Va para Ana Karina Robles y su excelente equipo de colaboradores.
Es un día rutinario para el chofer de la ruta 3, son las dos de la tarde, el termómetro del autotransporte indica 36º centígrados, ese infernal calor combinado con el metal del techo hacen que el interior se vuelva un sauna, una sobredosis de aromaterapia invade el lugar, el camión lleva todos los asientos llenos, quince más van de pie aferrados al pasamanos que pende de arriba; cuando una persona va a descender dependiendo de su género recibe o da masaje erótico.
Lenin, el conductor de la ruta -cuyo nombre se lo debe al rojillo de su padre-, tiene detrás del volante desde las seis de la mañana, únicamente se ha detenido en la tienda para comprar una soda y disfrutar mientras chambea del bolillo relleno de chilaquiles, que cariñosamente Remedios su mujer le preparó esa madrugada; en estos instantes se encuentra escuchado el repertorio musical de los Yonic´s, incluidos en el disco de MP3 pirata que adquirió en el tianguis del Rancho de Villa, en el preciso momento cuando suenan las líricas de “Y te amo”, sus ojos por el retrovisor buscan a la mujer más atractiva para dedicársela, sin experimentar ningún remordimiento por ponerle el cuerno a su sacrosanta esposa con esa extraña, digo, si es con la imaginación, no puede afectarle.
El pequeño ventilador colocado arriba de la ventana le arroja un aire caliente y sofocante, lo que evita menguar el calor del reducido espacio donde se encuentra, por su frente escurren hilillos de sudor, motivado por ello baja la mano derecha buscando la chorreada botella de refresco que contiene el preciado néctar rojinegro, con el propósito de saciar la tremenda sed que experimenta, mientras con la otra apenas la punta de los dedos acarician el volante; la camisa es un rosal a punto de reventar los botones que no logran sostener la enorme masa abdominal que los domingos caguameros de fútbol se han encargado de fomentar, la hebilla del cinto apenas se distingue; los desgastados zapatos en cada alto y siga presionan el clutch y freno. La gente sube y baja siempre con prisa, algunos malhumorados, otros indiferentes, son escasos los que se perciben satisfechos e incluso le agradecen por el servicio.
Cuando se estaciona frente a la secundaria, entra en pánico, pues la marabunta de púberes abordan estrepitosamente el camión, algunos giran el rehilete que contabiliza sin haber pagado y como es de fijado el patrón debe de estar atento para que no tener que desembolsar de su dinero al rendir cuentas; además la raza es bien inquieta, en todo su trayecto se la pasan bromeando, gritando, sacando las manos por las ventanas e incluso se arrojan objetos entre si, situación que podría llegar a incomodar a otros usuarios.
Al bajar por la avenida Camino Real de Colima, a escasos metros de llegar al semáforo de la Glorieta vulgarmente conocida como “Glorieta del DIF”, estrepitosamente frenan las llantas mientras la parte lateral derecha de forma abrupta arranca la puerta de un Porsche color rojo “sangre de pichón”; todos los pasajeros alzan la voz, algunos insultan a Lenin por el tremendo sacudión que evidenció la Primera Ley de Newton, otros aclaman a sus santos, comienzan a murmurar mientras sacan sus cabezas por las ventanillas y observan sorprendidos la escena.
El conductor de la ruta tres, continua en su asiento callado, con la mano izquierda apaga el stereo dejando mudo a José Manuel Zamacona vocalista de los Yonics, de pronto una niña de escasos seis años de edad con uniforme de conocido colegio de paga camina por la banqueta hasta llegar frente a la puerta de acceso al camión, mirando al chofer le grita ¡Pinche Puto, nos chingaste el carro! Al unísono los pasajeros estallan en carcajadas, la infante los mira con furia exclamando al mismo tiempo ¡Chinguen a su madre! Toma una enorme bocanada de aire, para reventar en llanto y desplomarse al ardiente suelo.
La muchedumbre de a bordo, mientras se burlan sacan sus celulares para tomar fotos o videos de lo ocurrido; el chofer por su parte a pesar de la preocupación reflexiona sobre tan lamentable insensibilidad de la gente por el dolor ajeno, pues evidentemente se preocupan más por captar el momento para después mostrarlo orgullosamente como trofeo a sus conocidos que velar por la salud de la niña, llegando a la conclusión de que todos estamos tan acostumbrados a la violencia, agresiones y accidentes que se exhiben por cine y televisión que cuando son reales intentamos perpetuarlos para luego divertirnos con ellos.
Toma su teléfono, marca al dueño del urbano, el cual se encabrona, después de pendejearlo pone atención a las palabras de su empleado y le ordena llamar a la aseguradora, la dueña del Porsche, molesta por lo que le sucedió al coche y a su pequeña hija, lo babosea, Lenin se limita a decirle que esperaran al peritaje vial; mientras lo espera enciende la radio y sintonizando encuentra el primer soplo de frescura en la frecuencia 94.9, donde existe un Universo de energía y fantasía para sacudir la angustia que ocasionó tal problemática, respirando tranquilo cruza la pierna acomodándose sobre el respaldo del asiento dispuesto a escuchar esa formidable programación que lo alejará hasta los confines más remotos de su imaginación.
Son una serie de artículos que ya han sido publicados en diversos periodícos locales.
miércoles, 15 de junio de 2011
miércoles, 8 de junio de 2011
Son tan sólo palabritas
“Más de cien palabras, más de cien motivos
para no cortarse de un tajo las venas,
más de cien mentiras que valen la pena”. Joaquín Sabina
Resulta curioso que al aparecer una palabra nueva en el diccionario del dominio público, todo mundo lo hace un término coloquial, volviéndose unos expertos sobre el mismo; entonces se apropian de él, con el propósito de ganar un espacio en el escaparate nacional, realizan estudios, ensayos, tesis o tratados con tal de no aparentar ignorancia o mantenerse a la vanguardia.
