Cierta tienda departamental cada año entre sus temporadas de ventas pone en marcha una denominada “Los Descontinuados”, ofertando prendas de vestir no vigente, o sea, ropa viejita pero nueva, tal categoría equivale a precios accesibles, es curioso cómo muchos prejuiciosos no acuden durante esa época a comprar por la simple vergüenza de ser clasificados como “jodidos”, una modestia más de los insoportables humanos.
Con el avance tecnológico ha ocurrido lo mismo, gracias a las innovaciones. Diversos objetos han sido desplazados por otros, mejorando el modo de vida e impactando en el bolsillo de los usuarios; esto trae a la memoria la Revolución Industrial, cuando los inventos modificaron algunos sectores económicos.
Lo que me recuerda cierta ocasión que leía la revista mensual cuyo logotipo es un Pegaso, sorprendido descubría que en algunas de sus secciones publicaba información –copiada de forma textual–, de las cadenas de correos electrónicos, lo cual me hizo dudar de la capacidad inventiva de sus colaboradores o de plano es tanta la atracción global por la internet que decidieron sucumbir ante un rival de ese calibre. Es un hecho que la Internet con su vorágine de imágenes, información –por cierto algunas son de dudosa procedencia-, ha destituido infinidad de cosas que antes eran de primera necesidad, por ejemplo las bibliotecas, los diccionarios y las enciclopedias.
Fuera del ciberespacio los artilugios modernos que han modificado el ritmo de vida, tenemos que las secretarias en las oficinas cambiaron su máquina de escribir con caries por un equipo de cómputo, despidiéndose al mismo tiempo del ensucia manos papel carbón para las copias que lleva el oficio, así como del corrector mancha dedos; lo único que persiste son las faltas ortográficas y los errores de dedo que por descuido continúan escabulléndose.
La industria fotográfica se vio afectada, pues gracias a la invención de la cámara digital ya no son útiles los laboratorios de revelados, para qué comprar un grueso y pegajoso álbum fotográfico si ahora podemos almacenar las fotos en carpetas electrónicas, evitando así la extraña palidez que adquieren con el paso del tiempo, los fatídicos lamparones y las grotescas manchas causadas por la humedad. El único riesgo que corremos es que un lapsus brutos borremos la carpeta y adiós a los recuerdos en imágenes.
Para qué cursar asignaturas de geografía, comprar mapas de países, si ya contamos con el maravilloso Sistema de Posicionamiento Global o como es conocido por sus siglas GPS (Global Positioning System), que permite ubicar a lo largo y ancho del planeta la posición de un objeto, persona, coche, etc., tan preciso que hasta el nombre de las calles proporciona; entonces sale sobrando aprenderse las divisiones políticas, y contar con una brújula es cosa del pasado, ¡qué fácil ahora resulta ser Boy Scout! A pesar de ello, todavía existimos tarados que al dar vuelta a la esquina no sabemos en dónde estamos o lo que es peor, si traemos la cabeza sobre los hombros.
Qué decir del antediluviano servicio postal, hoy sólo es requerido para enviar paquetería, pues las cartas son cosa del ayer si contamos con el “eficiente” correo electrónico, en donde además de intercambiar texto, podemos mandar mil idioteces, con su llegada igual nos despedimos también de las incompletas frases del telégrafo, donde te costaba cierto desembolso cada palabrita, por ahorrar unas cuantas monedas obviábamos algunas frases cortas lo que ocasionaba que muchas de las veces ocuparas un intérprete para su lectura, a pesar de los tiempos modernos aun no nos hemos librado de esta herencia, hoy con la mamarrachada de escribir literales en lugar de enunciados, continuamos sin comprender algunos mensajes.
La evolución de los formatos de video son dignos de analizarse, primero los Yankees gracias a su argot comercial con la “moderna” Súper VHS, me arrebatan el placer de ver películas en casa a través de la glotona “Betamax Dorada”, que continuamente se engullía la cinta, obligándome a engañar al encargado del video club, entregándosela pegada con másquin, pues debido a tanto mordisco se llegaba a trozar. De pronto aparece un enorme disco plateado denominando “Laserdisc”, el cual no tuvo tanto auge en el mercado, era algo así como el papá del DVD, por cierto éste con su llegada, otro gallo cantó, más lo que sí me cagó fue el desgraciado abuso económico que trajo consigo el carísimo Blu-ray y la pinche euforia por las pantallas de plasma.
En cuanto a los reproductores de música, estos fueron cambiando de acuerdo al formato de almacenamiento, primero tuvimos los diseños futurístico del tocadiscos, ¿se acuerdan del vinilo? Después llegaron los que reproducían las cintas magnéticas con su enorme cantidad de variantes, que muchas de las veces terminaban escuchándose horrible de tanto reproducirlas. El disco compacto con la supuesta novedad de que era más difícil de rayarse y fácil de reproducir, pero no duró mucho, pues con el arribo del formato MP3, poco a poco ha pasado a mejor vida, dando lugar al iPod, aparato inventado para que no puedas descubrir los mensajes ocultos de las canciones, pues es difícil escucharlos al revés como se solía hacer con los discos de vinilo en la tornamesa.
Es vergonzoso que con tanta ebullición tecnológica, sigamos igual o tal vez un poco peor, pues entre más artilugio poseemos, más inútiles nos hacemos, pero eso si, seguimos engrosando las arcas económicas de algún rico empresario adquiriendo tantas cosas que no necesitamos.
Son una serie de artículos que ya han sido publicados en diversos periodícos locales.
miércoles, 30 de marzo de 2011
miércoles, 23 de marzo de 2011
Metamorféame
“Se está cambiando la forma humana,
bajo las piedras hay otras pieles.
Sobre la espuma flota lo viejo, escupe al
rostro que no responde”. Caifanes
Las atinadas medidas de seguridad implementadas en la institución donde laboro, exigen a cada uno de sus empleados identificarse para su ingreso a los centros de trabajo, razón por la cual nos dieron a cada quien un porta gafetes donde debemos colocar nuestra credencial con fotografía, y así identificarnos como empleados, evitando con ello el ingreso de sujetos que pudieran transgredir la paz que a los universitarios nos ha caracterizado.
A sabiendas que soy muy distraído opté por colocar una identificación no vigente, con el pretexto de que si la llegaba a perder no resintiera tal descuido, ¡grave error! Resulta que cuando entré al aula para el sano esparcimiento de impartir clases, sintiéndome seguro con ella colgada sobre el pecho, una sincera estudiante preguntó, “¿cuántos años tenía en esa foto, profe?”. Como patada de mula mi orgullo puso en acción el mecanismo de defensa e intentando no descubrir mi edad, le dije: “no es tan vieja, es de hace dos años”. ¡Ah! Lo que pasa es que se ve joven con más cabello y sin canas.-replicó la chica.
