernas de canciones antiguas, donde los intérpretes de plástico se apropian de ellas, confundiendo a las personas al grado de considerar que Nicho Hinojosa, es el autor de la canción “Cantares”, “Yo no te pido la luna” pertenece al juvenil grupo Jeans, “No soy una señora” es un original tema de María José, y qué decir del género grupero, los cuales hacen barbaridades de las canciones clásicas, es un sacrilegio escuchar “Sin tu latido” de Luis Eduardo Aute en la aguardentosa voz de Joel Elizalde, ah pero según estos cantantes les están rindiendo un tributo, ¡ajá, sí como no!
A parte de las tergiversaciones de autores hay que soportar las horrendas interpretaciones que cada alumnito de la nacademia… perdón Academia hace a las canciones que cierta vez fueron éxito radiofónico, y que ahora en sus voces sólo dan pena ajena, además patéticamente el público las convierte en One-hitwonder, y les atribuyen cualidades de superstar.
Por otro lado, con la llegada de las descargas de música se perdió todo el ingenio y creatividad de las portadas, donde algunas compañías discográficas invierten buena cantidad de dinero en hacer diseños dignos de una galería, es más, hasta contratan connotados fotógrafos y especialistas en arte para poner a disposición de los consumidores productos de alta calidad, ¡cómo no olvidar esas candentes portadas del género tropical, que tanto placer me dieron en el baño! Otro elemento que hace interesante los discos es el librillo que se incluye, pues ahí podemos leer las letras de las canciones, las dedicatorias, ver nuevas fotografías del intérprete, saber sobre su producción y autoría de la obra.
También se erradicó el álbum conceptual, pues al tener la facilidad de apropiarte de la canción que más te agrade, se pierde toda esa planificación que implicó el realizar las canciones bajo una misma conexión temática, haciendo parte de la prehistoria a álbumes como “The Wall” de Pink Floyd y “Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band” de The Beatles, entre otros.
Gracias a esos avances tecnológicos de las descargas en línea o el intercambio musical, poco a poco se va ir terminando con el disfrute de adquirir un disco, quitarle el celofán, sacar el cuadernillo, leerlo al mismo tiempo que se escucha plácidamente; además en formato MP3, la calidad del sonido no es la misma, si es un disco pirata lo máximo que se puede escuchar es diez veces, después existe la posibilidad de que se raye o también que la humedad donde se encuentre almacenado lo llene de hongos echándolo a perder a diferencia de un disco original que tiene más resistencia e incluso puede limpiarse hasta con agua y jabón neutro.
Es un acierto que las compañías discográficas, hayan puesto en circulación nuevamente al disco de vinilo, demostrando que lo mejor en audio siempre debe de ser en formato redondo y no cuadrado o rectangular como ciertas empresas pretenden hacernos creer; por esta y las razones anteriores, mientras sigan existiendo los discos, continuaré comprándolos a pesar de que ya no tenga espacio donde guardarlos y peor aún, tiempo para escucharlos.
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