Lo mismo acontece con la prensa, varios periodistas con tal de atraer la atención del lector, utilizan conceptos que muchas veces no se aplican al cien por ciento al adjetivo que se lo atribuyen, pero de tanto uso se vuelve una definición correcta, por ejemplo, antes llamar divos a los cantantes como Juan Gabriel y Raphael, era incorrecto, pues según eso, de acuerdo a la música clásica tal término era exclusivo del género femenino, pues se conoce como diva a la cantante de renombre que se caracteriza por tener una voz excepcional, además en latín e italiano, diva significa “divina”, siendo la forma femenina del vocablo latín divas.
Hoy “divo” ya existe, de acuerdo a la Real Academia de la Lengua Española, se utiliza para referirse al artista del mundo del espectáculo o cantante de ópera que disfruta de fama y prestigio superlativo; entonces Juanga y Raphael pueden estar tranquilos, ya que con este adjetivo no se corre el riesgo de ser confundido con gay. Por cierto este calificativo importado del inglés también se lo debemos a los medios de difusión, porque consideraban a la palabra homosexual con ciertas connotaciones negativas, debido a que durante varias décadas se pensaba que los homosexuales padecían de sus facultades mentales; lo cual me recuerda que en los setentas la revista cultural llamada “Alarma!”, para no verse groseros les ponían el mote de “mujercitos”, o sea, además de inmiscuir en su agresión a las féminas seguían siendo peyorativos con esta preferencia sexual; a razón de lo anterior tales palabras fueron acuñadas al léxico nacional.
A principios del año en nuestro país surgió el concepto de “Ninis” para hacer alusión a las nuevas generaciones de jóvenes que por la frustración y el consentimiento de sus padres ni estudian ni trabajan; antes de acuerdo a mi abuela materna se les llamaba “huevones” -y no es precisamente una nueva marca de blanquillos, es decir, “Huevo-Ness”-, según mi mamá a esa clase de individuos los considera como flojos, vagos o haraganes; a partir de ahí todo personaje que se las da de culto e importante, empezó a hacer disertaciones, conferencias y artículos donde manifestaban su preocupación por la “nueva” problemática que México enfrentaba, ¡por favor, como si nunca hubieran existido!
De igual forma ahora nuestros intelectuales y políticos externan su inquietud por un “nuevo” fenómeno social, tan antiguo que antes era conocido como llevadera, carrilla, mofa, lata, chinga y que por ahí alguien le llamo en inglés “bullyng”, logrando atraer más la atención por lo rimbombante que se escucha o lee; quien no recuerda al bravucón que se sentía dueño del aula y muchas veces llegó a cobrar peaje o el grupo de compañeros escolares que siempre buscaban a su pendejito para hacerle infinidad de bromas, desde verbales hasta físicas; además tal problemática no es exclusiva de las aulas como muchos la circunscriben, pues en el seno familiar es común que el hijo mayor o menor –dependiendo de lo mimado que se tenga-, le haga la vida imposible a sus hermanos y los papás con tal de no contradecir al consentido chamaco optan por mantenerse al margen de ello.
Como se podrán dar cuenta las dos problemáticas anteriores tiene ya sus añitos, sólo que a nadie se le había ocurrido llamarles de forma rara para que los personajes que escriben la historia las tomaran en cuenta y las compilaran al cúmulo de dificultades que tenemos. Entonces si nos queremos ver como eminentes sociólogos, sólo hay que echar una revisada a las situaciones problemáticas que hemos vivido, llamarlas con eufemismo o buscar algún sinónimo rimbombante; lo anterior me recuerda una canción de Cri-Crí, sobre el chinito que se defendía ante el mandarín diciendo “yantse amo ova tingi chan chong chong”, que para ser honesto nunca supe qué significaba, pero para escucharme internacional a la edad de seis años lo repetía ante personas desconocidas, las cuales extrañadas volteaban a verme como fenómeno de circo.
para no cortarse de un tajo las venas,
más de cien mentiras que valen la pena”. Joaquín Sabina
Resulta curioso que al aparecer una palabra nueva en el diccionario del dominio público, todo mundo lo hace un término coloquial, volviéndose unos expertos sobre el mismo; entonces se apropian de él, con el propósito de ganar un espacio en el escaparate nacional, realizan estudios, ensayos, tesis o tratados con tal de no aparentar ignorancia o mantenerse a la vanguardia.
Lo mismo acontece con la prensa, varios periodistas con tal de atraer la atención del lector, utilizan conceptos que muchas veces no se aplican al cien por ciento al adjetivo que se lo atribuyen, pero de tanto uso se vuelve una definición correcta, por ejemplo, antes llamar divos a los cantantes como Juan Gabriel y Raphael, era incorrecto, pues según eso, de acuerdo a la música clásica tal término era exclusivo del género femenino, pues se conoce como diva a la cantante de renombre que se caracteriza por tener una voz excepcional, además en latín e italiano, diva significa “divina”, siendo la forma femenina del vocablo latín divas.