De pronto, empecé a sentir un poco de pena recordando las veces que me he mofado de las credenciales que identifican a los galenos, enfermeras y asistentes médicos de la clínica a la que acudo para atender la enfermedad crónica degenerativa que padezco, pues al ver sus fotos he llegado a pensar que se las tomaron hace siglos, debido a que algunos ya ni lucen igual.
También recordé que de un tiempo a la fecha ciertos alimentos me producen indigestión, inflamación abdominal y flatulencias, cosa que antes así no sucedía; durante las noches acudo al baño más de tres veces gracias a la sensación de orinar; resulta difícil escuchar con claridad; he perdido la paciencia y con facilidad exploto en ataques de ira; si no tengo nada importante que hacer la desgraciada ansiedad hace que tenga más problemas imaginarios que reales, situación que algunas veces me hunde en la vil depresión, haciendo de mi un ser melancólico.
Fue cuando reflexioné sobre el avance del tiempo y las pequeñas pausas que hace en nuestro aspecto, bueno en algunos son abismos, pues a pesar de que nos imaginamos igual, siempre habrá alguien que nos escupa a la cara nuestra realidad; sentí envidia por el personaje del escritor irlandés Oscar Wilde, Dorian Gray, es más, estuve a punto de aclamar a Basil Hallward, para que hiciera una pintura que envejeciera por mi.
Maldito ajetreo cotidiano que no nos permite darnos cuenta de tantos excesos, desveladas, estrés, ansiedades, nerviosismos, que sumada a la tiznada vanidad de los coitos forzados por conservar la vigencia masculina, entre otras actividades más, poco a poco van deteriorando la fachada y, del interior sólo un médico podrá diagnosticarnos nuestro estado de salud -imagino que no ha de estar muy bien-; lo peor es el pinche empeño por creer que seguimos siendo adolescentes, pero de más de cuarenta años.
A raíz de lo anterior, con el debido respeto que se merece el Instituto Federal Electoral, hago una atenta recomendación para que en sus promocionales de actualizar la credencial incluyan en el eslogan: “¡Si cambiaste de domicilio, perdiste tu credencial, ya no la tienes o de plano no te pareces al de la foto! Es tiempo de renovarla, acude al módulo de tu preferencia a realizar el trámite”. Como están los tiempos de violentos vale la pena hacerlo, digo, uno nunca sabe a quien se parecerá mañana.
bajo las piedras hay otras pieles.
Sobre la espuma flota lo viejo, escupe al
rostro que no responde”. Caifanes
Las atinadas medidas de seguridad implementadas en la institución donde laboro, exigen a cada uno de sus empleados identificarse para su ingreso a los centros de trabajo, razón por la cual nos dieron a cada quien un porta gafetes donde debemos colocar nuestra credencial con fotografía, y así identificarnos como empleados, evitando con ello el ingreso de sujetos que pudieran transgredir la paz que a los universitarios nos ha caracterizado.
A sabiendas que soy muy distraído opté por colocar una identificación no vigente, con el pretexto de que si la llegaba a perder no resintiera tal descuido, ¡grave error! Resulta que cuando entré al aula para el sano esparcimiento de impartir clases, sintiéndome seguro con ella colgada sobre el pecho, una sincera estudiante preguntó, “¿cuántos años tenía en esa foto, profe?”. Como patada de mula mi orgullo puso en acción el mecanismo de defensa e intentando no descubrir mi edad, le dije: “no es tan vieja, es de hace dos años”. ¡Ah! Lo que pasa es que se ve joven con más cabello y sin canas.-replicó la chica.
De pronto, empecé a sentir un poco de pena recordando las veces que me he mofado de las credenciales que identifican a los galenos, enfermeras y asistentes médicos de la clínica a la que acudo para atender la enfermedad crónica degenerativa que padezco, pues al ver sus fotos he llegado a pensar que se las tomaron hace siglos, debido a que algunos ya ni lucen igual.
También recordé que de un tiempo a la fecha ciertos alimentos me producen indigestión, inflamación abdominal y flatulencias, cosa que antes así no sucedía; durante las noches acudo al baño más de tres veces gracias a la sensación de orinar; resulta difícil escuchar con claridad; he perdido la paciencia y con facilidad exploto en ataques de ira; si no tengo nada importante que hacer la desgraciada ansiedad hace que tenga más problemas imaginarios que reales, situación que algunas veces me hunde en la vil depresión, haciendo de mi un ser melancólico.
Fue cuando reflexioné sobre el avance del tiempo y las pequeñas pausas que hace en nuestro aspecto, bueno en algunos son abismos, pues a pesar de que nos imaginamos igual, siempre habrá alguien que nos escupa a la cara nuestra realidad; sentí envidia por el personaje del escritor irlandés Oscar Wilde, Dorian Gray, es más, estuve a punto de aclamar a Basil Hallward, para que hiciera una pintura que envejeciera por mi.
Maldito ajetreo cotidiano que no nos permite darnos cuenta de tantos excesos, desveladas, estrés, ansiedades, nerviosismos, que sumada a la tiznada vanidad de los coitos forzados por conservar la vigencia masculina, entre otras actividades más, poco a poco van deteriorando la fachada y, del interior sólo un médico podrá diagnosticarnos nuestro estado de salud -imagino que no ha de estar muy bien-; lo peor es el pinche empeño por creer que seguimos siendo adolescentes, pero de más de cuarenta años.
A raíz de lo anterior, con el debido respeto que se merece el Instituto Federal Electoral, hago una atenta recomendación para que en sus promocionales de actualizar la credencial incluyan en el eslogan: “¡Si cambiaste de domicilio, perdiste tu credencial, ya no la tienes o de plano no te pareces al de la foto! Es tiempo de renovarla, acude al módulo de tu preferencia a realizar el trámite”. Como están los tiempos de violentos vale la pena hacerlo, digo, uno nunca sabe a quien se parecerá mañana.
miércoles, 16 de marzo de 2011
Vintage
“¡Botellas que vendan! ¡Zapatos usados!
¡Sombreros estropeados, pantalones remendados!
¡Cambio, vendo y compro por igual!” Francisco Gabilondo Soler
Cuando uno navega por la internet, se encuentra tantas cosas, según datos de los 30.6 millones de usuarios de la web en nuestro país, una minoría (12%) realiza compras por Internet, el resto que no forma parte de tal estadística señal que desconfían de quienes ofertan sus productos, pues temen ser víctimas de fraudes, y en estos tiempos, el que no comete uno puede ser tachado de inocente o tonto, o sea, el que no transa, no avanza. ¡Hazme el chingado favor!
En el ciberespacio existen varias páginas de compra-venta con sus respectivas plataformas donde los cibernautas ofrecen una variedad de productos; algunos de esos objetos son nuevos, otros seminuevos y alguno que otro cachivache, cada uno de acuerdo a su valor estimativo es como se cotiza; es curioso que los más vendidos son antigüedades que muchas veces son unos vejestorios dignos del desván o cuarto de tiliches de la abuela.
