miércoles, 23 de marzo de 2011

Metamorféame

“Se está cambiando la forma humana,
bajo las piedras hay otras pieles.
Sobre la espuma flota lo viejo, escupe al
rostro que no responde”. Caifanes

Las atinadas medidas de seguridad implementadas en la institución donde laboro, exigen a cada uno de sus empleados identificarse para su ingreso a los centros de trabajo, razón por la cual nos dieron a cada quien un porta gafetes donde debemos colocar nuestra credencial con fotografía, y así identificarnos como empleados, evitando con ello el ingreso de sujetos que pudieran transgredir la paz que a los universitarios nos ha caracterizado.

A sabiendas que soy muy distraído opté por colocar una identificación no vigente, con el pretexto de que si la llegaba a perder no resintiera tal descuido, ¡grave error! Resulta que cuando entré al aula para el sano esparcimiento de impartir clases, sintiéndome seguro con ella colgada sobre el pecho, una sincera estudiante preguntó, “¿cuántos años tenía en esa foto, profe?”. Como patada de mula mi orgullo puso en acción el mecanismo de defensa e intentando no descubrir mi edad, le dije: “no es tan vieja, es de hace dos años”. ¡Ah! Lo que pasa es que se ve joven con más cabello y sin canas.-replicó la chica.

De pronto, empecé a sentir un poco de pena recordando las veces que me he mofado de las credenciales que identifican a los galenos, enfermeras y asistentes médicos de la clínica a la que acudo para atender la enfermedad crónica degenerativa que padezco, pues al ver sus fotos he llegado a pensar que se las tomaron hace siglos, debido a que algunos ya ni lucen igual.

También recordé que de un tiempo a la fecha ciertos alimentos me producen indigestión, inflamación abdominal y flatulencias, cosa que antes así no sucedía; durante las noches acudo al baño más de tres veces gracias a la sensación de orinar; resulta difícil escuchar con claridad; he perdido la paciencia y con facilidad exploto en ataques de ira; si no tengo nada importante que hacer la desgraciada ansiedad hace que tenga más problemas imaginarios que reales, situación que algunas veces me hunde en la vil depresión, haciendo de mi un ser melancólico.

Fue cuando reflexioné sobre el avance del tiempo y las pequeñas pausas que hace en nuestro aspecto, bueno en algunos son abismos, pues a pesar de que nos imaginamos igual, siempre habrá alguien que nos escupa a la cara nuestra realidad; sentí envidia por el personaje del escritor irlandés Oscar Wilde, Dorian Gray, es más, estuve a punto de aclamar a Basil Hallward, para que hiciera una pintura que envejeciera por mi.

Maldito ajetreo cotidiano que no nos permite darnos cuenta de tantos excesos, desveladas, estrés, ansiedades, nerviosismos, que sumada a la tiznada vanidad de los coitos forzados por conservar la vigencia masculina, entre otras actividades más, poco a poco van deteriorando la fachada y, del interior sólo un médico podrá diagnosticarnos nuestro estado de salud -imagino que no ha de estar muy bien-; lo peor es el pinche empeño por creer que seguimos siendo adolescentes, pero de más de cuarenta años.

A raíz de lo anterior, con el debido respeto que se merece el Instituto Federal Electoral, hago una atenta recomendación para que en sus promocionales de actualizar la credencial incluyan en el eslogan: “¡Si cambiaste de domicilio, perdiste tu credencial, ya no la tienes o de plano no te pareces al de la foto! Es tiempo de renovarla, acude al módulo de tu preferencia a realizar el trámite”. Como están los tiempos de violentos vale la pena hacerlo, digo, uno nunca sabe a quien se parecerá mañana.

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