Hoy “divo” ya existe, de acuerdo a la Real Academia de la Lengua Española, se utiliza para referirse al artista del mundo del espectáculo o cantante de ópera que disfruta de fama y prestigio superlativo; entonces Juanga y Raphael pueden estar tranquilos, ya que con este adjetivo no se corre el riesgo de ser confundido con gay. Por cierto este calificativo importado del inglés también se lo debemos a los medios de difusión, porque consideraban a la palabra homosexual con ciertas connotaciones negativas, debido a que durante varias décadas se pensaba que los homosexuales padecían de sus facultades mentales; lo cual me recuerda que en los setentas la revista cultural llamada “Alarma!”, para no verse groseros les ponían el mote de “mujercitos”, o sea, además de inmiscuir en su agresión a las féminas seguían siendo peyorativos con esta preferencia sexual; a razón de lo anterior tales palabras fueron acuñadas al léxico nacional.
A principios del año en nuestro país surgió el concepto de “Ninis” para hacer alusión a las nuevas generaciones de jóvenes que por la frustración y el consentimiento de sus padres ni estudian ni trabajan; antes de acuerdo a mi abuela materna se les llamaba “huevones” -y no es precisamente una nueva marca de blanquillos, es decir, “Huevo-Ness”-, según mi mamá a esa clase de individuos los considera como flojos, vagos o haraganes; a partir de ahí todo personaje que se las da de culto e importante, empezó a hacer disertaciones, conferencias y artículos donde manifestaban su preocupación por la “nueva” problemática que México enfrentaba, ¡por favor, como si nunca hubieran existido!
De igual forma ahora nuestros intelectuales y políticos externan su inquietud por un “nuevo” fenómeno social, tan antiguo que antes era conocido como llevadera, carrilla, mofa, lata, chinga y que por ahí alguien le llamo en inglés “bullyng”, logrando atraer más la atención por lo rimbombante que se escucha o lee; quien no recuerda al bravucón que se sentía dueño del aula y muchas veces llegó a cobrar peaje o el grupo de compañeros escolares que siempre buscaban a su pendejito para hacerle infinidad de bromas, desde verbales hasta físicas; además tal problemática no es exclusiva de las aulas como muchos la circunscriben, pues en el seno familiar es común que el hijo mayor o menor –dependiendo de lo mimado que se tenga-, le haga la vida imposible a sus hermanos y los papás con tal de no contradecir al consentido chamaco optan por mantenerse al margen de ello.
Como se podrán dar cuenta las dos problemáticas anteriores tiene ya sus añitos, sólo que a nadie se le había ocurrido llamarles de forma rara para que los personajes que escriben la historia las tomaran en cuenta y las compilaran al cúmulo de dificultades que tenemos. Entonces si nos queremos ver como eminentes sociólogos, sólo hay que echar una revisada a las situaciones problemáticas que hemos vivido, llamarlas con eufemismo o buscar algún sinónimo rimbombante; lo anterior me recuerda una canción de Cri-Crí, sobre el chinito que se defendía ante el mandarín diciendo “yantse amo ova tingi chan chong chong”, que para ser honesto nunca supe qué significaba, pero para escucharme internacional a la edad de seis años lo repetía ante personas desconocidas, las cuales extrañadas volteaban a verme como fenómeno de circo.
miércoles, 1 de junio de 2011
Fiestas fúnebres
“Cuando me muera y me tengan que enterrar
quiero que sea con dulces y no con piedras”.Caifanes
Es común en nuestro país festejar todo lo que nos acontece en la vida, nacimiento, cumpleaños y hasta defunción. ¡Si, leyó bien! A poco no es cierto que durante el velorio o la noche de vigilia de los dolientes al difunto, es común que se ofrezcan bebidas de todo tipo desde el clásico cafecito hasta las embriagantes, es más, algunas funerarias en su afán por ofrecer un mejor servicio se modernizan transformando la capilla de velación en restaurante, donde se ofrece un variado menú que incluye cena y desayuno en dos categorías clasemedieros y jodidos; sólo falta que ofrezcan atención de Internet inalámbrica para que los dolientes reciban las condolencias vía Twitter o Facebook y televisión por cable, ya imagino a todo mundo valiéndoles un comino el difunto, chateando, consultando su correo electrónico u observando el pack Premium de películas eróticas que cierto canal privado ofrece por las madrugadas.
En nuestro país los funerales adquieren un ambiente de guateque, donde acuden a acompañar al muertito familiares de primer grado, de segundo y personas conocidas, así como algunas que otras desconocidas a las que el compositor y cantante Chava Flores denomina como “gorrones” o como les decimos por acá, coleros, es sabido por ustedes tal especie en México representan una mayoría, pues sobran personas que consideran el faltar a una celebración como algo imperdonable, y si de una defunción se trata pues con más razón “hay que acompañar al doliente”.
Dentro de tal categoría hacen acto de presencia uno que otro teporochito, haciendo de la madrugada un espectáculo con sus torpezas, queriendo conquistarse a la viuda, esparciendo su vómito como regadera de jardín por todas partes o armonizando la velada con sus ronquidos; tampoco puede faltar el gracioso que se la pasa contando su repertorio de chistes que van de los blancos o inocentones hasta los morbosos de doble sentido, según él con la sana intención de hacerles pasar un rato más ameno.
Ridículo se observa el tipo que va a ligar como si estuviera cual domingo en el parque Céfira, pues es común apreciarlo agasajándose de forma morbosa al abrazar a las hermanas, cuñadas o esposa del fallecido. De igual manera se dan cita por ahí los que no paran de hablar maravillas del occiso, el que llora su ausencia, y el que se alegra de que se haya ido, asegurándose de que esté bien muerto.