Es curioso como la tecnología que nos proporciona este medio la hemos utilizado para buscar cosas del pasado, aquello que al observarlo nos llena de nostalgia sobre las épocas que nunca volverán; alguien dijo que el actual uso de la Internet es equivalente a conducir un coche moderno mirando por el espejo retrovisor. Razón por la cual en los portales donde se ofrecen diversos productos a la venta ha sido tanto la demanda por objetos del pasado que se ha creado una categoría denominada “vintage”.
A partir de tal clasificación, todo lo pasado de moda se considera clásico, por lo tanto puede ser llamado “vintage”; en un principio este término se empleaba para designar así a la cosecha de uva y a la producción de vino en los Estados Unidos, con su vulgarización se transformó en sinónimo de “vendimia”, imagino que por esta razón en la actualidad se utiliza para denominar de esa forma a la citada taxonomía.
Entre los objetos que se han vendido en altas cifras por el espacio virtual se encuentra la revista de dibujos “Action Comics” número uno que se publicó en 1938, donde aparece por primera vez Superman, el extraterrestre que se pone calzón rojo sobre unas coquetísimas mallas azules y que para parecer humano se comporta muy torpe, además de usar gafas de ñoño; tal revista en su respectiva fecha de edición se vendía en diez centavos de dólar y en este siglo fue comprado por la nada deleznable cantidad de un millón de dólares; dicen que fue cuestión de un minuto para que se comprara en tal cantidad. En lo que va del año se espera que la próxima copia de este ejemplar se venda en 1.5 millones de billetes gringos.
Creo que eso me motiva a desempolvar mis ejemplares de “Hermelinda Linda” y “Las andanzas de Aniceto”; además, no estaría mal subir a la venta joyas olvidadas por nuestra escritura como las letras doble ele o como vulgarmente se le conocía “elle”, la doble erre y la literal que seguro estoy se cotizaría a un alto precio por el uso que Don Roberto Gómez Bolaños le dio a la famosa che.
Curiosamente este dígrafo junto con la elle, desde su creación en 1803, fueron considerados como letras de nuestro abecedario, debido a que representan cada una de ellas un sólo sonido; fue siglos más adelante cuando cierta asociación de la lengua castellana decidió decretar que a partir de 1994 ya no se consideraran como letras independientes, pues según ellos eran el resultado de la conjugación de varias literales.
De la misma forma puedo ofertar el diorama que hice en secundaria con esferas de nieve seca o unicel sobre el Sistema Solar, con la nostalgia de observar por única vez a Plutón o la representación en la primaria que elaboré en plastilina del planisferio con sus divisiones políticas donde se puede ver con claridad las dos Alemanias y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
No es de sorprenderse que muchos de nuestros semejantes vivan en la nostalgia de añorar el pasado, argumentando que no hubo mejores tiempos que los ya vividos y que recordar es volver a vivir, por esas razones muchos se aprovechan para lucrar con tales sentimientos ofreciendo a la venta artefactos tan viejos y caducos dignos de un pepenador; más el peor de todos esos sentimentalistas, es el que siente la nostalgia por añorar lo que nunca ha sucedido, ¡espero que usted no sea de esos!
¡Sombreros estropeados, pantalones remendados!
¡Cambio, vendo y compro por igual!” Francisco Gabilondo Soler
Cuando uno navega por la internet, se encuentra tantas cosas, según datos de los 30.6 millones de usuarios de la web en nuestro país, una minoría (12%) realiza compras por Internet, el resto que no forma parte de tal estadística señal que desconfían de quienes ofertan sus productos, pues temen ser víctimas de fraudes, y en estos tiempos, el que no comete uno puede ser tachado de inocente o tonto, o sea, el que no transa, no avanza. ¡Hazme el chingado favor!
En el ciberespacio existen varias páginas de compra-venta con sus respectivas plataformas donde los cibernautas ofrecen una variedad de productos; algunos de esos objetos son nuevos, otros seminuevos y alguno que otro cachivache, cada uno de acuerdo a su valor estimativo es como se cotiza; es curioso que los más vendidos son antigüedades que muchas veces son unos vejestorios dignos del desván o cuarto de tiliches de la abuela.
Es curioso como la tecnología que nos proporciona este medio la hemos utilizado para buscar cosas del pasado, aquello que al observarlo nos llena de nostalgia sobre las épocas que nunca volverán; alguien dijo que el actual uso de la Internet es equivalente a conducir un coche moderno mirando por el espejo retrovisor. Razón por la cual en los portales donde se ofrecen diversos productos a la venta ha sido tanto la demanda por objetos del pasado que se ha creado una categoría denominada “vintage”.
A partir de tal clasificación, todo lo pasado de moda se considera clásico, por lo tanto puede ser llamado “vintage”; en un principio este término se empleaba para designar así a la cosecha de uva y a la producción de vino en los Estados Unidos, con su vulgarización se transformó en sinónimo de “vendimia”, imagino que por esta razón en la actualidad se utiliza para denominar de esa forma a la citada taxonomía.
Entre los objetos que se han vendido en altas cifras por el espacio virtual se encuentra la revista de dibujos “Action Comics” número uno que se publicó en 1938, donde aparece por primera vez Superman, el extraterrestre que se pone calzón rojo sobre unas coquetísimas mallas azules y que para parecer humano se comporta muy torpe, además de usar gafas de ñoño; tal revista en su respectiva fecha de edición se vendía en diez centavos de dólar y en este siglo fue comprado por la nada deleznable cantidad de un millón de dólares; dicen que fue cuestión de un minuto para que se comprara en tal cantidad. En lo que va del año se espera que la próxima copia de este ejemplar se venda en 1.5 millones de billetes gringos.
Creo que eso me motiva a desempolvar mis ejemplares de “Hermelinda Linda” y “Las andanzas de Aniceto”; además, no estaría mal subir a la venta joyas olvidadas por nuestra escritura como las letras doble ele o como vulgarmente se le conocía “elle”, la doble erre y la literal que seguro estoy se cotizaría a un alto precio por el uso que Don Roberto Gómez Bolaños le dio a la famosa che.
Curiosamente este dígrafo junto con la elle, desde su creación en 1803, fueron considerados como letras de nuestro abecedario, debido a que representan cada una de ellas un sólo sonido; fue siglos más adelante cuando cierta asociación de la lengua castellana decidió decretar que a partir de 1994 ya no se consideraran como letras independientes, pues según ellos eran el resultado de la conjugación de varias literales.
De la misma forma puedo ofertar el diorama que hice en secundaria con esferas de nieve seca o unicel sobre el Sistema Solar, con la nostalgia de observar por única vez a Plutón o la representación en la primaria que elaboré en plastilina del planisferio con sus divisiones políticas donde se puede ver con claridad las dos Alemanias y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
No es de sorprenderse que muchos de nuestros semejantes vivan en la nostalgia de añorar el pasado, argumentando que no hubo mejores tiempos que los ya vividos y que recordar es volver a vivir, por esas razones muchos se aprovechan para lucrar con tales sentimientos ofreciendo a la venta artefactos tan viejos y caducos dignos de un pepenador; más el peor de todos esos sentimentalistas, es el que siente la nostalgia por añorar lo que nunca ha sucedido, ¡espero que usted no sea de esos!
miércoles, 9 de marzo de 2011
El juego del hombre
“De domingos de fútbol, metida en casa.” José Luis Perales
Continuamente mis alumnos me preguntan cuál es mi equipo de soccer favorito, al responderles que ninguno los noto algo defraudados, es más, creo que se quedan con la impresión de que no he sido sincero, pero, la verdad nunca me ha gustado el fútbol; solía decirme un viejo conocido, que si no es de mi agrado el balompié, significa que no soy un hombre completo.
¡Valiendo sombrilla! O sea, qué para ser cabalmente masculino es necesario pasar noventa minutos de mi tiempo observando cómo veintidós imbéciles patean un balón y un tipo vestido de negro trata de controlar sus ímpetus bestiales por querer figurar. Ahora comprendo por qué muchos padres de familia les ponen a sus hijos de apenas tres años –si, a ellos que aún no poseen la capacidad de elección por iniciativa propia- la camiseta del equipo de su preferencia, es decir, no quieren un putito en el hogar.
En nuestro país como en muchos otros, los seguidores de algún equipo futbolístico como que no disfrutan del encuentro deportivo cuando el suyo se las está viendo color de hormiga, he notado que se retiran de los televisores molestos, insultan al monitor, lo escupen, golpean como si este fuera el culpable de su desgracia. Percibo a otros nerviosos, acabarse cajetillas enteras de tacos de taquicardia, secarse el sudor de las manos en el mueble, jalarse los cabellos o terminar con un peinado muy al estilo de Cyndi Lauper.
Otra cara es cuando ese equipo va ganando, se abrazan e incluso besan al que tienen al lado sin el prejuicio de ser clasificados como gay, acarician a la pantalla como si estuvieran apapachando a algún jugador, gritan de júbilo en cada entrada a favor, aplauden, chiflan, etc.; la verdad es muy divertido observarlos convertirse en seres bipolares dependiendo de la situación.
Al finalizar el encuentro viene lo mejor, los que le van al equipo que ganó, inmediatamente toman sus teléfonos para dar inicio a un juego cruel sentimental que consiste en llamar o enviar mensajes de texto a los conocidos que le van al equipo perdedor, con la firme intención de mofarse, pendejearlos y echarles en cara por qué le van a ese jodido equipo. Por obvias razones los perdedores apagan sus penas en cerveza, pero no su pinche celular, eso es ser masoquistas, ¿es esto una forma sana de diversión?
Además, si como dijo mi amigo, es un deporte para hombres, porque hay liga de balompié femenil, porqué muchas chicas portan la playera de Piqué como si fueran a salir a la cancha o será que quieren experimentar al ponérsela la misma dosis de amor que le da a la cantante colombiana de anchas caderas.
Por otro lado, soy el mismo pela gatos de siempre si el tipo que tiene apodo de guisante anota un gol en canchas extranjeras, si pierde o gana tal partido y, si el deporte es saludable para le mente y el espíritu, porque siempre que veo a mis conocidos frente a la televisión un domingo futbolero, me dan ganas de cambiarles los cacahuates que botanean por pastillas de Tafil.
Continuamente mis alumnos me preguntan cuál es mi equipo de soccer favorito, al responderles que ninguno los noto algo defraudados, es más, creo que se quedan con la impresión de que no he sido sincero, pero, la verdad nunca me ha gustado el fútbol; solía decirme un viejo conocido, que si no es de mi agrado el balompié, significa que no soy un hombre completo.
¡Valiendo sombrilla! O sea, qué para ser cabalmente masculino es necesario pasar noventa minutos de mi tiempo observando cómo veintidós imbéciles patean un balón y un tipo vestido de negro trata de controlar sus ímpetus bestiales por querer figurar. Ahora comprendo por qué muchos padres de familia les ponen a sus hijos de apenas tres años –si, a ellos que aún no poseen la capacidad de elección por iniciativa propia- la camiseta del equipo de su preferencia, es decir, no quieren un putito en el hogar.
En nuestro país como en muchos otros, los seguidores de algún equipo futbolístico como que no disfrutan del encuentro deportivo cuando el suyo se las está viendo color de hormiga, he notado que se retiran de los televisores molestos, insultan al monitor, lo escupen, golpean como si este fuera el culpable de su desgracia. Percibo a otros nerviosos, acabarse cajetillas enteras de tacos de taquicardia, secarse el sudor de las manos en el mueble, jalarse los cabellos o terminar con un peinado muy al estilo de Cyndi Lauper.
Otra cara es cuando ese equipo va ganando, se abrazan e incluso besan al que tienen al lado sin el prejuicio de ser clasificados como gay, acarician a la pantalla como si estuvieran apapachando a algún jugador, gritan de júbilo en cada entrada a favor, aplauden, chiflan, etc.; la verdad es muy divertido observarlos convertirse en seres bipolares dependiendo de la situación.
Al finalizar el encuentro viene lo mejor, los que le van al equipo que ganó, inmediatamente toman sus teléfonos para dar inicio a un juego cruel sentimental que consiste en llamar o enviar mensajes de texto a los conocidos que le van al equipo perdedor, con la firme intención de mofarse, pendejearlos y echarles en cara por qué le van a ese jodido equipo. Por obvias razones los perdedores apagan sus penas en cerveza, pero no su pinche celular, eso es ser masoquistas, ¿es esto una forma sana de diversión?
Además, si como dijo mi amigo, es un deporte para hombres, porque hay liga de balompié femenil, porqué muchas chicas portan la playera de Piqué como si fueran a salir a la cancha o será que quieren experimentar al ponérsela la misma dosis de amor que le da a la cantante colombiana de anchas caderas.
Por otro lado, soy el mismo pela gatos de siempre si el tipo que tiene apodo de guisante anota un gol en canchas extranjeras, si pierde o gana tal partido y, si el deporte es saludable para le mente y el espíritu, porque siempre que veo a mis conocidos frente a la televisión un domingo futbolero, me dan ganas de cambiarles los cacahuates que botanean por pastillas de Tafil.
miércoles, 2 de marzo de 2011
El Cara de libro
Es sorprendente como la cultura de las redes sociales se ha vuelto una necesidad, si no cuentas con tu Facebook, te consideran un anticuado o lo más triste, algunos te tachan hasta de analfabeta; motivado por la infinidad de novios que ahora acuden a los jardines públicos con su computadora portátil a conectarse para navegar por esta plataforma-¡estos tiempos modernos! Antes ibas ahí a intercambiar besos de tornillo, hoy hay un tercero que no genera discordia, el cerebro electrónico-, y para no entrar en la categoría de analfabestia, me puse a diseñar el propio.