Otro punto en el que se asemeja a un festejo el acto luctuoso, es la táctica de llevar coronas y arreglos florales, esto no significa que sea incorrecto el solidarizarse de esa forma, lo que percibo ridículo es la jodida presunción de buscar los más grandes en el mercado y colocarle una cinta con el nombre de quien la envía, denotando así su egocentrismo, pues con ello, da la impresión de que se pretende quedar bien con los vivos y no con el difunto, digo el finado lo más seguro es que ni se entere, pero eso si, somos capaces de llegar al jardín funeral contoneándonos como pavo real, orgullosos de llevar el arreglo floral más caro a sabiendas de que se deja la clara evidencia de que será visto por todos.
Pasado el sepelio, se pone en evidencia el popular adagio que dice “el muerto al pozo y el vivo al gozo”, pues poco a poco todo vuelve a la normalidad, concluido el novenario luctuoso, los familiares organizan un festín donde ofrecen a quienes los acompañaron un elegante menú dietético en los que figuran suculentos platillos como el irresistible pozole, los exquisitos sopitos, los calientitos tamales y atole; conforme transcurren los días cada quien retoma su vida normal, con la salvedad de que esta vez la viuda sabrá con certeza el lugar exacto donde se encuentra su marido.
Por otra parte, este año, expertos señalan con la autoridad que les da su investidura que ha muerto gente que en otros años no había fallecido, lo que sin duda ha sido un negociazo para las compañías funerarias y florerías.
quiero que sea con dulces y no con piedras”.Caifanes
Es común en nuestro país festejar todo lo que nos acontece en la vida, nacimiento, cumpleaños y hasta defunción. ¡Si, leyó bien! A poco no es cierto que durante el velorio o la noche de vigilia de los dolientes al difunto, es común que se ofrezcan bebidas de todo tipo desde el clásico cafecito hasta las embriagantes, es más, algunas funerarias en su afán por ofrecer un mejor servicio se modernizan transformando la capilla de velación en restaurante, donde se ofrece un variado menú que incluye cena y desayuno en dos categorías clasemedieros y jodidos; sólo falta que ofrezcan atención de Internet inalámbrica para que los dolientes reciban las condolencias vía Twitter o Facebook y televisión por cable, ya imagino a todo mundo valiéndoles un comino el difunto, chateando, consultando su correo electrónico u observando el pack Premium de películas eróticas que cierto canal privado ofrece por las madrugadas.
En nuestro país los funerales adquieren un ambiente de guateque, donde acuden a acompañar al muertito familiares de primer grado, de segundo y personas conocidas, así como algunas que otras desconocidas a las que el compositor y cantante Chava Flores denomina como “gorrones” o como les decimos por acá, coleros, es sabido por ustedes tal especie en México representan una mayoría, pues sobran personas que consideran el faltar a una celebración como algo imperdonable, y si de una defunción se trata pues con más razón “hay que acompañar al doliente”.
Dentro de tal categoría hacen acto de presencia uno que otro teporochito, haciendo de la madrugada un espectáculo con sus torpezas, queriendo conquistarse a la viuda, esparciendo su vómito como regadera de jardín por todas partes o armonizando la velada con sus ronquidos; tampoco puede faltar el gracioso que se la pasa contando su repertorio de chistes que van de los blancos o inocentones hasta los morbosos de doble sentido, según él con la sana intención de hacerles pasar un rato más ameno.
Ridículo se observa el tipo que va a ligar como si estuviera cual domingo en el parque Céfira, pues es común apreciarlo agasajándose de forma morbosa al abrazar a las hermanas, cuñadas o esposa del fallecido. De igual manera se dan cita por ahí los que no paran de hablar maravillas del occiso, el que llora su ausencia, y el que se alegra de que se haya ido, asegurándose de que esté bien muerto.
Otro punto en el que se asemeja a un festejo el acto luctuoso, es la táctica de llevar coronas y arreglos florales, esto no significa que sea incorrecto el solidarizarse de esa forma, lo que percibo ridículo es la jodida presunción de buscar los más grandes en el mercado y colocarle una cinta con el nombre de quien la envía, denotando así su egocentrismo, pues con ello, da la impresión de que se pretende quedar bien con los vivos y no con el difunto, digo el finado lo más seguro es que ni se entere, pero eso si, somos capaces de llegar al jardín funeral contoneándonos como pavo real, orgullosos de llevar el arreglo floral más caro a sabiendas de que se deja la clara evidencia de que será visto por todos.
Pasado el sepelio, se pone en evidencia el popular adagio que dice “el muerto al pozo y el vivo al gozo”, pues poco a poco todo vuelve a la normalidad, concluido el novenario luctuoso, los familiares organizan un festín donde ofrecen a quienes los acompañaron un elegante menú dietético en los que figuran suculentos platillos como el irresistible pozole, los exquisitos sopitos, los calientitos tamales y atole; conforme transcurren los días cada quien retoma su vida normal, con la salvedad de que esta vez la viuda sabrá con certeza el lugar exacto donde se encuentra su marido.
Por otra parte, este año, expertos señalan con la autoridad que les da su investidura que ha muerto gente que en otros años no había fallecido, lo que sin duda ha sido un negociazo para las compañías funerarias y florerías.
miércoles, 25 de mayo de 2011
Música, canciones y sus derivados
Cierto día al pasar por una jardinera del bachillerato donde laboro como profesor, unos jóvenes sentados en el borde de esta se intercambiaban canciones en formato de audio digital comprimido a través del celular por la vía del Bluetooth; en el preciso momento que pasaba junto a ellos, uno de los chicos exclamó, “¡Vaya que está pesada esa canción de Robbie Wiliams! Imagino que ha de ser por lo extenso del archivo, pues la rola es bien larga.