De entrada no es nada asombroso, pues tal pareciera que metieron en una licuadora los sitios de Sonico, Hi5 y Myspace, con la única diferencia que a este continuamente se le agregan aplicaciones y mil taradeces más, en pocas palabras, es el hijo putativo de los antes mencionados; entonces, ¿Por qué tanto alarde?
Una vez terminado, además de haber quedado fichado por el FBI, lo di a conocer a dos personas, en menos de tres semanas ya contaba con treinta “amigos”-escribo la palabra entre comillas, pues para ser honestos, no creo que todos te estimen de verdad, algunos te agregan para incrementar su popularidad-; la primera crítica que recibí, fue el haber puesto una dibujo de imagen, en lugar de una fotografía como es lo usual, razón por la cual fui clasificado como un collón, peor fue el no haber puesto mis datos verdaderos.
Como estamos hoy con las extorsiones, sólo un inocente se animaría a proporcionar sus datos reales, pero no todos son tan cobardes como éste, su inseguro servidor, pues hay valientes que sí se atreven, hasta son capaces de ofrecer más de un correo electrónico e incluso existe quien escribe su celular, todo sea por el hecho de “socializar”, ajá.
De forma continua me pregunto, ¿qué tiene de social estar sentado frente al monitor intercambiando mensajes, fotografías y frasecitas seudo inteligentes? Pues ni siquiera sabes si el destinatario es quien dice ser, si no me creen a las pruebas me remito, igual no sabes con precisión su género exacto, las intenciones que tenga, entre otros detalles.
A raíz de esas redes algunos miden el afecto, como una especie de afecto importado… pero del Polo Norte, pues es algo carente de calor humano, es decir, tan frío como recibir felicitaciones de aniversario, regalos virtuales, abrazos y besos a través de íconos llamados “emoticons” que de ternura sólo tienen la imagen; no comprendo como alguien puede estar tan feliz de sentirse apreciado con esas gélidas muestras de cariño. Ello me recuerda a las tarjetitas con la imagen de las aberraciones que se hacían llamar Burundis, mismas que en mi época de bachiller era común intercambiarse, ¿alguien sabe a qué especie animal emulaban esos horribles dibujos?
Este medio es una rica fuente de espionaje, pues todos los usuarios por estar actualizados suben la información más reciente de sus agendas, razón por la cual nos enteramos quienes son sus parejas sentimentales, la guarida que comparten con ciertas guarrillas, qué hacen en sus ratos de ocio, a dónde van a divertirse, los alimentos que consumen, la marca de ropa con que se visten, lo bien formado que tienen sus cuerpos, pues algunos se toman fotos en paños menores, otros exhiben diminutas prendas que dejan poco a la imaginación de los libidinosos, entre muchas obscenidades más.
Es tanta la influencia de este medio que se han desatado modas tan patéticas como el de las fotografías de chicas sacando su lengua hacia la izquierda, que las hace ver como desquiciadas; la choteadísima herencia del metroFLOG, la foto aérea con ojitos torneados y las maquilladas fotos con adornitos multicolores; la gente que “EsCri-B Aci”, legado de los mensajes de texto del celular, pero con la única diferencia que aquí nadie les va a cobrar si hacen su escritura de forma correcta o ya de plano así escriben de horrible, además ¿qué significan los pinches simbolitos?
Como patrimonio de esta red contamos con el nefasto etiquetado de fotografías, donde te colocan retratos de personas que ni siquiera conoces, lo cual satura tu bandeja de correos electrónicos con avisos sobre las opiniones de los contactos que tiene registrados quien la etiqueto, además muchas de las veces ni siquiera te preguntan si lo deseas o no, pero es parte de la dinámica de este medio, por lo tanto tienes que soportarlo; al tratarse de un sitio donde pulula la gente, no podía quedar exento de quienes se mofan del prójimo escribiéndoles improperios y hasta leperadas, queriendo ser simpáticos.
Gracias a su poder de atracción sobre las masas, las empresas comerciales colocan sin el consentimiento de los usuarios diversas publicidades en su perfil, igual existen algunas que poseen su propio dominio, captando personas que potencialmente se transformaran en consumidores; como si fuera el “aviso de ocasión” del periódico, algunos sujetos ofrecen sus servicios, razón por la cual podemos encontrar desde fontanería hasta masajes eróticos. Los sociólogos bien podrían encontrar este tipo de redes como un espacio propicio para realizar estudios antropológicos, debido a que ahí encontramos tribus urbanas de todo tipo.
Las únicas buenas causas que hasta la fecha conozco de este medio son el fomentar la solidaridad en la búsqueda de una niña de escasos nueve meses de nacida que fue robada del hospital donde nació y la campaña para salvar a las modelos nórdicas de ropa interior.
Lo más decadente es que si usted pasa más horas revisando el contenido de su Facebook que al lado de sus familiares o seres queridos, se desvela hasta la madrugada, etcétera, etc., ¡cuidado! Es probable que sea, como en psicología se llama, un adicto a la Web, más para mi es todo un adicto a esa cultura del ocio.
De entrada no es nada asombroso, pues tal pareciera que metieron en una licuadora los sitios de Sonico, Hi5 y Myspace, con la única diferencia que a este continuamente se le agregan aplicaciones y mil taradeces más, en pocas palabras, es el hijo putativo de los antes mencionados; entonces, ¿Por qué tanto alarde?
Una vez terminado, además de haber quedado fichado por el FBI, lo di a conocer a dos personas, en menos de tres semanas ya contaba con treinta “amigos”-escribo la palabra entre comillas, pues para ser honestos, no creo que todos te estimen de verdad, algunos te agregan para incrementar su popularidad-; la primera crítica que recibí, fue el haber puesto una dibujo de imagen, en lugar de una fotografía como es lo usual, razón por la cual fui clasificado como un collón, peor fue el no haber puesto mis datos verdaderos.
Como estamos hoy con las extorsiones, sólo un inocente se animaría a proporcionar sus datos reales, pero no todos son tan cobardes como éste, su inseguro servidor, pues hay valientes que sí se atreven, hasta son capaces de ofrecer más de un correo electrónico e incluso existe quien escribe su celular, todo sea por el hecho de “socializar”, ajá.
De forma continua me pregunto, ¿qué tiene de social estar sentado frente al monitor intercambiando mensajes, fotografías y frasecitas seudo inteligentes? Pues ni siquiera sabes si el destinatario es quien dice ser, si no me creen a las pruebas me remito, igual no sabes con precisión su género exacto, las intenciones que tenga, entre otros detalles.
A raíz de esas redes algunos miden el afecto, como una especie de afecto importado… pero del Polo Norte, pues es algo carente de calor humano, es decir, tan frío como recibir felicitaciones de aniversario, regalos virtuales, abrazos y besos a través de íconos llamados “emoticons” que de ternura sólo tienen la imagen; no comprendo como alguien puede estar tan feliz de sentirse apreciado con esas gélidas muestras de cariño. Ello me recuerda a las tarjetitas con la imagen de las aberraciones que se hacían llamar Burundis, mismas que en mi época de bachiller era común intercambiarse, ¿alguien sabe a qué especie animal emulaban esos horribles dibujos?
Este medio es una rica fuente de espionaje, pues todos los usuarios por estar actualizados suben la información más reciente de sus agendas, razón por la cual nos enteramos quienes son sus parejas sentimentales, la guarida que comparten con ciertas guarrillas, qué hacen en sus ratos de ocio, a dónde van a divertirse, los alimentos que consumen, la marca de ropa con que se visten, lo bien formado que tienen sus cuerpos, pues algunos se toman fotos en paños menores, otros exhiben diminutas prendas que dejan poco a la imaginación de los libidinosos, entre muchas obscenidades más.
Es tanta la influencia de este medio que se han desatado modas tan patéticas como el de las fotografías de chicas sacando su lengua hacia la izquierda, que las hace ver como desquiciadas; la choteadísima herencia del metroFLOG, la foto aérea con ojitos torneados y las maquilladas fotos con adornitos multicolores; la gente que “EsCri-B Aci”, legado de los mensajes de texto del celular, pero con la única diferencia que aquí nadie les va a cobrar si hacen su escritura de forma correcta o ya de plano así escriben de horrible, además ¿qué significan los pinches simbolitos?
Como patrimonio de esta red contamos con el nefasto etiquetado de fotografías, donde te colocan retratos de personas que ni siquiera conoces, lo cual satura tu bandeja de correos electrónicos con avisos sobre las opiniones de los contactos que tiene registrados quien la etiqueto, además muchas de las veces ni siquiera te preguntan si lo deseas o no, pero es parte de la dinámica de este medio, por lo tanto tienes que soportarlo; al tratarse de un sitio donde pulula la gente, no podía quedar exento de quienes se mofan del prójimo escribiéndoles improperios y hasta leperadas, queriendo ser simpáticos.
Gracias a su poder de atracción sobre las masas, las empresas comerciales colocan sin el consentimiento de los usuarios diversas publicidades en su perfil, igual existen algunas que poseen su propio dominio, captando personas que potencialmente se transformaran en consumidores; como si fuera el “aviso de ocasión” del periódico, algunos sujetos ofrecen sus servicios, razón por la cual podemos encontrar desde fontanería hasta masajes eróticos. Los sociólogos bien podrían encontrar este tipo de redes como un espacio propicio para realizar estudios antropológicos, debido a que ahí encontramos tribus urbanas de todo tipo.
Las únicas buenas causas que hasta la fecha conozco de este medio son el fomentar la solidaridad en la búsqueda de una niña de escasos nueve meses de nacida que fue robada del hospital donde nació y la campaña para salvar a las modelos nórdicas de ropa interior.
Lo más decadente es que si usted pasa más horas revisando el contenido de su Facebook que al lado de sus familiares o seres queridos, se desvela hasta la madrugada, etcétera, etc., ¡cuidado! Es probable que sea, como en psicología se llama, un adicto a la Web, más para mi es todo un adicto a esa cultura del ocio.
miércoles, 23 de febrero de 2011
My commanding wife
“Los hombres dan vida de ángel, dijo una buena mujer,
porque la tienen a una encuerada y sin comer.” Oscar Chávez
Durante la época cuaternaria de mi adolescencia, cuando uno está en la edad de socializar con adultos para sentirse identificado con ellos y aceptado como tal, hice amistad con Don Matías, un cincuentón cuyo oficio era la carpintería, me gustaba mucho ir a su taller a pasar horas de ocio charlando sobre la filosofía griega, pues a este singular individuo le extasiaba tal tema, tenía una amplia biblioteca sobre textos que versaban desde los pensadores más representativos hasta de su geografía. Gracias a esas pláticas supe que Homero, el ciego rapsoda que compiló la Ilíada y la Odisea, existía una réplica de su persona en cada población de la antigua Grecia, y curiosamente todos se jactaban de ser el original, algo semejante a nuestro Pancho Villa durante la Revolución.
Don Mati, como así le decíamos la chaviza, en su carpintería como caja de herramientas tenía un ataúd de madera, que según él había construido con el propósito de que cuando muriera ahí quería que lo metieran para su cristiana sepultura, Doña Herminia su mujer, cuando le escuchaba decir eso, sacudía la cabeza y guiñaba el ojo izquierdo en señal de guasa; había un aspecto que en la actualidad se considera negativo, más en ese tiempo era una particularidad, este señor aparentemente era muy machista, de esos que piensan que el género femenino en sus genes trae planchar, cocinar, cambiar pañales, lavar ropa y trastes.
Seguido se quejaba de que el modernismo trajo consigo la pésima idea de la liberación femenina, pero que era difusa, pues no tenían claro si la mujer pretendía igualar o destituir al hombre; si pretendían igualarlo, pues le sucedería lo mismo que a las Amazonas, las cuales para poder utilizar el arco tenían que extirparse un seno. Por otro lado si de destituirlo se trataba, estaban en un error, pues somos necesarios para la reproducción humana.
Se apasionaba tanto, hasta el grado de comparar la belleza física del macho y la hembra, preguntándome sobre qué género era más hermoso de las especies, confrontando así las características del aspecto que diferencian al varón de las féminas entre las razas equinas, aves y felinos, a sabiendas que de todas ellas destaca la gallardía del macho; remataba aludiendo que las mujeres son como las verdades, hay que maquillarlas para que no se perciban tan crueles. Sarcásticamente decía que eran un mal necesario que para tenerlas siempre de buen humor, habría que hacerles sendos regalos, además científicamente está comprobado que sólo a las bestias deslumbran los objetos brillantes, razón por la cual a ellas les gustan las joyas.
Creo que todo ese machismo era una fachada, pues siempre seguía al pie de la letra las indicaciones de su esposa, en su delante nunca abordaba tales argumentos, es más, se comportaba como obediente corderito; una vez que lo visité percibí una situación tensa, después supe que debido a ciertas diferencias tenían tres días que ninguno de los dos se dirigía la palabra. Don Mati, solía decir que cuando su vieja se encabronaba con él, en lugar de ponerse histérica se volvía histórica haciéndole un recuento de todas las pendejadas que le había hecho vivir desde que son pareja.