Como melómano que soy, con cierta curiosidad detuve el caminar para preguntarles a cuál canción hacían alusión, uno de ellos le dio play al audio del teléfono, emitiendo enseguida el coro operístico de “Bohemian Rhapsody”, interpretada por Queen, quienes en realidad son los intérpretes y autores de tan singular cántico.
Un poco molesto por el grave error cometido y abusando de mi autoridad docente, les expliqué a quien pertenecía la citada canción, justificando lo legendaria y emblemática que era esta agrupación inglesa, además de informarles sobre la trágica muerte de su vocalista; horas más tarde estando en el receso reflexioné un poco sobre el asunto, concluyendo que la culpa de tal equivocación no es de los muchachos en su totalidad, también lo es de los sitios donde se sustrae archivos de MP3, pues algunas veces quienes las ponen a disposición de los usuarios no tienen la más remota idea del intérprete o de los autores, y para evitar problemas legales alteran el nombre del cantante o el título de la canción, creando confusiones a partir de ello como la de los estudiantes, que atribuían una canción a quien no correspondía.
Otra situación que fomenta el desorden de autoría y legitimidad, es hacer versiones supuestamente modernas de canciones antiguas, donde los intérpretes de plástico se apropian de ellas, confundiendo a las personas al grado de considerar que Nicho Hinojosa, es el autor de la canción “Cantares”, “Yo no te pido la luna” pertenece al juvenil grupo Jeans, “No soy una señora” es un original tema de María José, y qué decir del género grupero, los cuales hacen barbaridades de las canciones clásicas, es un sacrilegio escuchar “Sin tu latido” de Luis Eduardo Aute en la aguardentosa voz de Joel Elizalde, ah pero según estos cantantes les están rindiendo un tributo, ¡ajá, sí como no!
A parte de las tergiversaciones de autores hay que soportar las horrendas interpretaciones que cada alumnito de la nacademia… perdón Academia hace a las canciones que cierta vez fueron éxito radiofónico, y que ahora en sus voces sólo dan pena ajena, además patéticamente el público las convierte en One-hitwonder, y les atribuyen cualidades de superstar.
Por otro lado, con la llegada de las descargas de música se perdió todo el ingenio y creatividad de las portadas, donde algunas compañías discográficas invierten buena cantidad de dinero en hacer diseños dignos de una galería, es más, hasta contratan connotados fotógrafos y especialistas en arte para poner a disposición de los consumidores productos de alta calidad, ¡cómo no olvidar esas candentes portadas del género tropical, que tanto placer me dieron en el baño! Otro elemento que hace interesante los discos es el librillo que se incluye, pues ahí podemos leer las letras de las canciones, las dedicatorias, ver nuevas fotografías del intérprete, saber sobre su producción y autoría de la obra.
También se erradicó el álbum conceptual, pues al tener la facilidad de apropiarte de la canción que más te agrade, se pierde toda esa planificación que implicó el realizar las canciones bajo una misma conexión temática, haciendo parte de la prehistoria a álbumes como “The Wall” de Pink Floyd y “Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band” de The Beatles, entre otros.
Gracias a esos avances tecnológicos de las descargas en línea o el intercambio musical, poco a poco se va ir terminando con el disfrute de adquirir un disco, quitarle el celofán, sacar el cuadernillo, leerlo al mismo tiempo que se escucha plácidamente; además en formato MP3, la calidad del sonido no es la misma, si es un disco pirata lo máximo que se puede escuchar es diez veces, después existe la posibilidad de que se raye o también que la humedad donde se encuentre almacenado lo llene de hongos echándolo a perder a diferencia de un disco original que tiene más resistencia e incluso puede limpiarse hasta con agua y jabón neutro.
Es un acierto que las compañías discográficas, hayan puesto en circulación nuevamente al disco de vinilo, demostrando que lo mejor en audio siempre debe de ser en formato redondo y no cuadrado o rectangular como ciertas empresas pretenden hacernos creer; por esta y las razones anteriores, mientras sigan existiendo los discos, continuaré comprándolos a pesar de que ya no tenga espacio donde guardarlos y peor aún, tiempo para escucharlos.
Como melómano que soy, con cierta curiosidad detuve el caminar para preguntarles a cuál canción hacían alusión, uno de ellos le dio play al audio del teléfono, emitiendo enseguida el coro operístico de “Bohemian Rhapsody”, interpretada por Queen, quienes en realidad son los intérpretes y autores de tan singular cántico.
Un poco molesto por el grave error cometido y abusando de mi autoridad docente, les expliqué a quien pertenecía la citada canción, justificando lo legendaria y emblemática que era esta agrupación inglesa, además de informarles sobre la trágica muerte de su vocalista; horas más tarde estando en el receso reflexioné un poco sobre el asunto, concluyendo que la culpa de tal equivocación no es de los muchachos en su totalidad, también lo es de los sitios donde se sustrae archivos de MP3, pues algunas veces quienes las ponen a disposición de los usuarios no tienen la más remota idea del intérprete o de los autores, y para evitar problemas legales alteran el nombre del cantante o el título de la canción, creando confusiones a partir de ello como la de los estudiantes, que atribuían una canción a quien no correspondía.