Ese día por más que intentaba involucrarla en nuestra plática, la señora continuaba enmudecida, lo ignoraba, ella sólo a mis palabras respondía denotando que el trato para mí era el de siempre; de pronto el carpintero como energúmeno se puso a vaciar el armario, volteó los cajones y tiró todo lo que ahí contenía. Llevados varios minutos, Doña Herminia no pudo contenerse y le gritó airada, “¿se puede saber qué chingados estás buscando?” “¡Bendito sea el creador, ya lo he encontrado!” Respondió Don Matías con cierto acento de triunfo y esbozando una maliciosa sonrisa-. “¡Tu voz!”.
porque la tienen a una encuerada y sin comer.” Oscar Chávez
Durante la época cuaternaria de mi adolescencia, cuando uno está en la edad de socializar con adultos para sentirse identificado con ellos y aceptado como tal, hice amistad con Don Matías, un cincuentón cuyo oficio era la carpintería, me gustaba mucho ir a su taller a pasar horas de ocio charlando sobre la filosofía griega, pues a este singular individuo le extasiaba tal tema, tenía una amplia biblioteca sobre textos que versaban desde los pensadores más representativos hasta de su geografía. Gracias a esas pláticas supe que Homero, el ciego rapsoda que compiló la Ilíada y la Odisea, existía una réplica de su persona en cada población de la antigua Grecia, y curiosamente todos se jactaban de ser el original, algo semejante a nuestro Pancho Villa durante la Revolución.
Don Mati, como así le decíamos la chaviza, en su carpintería como caja de herramientas tenía un ataúd de madera, que según él había construido con el propósito de que cuando muriera ahí quería que lo metieran para su cristiana sepultura, Doña Herminia su mujer, cuando le escuchaba decir eso, sacudía la cabeza y guiñaba el ojo izquierdo en señal de guasa; había un aspecto que en la actualidad se considera negativo, más en ese tiempo era una particularidad, este señor aparentemente era muy machista, de esos que piensan que el género femenino en sus genes trae planchar, cocinar, cambiar pañales, lavar ropa y trastes.
Seguido se quejaba de que el modernismo trajo consigo la pésima idea de la liberación femenina, pero que era difusa, pues no tenían claro si la mujer pretendía igualar o destituir al hombre; si pretendían igualarlo, pues le sucedería lo mismo que a las Amazonas, las cuales para poder utilizar el arco tenían que extirparse un seno. Por otro lado si de destituirlo se trataba, estaban en un error, pues somos necesarios para la reproducción humana.
Se apasionaba tanto, hasta el grado de comparar la belleza física del macho y la hembra, preguntándome sobre qué género era más hermoso de las especies, confrontando así las características del aspecto que diferencian al varón de las féminas entre las razas equinas, aves y felinos, a sabiendas que de todas ellas destaca la gallardía del macho; remataba aludiendo que las mujeres son como las verdades, hay que maquillarlas para que no se perciban tan crueles. Sarcásticamente decía que eran un mal necesario que para tenerlas siempre de buen humor, habría que hacerles sendos regalos, además científicamente está comprobado que sólo a las bestias deslumbran los objetos brillantes, razón por la cual a ellas les gustan las joyas.
Creo que todo ese machismo era una fachada, pues siempre seguía al pie de la letra las indicaciones de su esposa, en su delante nunca abordaba tales argumentos, es más, se comportaba como obediente corderito; una vez que lo visité percibí una situación tensa, después supe que debido a ciertas diferencias tenían tres días que ninguno de los dos se dirigía la palabra. Don Mati, solía decir que cuando su vieja se encabronaba con él, en lugar de ponerse histérica se volvía histórica haciéndole un recuento de todas las pendejadas que le había hecho vivir desde que son pareja.
Ese día por más que intentaba involucrarla en nuestra plática, la señora continuaba enmudecida, lo ignoraba, ella sólo a mis palabras respondía denotando que el trato para mí era el de siempre; de pronto el carpintero como energúmeno se puso a vaciar el armario, volteó los cajones y tiró todo lo que ahí contenía. Llevados varios minutos, Doña Herminia no pudo contenerse y le gritó airada, “¿se puede saber qué chingados estás buscando?” “¡Bendito sea el creador, ya lo he encontrado!” Respondió Don Matías con cierto acento de triunfo y esbozando una maliciosa sonrisa-. “¡Tu voz!”.
miércoles, 16 de febrero de 2011
Jugar por jugar
Cierta vez que me encontraba en abnegada y obligada aptitud de pilmama de mi sobrina de ocho años, acompañándola en una fiesta de cumpleaños, estando observando el espectáculo del payaso, pude notar que a la mayoría de los infantes les importaba poco lo que hiciera el supuesto arlequín, creo que los más interesados en participar dentro de las dinámicas eran los adultos, pues eran ellos los que respondían a las trivias con la idea de no evidenciar la ignorancia de sus retoños.
En su desesperación por atraer a los niños el payaso optó por organizar juego de rondas infantiles, fue cuando pude escuchar a uno de los pequeños decir que eso era para niñas y, si los chamaquitos participaban se les caería el pitito.
Órale, esas palabras eran de mucho peso para un cuarentón como yo, que durante la infancia el mejor horario de diversión era la noche, cuando un grupo de niñas y niños me invitaban a participar en esos juegos colectivos tradicionales donde se cantaba con rimas y a la vez se realizaban ciertos movimientos que emulaban la letra de la canción; digo, no era tan gay simular las labores domésticas del “patio de mi casa”, pues no importaba el sexo, lo único que se tomaba en cuenta era vivir el momento de esparcimiento que tanto hombres como mujeres gozábamos, es más, no había necesidad de un exagerado estudio de género para concientizarnos sobre la igualdad de sexos en las comisiones de las faenas del hogar.
Resultaba agradable convivir entre toda esa algarabía y bullicio que mezclaban alegría e inocencia con tintes de ingenuidad, pues entre los jugadores nos tomábamos de las manos, de los hombros e incluso hasta abrazos sin ningún pinche morbo, a diferencia de hoy que los pequeños nomás se rozan la mano y el confiscado chamaquito empieza a decir que es su novia o su libidinoso papá alardea que su gallito anda en el gallinero tras las pollas.
Se dice que las rondas infantiles fueron traídas a nuestro país por los conquistadores, utilizadas como pretexto para castellanizar a los aborígenes; expertos en lúdica afirman que los juegos practicados a través de ellas promueven la participación en grupo, el respeto, la colaboración y el ejercicio físico, evitando ese jodido sedentarismo que promueven los juegos de video que tanto gordinflón infante nos ha dado.
Fue en una fiesta popis donde nos hicieron jugar rondas con la guía de un disco de vinilo que además de incluir la letra de las coplas también se explicaba como debían hacerse los movimientos para representarlas, coartando así nuestra capacidad de improvisación, lo que por ende se volvió un tedio, pues la madre del festejado como sargento dirigiéndose a sus reclutas obligaba a llevar los pasos de forma coordinada, lo cual me hizo recordar una de las razones por las que detestaba la escuela.
Y es que en su mayoría, los juegos de rondas los aprendías como todo lo importante de la vida, en la escuela de la calle, cada grupo de conocidos nos los presentaba como algo novedoso que además de divertirnos afianzaba los lazos de amistad; ahora que recuerdo, ¡qué divertido era robarse a Doña Blanca! Para serles honesto, por lo tergiversado de las versiones de esta copla, siempre dudaba si el estribillo hacia referencia al “Quijotillo”, ese personaje cervantesco de la lánguida figura o se centraba en un “chicotillo”, la tira gruesa de cuero que se utiliza para azotar a los cuacos.
Fue años más adelante cuando al revisar el cancionero de la Compañía Infantil de Televicentro, supe que la forma correcta de pronunciarlo es “jicotillo”, una avispa gruesa de color negro y panza amarilla, que al picar produce un dolor intenso, ahora comprendo el porqué de los pilares de oro y plata, y la verdad ya sabiendo a que se refiere no luce tan terrorífico como lo imaginaba.
Resulta imposible olvidar a Juan Pirulero, donde sacabas tu vocación al emular equis profesión, así como casi terminabas encuerado al ir dejando cada prenda al perder; que agradable eran los encontronazos de los maderos de San Juan cuando la fila de enfrente se acercaba a uno en cada “aserrín, aserrán”; la divertida “Víbora de la Mar” que no dejaba pasar a los de atrás, brindándote la capacidad de elección entre el melón, la sandía o de perdida la vieja del otro día.
Fue una pena que en la década de los ochentas cierto intelectualoide relacionado con la educación pública, bajo el argumento de que las rondas infantiles eran exigentes, crueles e incluso fomentaban el miedo al inculcar valores estrictos; las satanizó a tal grado de lograr su prohibición en las escuelas de preescolar donde las educadoras las fomentaban como herramienta del sano esparcimiento y la cohesión grupal.
En la actualidad nuestros infantes juegan a ser adultos, para cuando crezcan querer volver a ser niños, además casi todos sus juegos son violentos, carentes de paz y armonía, es más, denotan mucha influencia de los mass-medios, pues si utilizan carritos siempre quieren tener los más modernos, la Barbie es “totalmente palacio” y toma pastillas anticonceptivas, gracias a Max Steel hay monjas sin violar, se ha disminuido el combate al narcotráfico, y los juegos que implican cierta actividad lúdica, se convierten en cuadriláteros de la WWE o pista de carreras, lo cual nos hace suponer que en sí toda la niñez es hiperactiva o que los niños en lugar de leche materna consumieron RedBull.
En su desesperación por atraer a los niños el payaso optó por organizar juego de rondas infantiles, fue cuando pude escuchar a uno de los pequeños decir que eso era para niñas y, si los chamaquitos participaban se les caería el pitito.
Órale, esas palabras eran de mucho peso para un cuarentón como yo, que durante la infancia el mejor horario de diversión era la noche, cuando un grupo de niñas y niños me invitaban a participar en esos juegos colectivos tradicionales donde se cantaba con rimas y a la vez se realizaban ciertos movimientos que emulaban la letra de la canción; digo, no era tan gay simular las labores domésticas del “patio de mi casa”, pues no importaba el sexo, lo único que se tomaba en cuenta era vivir el momento de esparcimiento que tanto hombres como mujeres gozábamos, es más, no había necesidad de un exagerado estudio de género para concientizarnos sobre la igualdad de sexos en las comisiones de las faenas del hogar.
Resultaba agradable convivir entre toda esa algarabía y bullicio que mezclaban alegría e inocencia con tintes de ingenuidad, pues entre los jugadores nos tomábamos de las manos, de los hombros e incluso hasta abrazos sin ningún pinche morbo, a diferencia de hoy que los pequeños nomás se rozan la mano y el confiscado chamaquito empieza a decir que es su novia o su libidinoso papá alardea que su gallito anda en el gallinero tras las pollas.
Se dice que las rondas infantiles fueron traídas a nuestro país por los conquistadores, utilizadas como pretexto para castellanizar a los aborígenes; expertos en lúdica afirman que los juegos practicados a través de ellas promueven la participación en grupo, el respeto, la colaboración y el ejercicio físico, evitando ese jodido sedentarismo que promueven los juegos de video que tanto gordinflón infante nos ha dado.
Fue en una fiesta popis donde nos hicieron jugar rondas con la guía de un disco de vinilo que además de incluir la letra de las coplas también se explicaba como debían hacerse los movimientos para representarlas, coartando así nuestra capacidad de improvisación, lo que por ende se volvió un tedio, pues la madre del festejado como sargento dirigiéndose a sus reclutas obligaba a llevar los pasos de forma coordinada, lo cual me hizo recordar una de las razones por las que detestaba la escuela.
Y es que en su mayoría, los juegos de rondas los aprendías como todo lo importante de la vida, en la escuela de la calle, cada grupo de conocidos nos los presentaba como algo novedoso que además de divertirnos afianzaba los lazos de amistad; ahora que recuerdo, ¡qué divertido era robarse a Doña Blanca! Para serles honesto, por lo tergiversado de las versiones de esta copla, siempre dudaba si el estribillo hacia referencia al “Quijotillo”, ese personaje cervantesco de la lánguida figura o se centraba en un “chicotillo”, la tira gruesa de cuero que se utiliza para azotar a los cuacos.
Fue años más adelante cuando al revisar el cancionero de la Compañía Infantil de Televicentro, supe que la forma correcta de pronunciarlo es “jicotillo”, una avispa gruesa de color negro y panza amarilla, que al picar produce un dolor intenso, ahora comprendo el porqué de los pilares de oro y plata, y la verdad ya sabiendo a que se refiere no luce tan terrorífico como lo imaginaba.
Resulta imposible olvidar a Juan Pirulero, donde sacabas tu vocación al emular equis profesión, así como casi terminabas encuerado al ir dejando cada prenda al perder; que agradable eran los encontronazos de los maderos de San Juan cuando la fila de enfrente se acercaba a uno en cada “aserrín, aserrán”; la divertida “Víbora de la Mar” que no dejaba pasar a los de atrás, brindándote la capacidad de elección entre el melón, la sandía o de perdida la vieja del otro día.
Fue una pena que en la década de los ochentas cierto intelectualoide relacionado con la educación pública, bajo el argumento de que las rondas infantiles eran exigentes, crueles e incluso fomentaban el miedo al inculcar valores estrictos; las satanizó a tal grado de lograr su prohibición en las escuelas de preescolar donde las educadoras las fomentaban como herramienta del sano esparcimiento y la cohesión grupal.
En la actualidad nuestros infantes juegan a ser adultos, para cuando crezcan querer volver a ser niños, además casi todos sus juegos son violentos, carentes de paz y armonía, es más, denotan mucha influencia de los mass-medios, pues si utilizan carritos siempre quieren tener los más modernos, la Barbie es “totalmente palacio” y toma pastillas anticonceptivas, gracias a Max Steel hay monjas sin violar, se ha disminuido el combate al narcotráfico, y los juegos que implican cierta actividad lúdica, se convierten en cuadriláteros de la WWE o pista de carreras, lo cual nos hace suponer que en sí toda la niñez es hiperactiva o que los niños en lugar de leche materna consumieron RedBull.
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