Otra situación que fomenta el desorden de autoría y legitimidad, es hacer versiones supuestamente modernas de canciones antiguas, donde los intérpretes de plástico se apropian de ellas, confundiendo a las personas al grado de considerar que Nicho Hinojosa, es el autor de la canción “Cantares”, “Yo no te pido la luna” pertenece al juvenil grupo Jeans, “No soy una señora” es un original tema de María José, y qué decir del género grupero, los cuales hacen barbaridades de las canciones clásicas, es un sacrilegio escuchar “Sin tu latido” de Luis Eduardo Aute en la aguardentosa voz de Joel Elizalde, ah pero según estos cantantes les están rindiendo un tributo, ¡ajá, sí como no!
A parte de las tergiversaciones de autores hay que soportar las horrendas interpretaciones que cada alumnito de la nacademia… perdón Academia hace a las canciones que cierta vez fueron éxito radiofónico, y que ahora en sus voces sólo dan pena ajena, además patéticamente el público las convierte en One-hitwonder, y les atribuyen cualidades de superstar.
Por otro lado, con la llegada de las descargas de música se perdió todo el ingenio y creatividad de las portadas, donde algunas compañías discográficas invierten buena cantidad de dinero en hacer diseños dignos de una galería, es más, hasta contratan connotados fotógrafos y especialistas en arte para poner a disposición de los consumidores productos de alta calidad, ¡cómo no olvidar esas candentes portadas del género tropical, que tanto placer me dieron en el baño! Otro elemento que hace interesante los discos es el librillo que se incluye, pues ahí podemos leer las letras de las canciones, las dedicatorias, ver nuevas fotografías del intérprete, saber sobre su producción y autoría de la obra.
También se erradicó el álbum conceptual, pues al tener la facilidad de apropiarte de la canción que más te agrade, se pierde toda esa planificación que implicó el realizar las canciones bajo una misma conexión temática, haciendo parte de la prehistoria a álbumes como “The Wall” de Pink Floyd y “Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band” de The Beatles, entre otros.
Gracias a esos avances tecnológicos de las descargas en línea o el intercambio musical, poco a poco se va ir terminando con el disfrute de adquirir un disco, quitarle el celofán, sacar el cuadernillo, leerlo al mismo tiempo que se escucha plácidamente; además en formato MP3, la calidad del sonido no es la misma, si es un disco pirata lo máximo que se puede escuchar es diez veces, después existe la posibilidad de que se raye o también que la humedad donde se encuentre almacenado lo llene de hongos echándolo a perder a diferencia de un disco original que tiene más resistencia e incluso puede limpiarse hasta con agua y jabón neutro.
Es un acierto que las compañías discográficas, hayan puesto en circulación nuevamente al disco de vinilo, demostrando que lo mejor en audio siempre debe de ser en formato redondo y no cuadrado o rectangular como ciertas empresas pretenden hacernos creer; por esta y las razones anteriores, mientras sigan existiendo los discos, continuaré comprándolos a pesar de que ya no tenga espacio donde guardarlos y peor aún, tiempo para escucharlos.
miércoles, 18 de mayo de 2011
Nuestros nombres
Resulta curioso y a la vez ridículo, que las parejas inviertan gran parte de su tiempo en elegir el nombre de sus hijos e hijas, muchas veces este asunto se torna algo delicado, pues uno de los dos al querer imponer el de su elección genera cierto resquemor en el otro que probablemente esté en desacuerdo; es un hecho que como nos pongan es como nos llamarán por el resto de la vida, bueno, en la actualidad haciendo un pago te lo puedes cambiar, digo, poderoso caballero es Don Dinero; igual al ingresar a la escuela se olvidarán de cómo te llamas haciéndote acreedor a un mote, el cual brinda dos opciones: hacerte sentir orgulloso o avergonzado.
También existe la insatisfacción en aquellos que tienen más de dos nombres, pues resulta que siempre les debes de llamar por el que más les agrada, la verdad es mucha pretensión ponerle más de un nombre a un ser humano y tres, es vanidad, ¿para qué jodidos tanto nombre?
En la licenciatura tenía una compañera que se llamaba Ana Eleticia, imagino que por un fatal error de dedo de la secretaria del registro civil de su natal Cacayaca, Jalisco, fue la razón por la cual poseía ese nombre; esta mujer, gustaba de que le llamaran Lety, quien no lo hiciese de esa forma, pues simplemente lo ignoraba, la verdad eso de que te modifiquen tu nombre dizque por demostrarte que te aprecian me caga, es más, creo que se trata de jodidos problemas de autoestima, aparte en los hombres como que es muy gay.
Es tan común en nuestro país alterar los nombres con el supuesto de llamarles de “cariño”, incluso combinan las contracciones con sus respectivos diminutivos; ya entrados en eso de la simplificación, por allí supe que hace muchos años en los conventos católicos, cuando se leía el “Nuevo Testamento” al hacer alusión al patriarca San José, le llamaban “Pater Putatibus”, para simplificarlo utilizaban las literales “P.P.”, dando origen a llamar Pepe a José, a pesar de esta reducción algunos se empeñan en decirle Pepito, hágame el favor, por cierto este es uno de los sobrenombres que en nuestro país existe la posibilidad de que todos los mexicanos en algún momento de nuestra vida hemos conocido a alguien apodado de esa forma.
Eso de modificar los nombres llega a generar diversas confusiones, para muestra tenemos a Beto, uno se pregunta si en realidad se llama Alberto, Humberto o Roberto, de manera similar se encuentra Rosy, pues cuesta cierto grado de dificultad discernir si se trata de Rosa, Rosalba o Rocío, y que decir de Bety, uno llega a titubear al referirse a ella por su nombre de pila, pues no se sabe si es Bertha o Beatriz; también existen apodos tan similares y dispares a la vez, como es el caso de Lalo y Lola.
De la misma forma no le encuentro sentido lógico cuando a Luis le llaman Wicho y Chema a José María; qué decir de los nombres multiapodos como Francisco y Josefina; existen también nombres asexuales entre los que se encuentran Jesús, José, Cruz, Trinidad y Guadalupe. Existen otros que ni santoral han de tener menos poder decirles de forma cariñosa como a Gladys u Odalys.
Digno de mención son aquellos que antes del nombre completo les ponen la letra que ocupa la décima posición del abecedario español, conocida como “J”, si son homosexuales pues encantados de llamarse así; pero, ¿por qué discriminar las veintiséis letras restantes del abecedario? A poco no sería chingón conocer a personas llamadas “X”, “W” o “Ñ”.
Un nombre no dice cómo es la persona, es decir, no define la personalidad del individuo, ¿entonces, por qué jodidos los padres y madres se empeñan en buscar uno acorde con la investidura de su bebé? Está cañón eso de llamarte Bryan o Nicole, siendo de piel cafecita, cabello oscuro y chaparrito.
Para concluir, les comento que según datos del INEGI, durante casi diez años María Fernanda, Santiago y Miguel Ángel han sido los nombres más comunes de nuestro país; mientras que el BabyCenter México, asegura que desde 1930 a la fecha los nombres más frecuentes son María Guadalupe y José Luis, ¿y tú cómo te llamas?
También existe la insatisfacción en aquellos que tienen más de dos nombres, pues resulta que siempre les debes de llamar por el que más les agrada, la verdad es mucha pretensión ponerle más de un nombre a un ser humano y tres, es vanidad, ¿para qué jodidos tanto nombre?
En la licenciatura tenía una compañera que se llamaba Ana Eleticia, imagino que por un fatal error de dedo de la secretaria del registro civil de su natal Cacayaca, Jalisco, fue la razón por la cual poseía ese nombre; esta mujer, gustaba de que le llamaran Lety, quien no lo hiciese de esa forma, pues simplemente lo ignoraba, la verdad eso de que te modifiquen tu nombre dizque por demostrarte que te aprecian me caga, es más, creo que se trata de jodidos problemas de autoestima, aparte en los hombres como que es muy gay.
Es tan común en nuestro país alterar los nombres con el supuesto de llamarles de “cariño”, incluso combinan las contracciones con sus respectivos diminutivos; ya entrados en eso de la simplificación, por allí supe que hace muchos años en los conventos católicos, cuando se leía el “Nuevo Testamento” al hacer alusión al patriarca San José, le llamaban “Pater Putatibus”, para simplificarlo utilizaban las literales “P.P.”, dando origen a llamar Pepe a José, a pesar de esta reducción algunos se empeñan en decirle Pepito, hágame el favor, por cierto este es uno de los sobrenombres que en nuestro país existe la posibilidad de que todos los mexicanos en algún momento de nuestra vida hemos conocido a alguien apodado de esa forma.
Eso de modificar los nombres llega a generar diversas confusiones, para muestra tenemos a Beto, uno se pregunta si en realidad se llama Alberto, Humberto o Roberto, de manera similar se encuentra Rosy, pues cuesta cierto grado de dificultad discernir si se trata de Rosa, Rosalba o Rocío, y que decir de Bety, uno llega a titubear al referirse a ella por su nombre de pila, pues no se sabe si es Bertha o Beatriz; también existen apodos tan similares y dispares a la vez, como es el caso de Lalo y Lola.
De la misma forma no le encuentro sentido lógico cuando a Luis le llaman Wicho y Chema a José María; qué decir de los nombres multiapodos como Francisco y Josefina; existen también nombres asexuales entre los que se encuentran Jesús, José, Cruz, Trinidad y Guadalupe. Existen otros que ni santoral han de tener menos poder decirles de forma cariñosa como a Gladys u Odalys.
Digno de mención son aquellos que antes del nombre completo les ponen la letra que ocupa la décima posición del abecedario español, conocida como “J”, si son homosexuales pues encantados de llamarse así; pero, ¿por qué discriminar las veintiséis letras restantes del abecedario? A poco no sería chingón conocer a personas llamadas “X”, “W” o “Ñ”.
Un nombre no dice cómo es la persona, es decir, no define la personalidad del individuo, ¿entonces, por qué jodidos los padres y madres se empeñan en buscar uno acorde con la investidura de su bebé? Está cañón eso de llamarte Bryan o Nicole, siendo de piel cafecita, cabello oscuro y chaparrito.
Para concluir, les comento que según datos del INEGI, durante casi diez años María Fernanda, Santiago y Miguel Ángel han sido los nombres más comunes de nuestro país; mientras que el BabyCenter México, asegura que desde 1930 a la fecha los nombres más frecuentes son María Guadalupe y José Luis, ¿y tú cómo te llamas?
miércoles, 11 de mayo de 2011
El Club de los Humildes
Un domingo por la mañana al salir de misa con el alivio de haber exorcizado mis demonios, y con la alegría de contar con toda una semana para el disfrute de nuevos pecados, recorrí con la mirada buscando a los limosneros que suelen estar en el atrio del templo, mas no se veía ninguno, fue entonces que un curioso se acercó, con cierto sarcasmo exclamó, “todavía es muy temprano para que ellos inicien sus labores, además muchos son creyentes y guardan este día respetuosamente”.
Es una pena que muchas personas piensen que el ser pordiosero sea un empleo, más bien es el hartazgo de ver tanta pobreza por las calles; siendo quizá esta una de las razones por las cuales los indigentes corren el riesgo de caer mal, de incomodar o de formar parte de ese enfado que se convierte en diversos actos de violencia de nuestra parte hacia ellos.
Los hemos clasificados como expertos en manipular a las personas que nos presumimos “decentes”, poniendo ese rostro lastimero y voz pausada casi agonizante con el que imploran nuestra piedad o caridad; igual cuando sobre sus espaldas o en el regazo de sus brazos cargan al chamagoso bebé que denota desnutrición en los lamparones pigmentados sobre sus mejillas y los harapos con los que se encuentra envuelto como tamal oaxaqueño.
Gracias a esto, llegamos a pensar que son hábiles en jugar con nuestros sentimientos, consiguiendo así lucrar con la lástima que ocasionan, pero, ¿acaso con el redondeo en los supermercados y el Teletón los medios publicitarios no hacen lo mismo? Además de que nos quejamos, si lo que les damos son las sobras, lo que ya no necesitamos.
Es curioso como a sabiendas de que los limosneros son seres humanos, muchas veces cuidamos más de nuestras mascotas que el procurar ayudarlos, pues para eso existen instituciones de beneficencia pública que tienen el deber de atenderlos; en periodos electorales nunca he escuchado a ningún candidato a puesto de servidor público incluir en su campaña proyectos que los consideren, pues saben que de así hacerlo perderían credibilidad o simplemente los indigentes por no contar con credencial para votar son un cero a la izquierda.
Es común justificar la fingida indiferencia que les manifestemos aludiendo a que se aprovechan de su situación, pues los llegamos a considerar unos flojos, patanes, viciosos e ignorantes; incluso para muchos son antiestéticos, faltos de dignidad, pues por más que los despreciemos insisten en pedir una moneda, lo cual a la larga incomoda y nos causa la pinche impresión de que ser así es parte de su vocación.
Con darles nuestras sobras contribuimos a fomentar esa forma hábil de ganarse la vida, los volvemos un insumo de nuestro propio sistema social, los hacemos parte del folklore de las concurridas calles, centros comerciales e iglesias, es decir, continuamos callando sus gritos de hambre y desprecio, porque nos recuerdan que el sufrimiento es otra de las ilusiones que la humanidad no puede prescindir.
Sólo he conocido a un excéntrico millonario que cada fin de semana a las afueras de su casa regalaba considerables sumas de billetes a los mendigos que se acercaban para hacer enormes filas, pero unas cuantas monedas no les van a solucionar la vida, lo importante es adaptarlos a la vida laboral, ofreciéndoles capacitación para el empleo, educación formal, y lo más importante concientizarlos de que la productividad es la base de su bienestar, pero las instituciones que se dedican a esto piden tanto requisito que resulta imposible acceder a ellos, entonces para que quejarnos, todos somos miembros honorables del Club de los Humildes.
Es una pena que muchas personas piensen que el ser pordiosero sea un empleo, más bien es el hartazgo de ver tanta pobreza por las calles; siendo quizá esta una de las razones por las cuales los indigentes corren el riesgo de caer mal, de incomodar o de formar parte de ese enfado que se convierte en diversos actos de violencia de nuestra parte hacia ellos.
Los hemos clasificados como expertos en manipular a las personas que nos presumimos “decentes”, poniendo ese rostro lastimero y voz pausada casi agonizante con el que imploran nuestra piedad o caridad; igual cuando sobre sus espaldas o en el regazo de sus brazos cargan al chamagoso bebé que denota desnutrición en los lamparones pigmentados sobre sus mejillas y los harapos con los que se encuentra envuelto como tamal oaxaqueño.
Gracias a esto, llegamos a pensar que son hábiles en jugar con nuestros sentimientos, consiguiendo así lucrar con la lástima que ocasionan, pero, ¿acaso con el redondeo en los supermercados y el Teletón los medios publicitarios no hacen lo mismo? Además de que nos quejamos, si lo que les damos son las sobras, lo que ya no necesitamos.
Es curioso como a sabiendas de que los limosneros son seres humanos, muchas veces cuidamos más de nuestras mascotas que el procurar ayudarlos, pues para eso existen instituciones de beneficencia pública que tienen el deber de atenderlos; en periodos electorales nunca he escuchado a ningún candidato a puesto de servidor público incluir en su campaña proyectos que los consideren, pues saben que de así hacerlo perderían credibilidad o simplemente los indigentes por no contar con credencial para votar son un cero a la izquierda.
Es común justificar la fingida indiferencia que les manifestemos aludiendo a que se aprovechan de su situación, pues los llegamos a considerar unos flojos, patanes, viciosos e ignorantes; incluso para muchos son antiestéticos, faltos de dignidad, pues por más que los despreciemos insisten en pedir una moneda, lo cual a la larga incomoda y nos causa la pinche impresión de que ser así es parte de su vocación.
Con darles nuestras sobras contribuimos a fomentar esa forma hábil de ganarse la vida, los volvemos un insumo de nuestro propio sistema social, los hacemos parte del folklore de las concurridas calles, centros comerciales e iglesias, es decir, continuamos callando sus gritos de hambre y desprecio, porque nos recuerdan que el sufrimiento es otra de las ilusiones que la humanidad no puede prescindir.
Sólo he conocido a un excéntrico millonario que cada fin de semana a las afueras de su casa regalaba considerables sumas de billetes a los mendigos que se acercaban para hacer enormes filas, pero unas cuantas monedas no les van a solucionar la vida, lo importante es adaptarlos a la vida laboral, ofreciéndoles capacitación para el empleo, educación formal, y lo más importante concientizarlos de que la productividad es la base de su bienestar, pero las instituciones que se dedican a esto piden tanto requisito que resulta imposible acceder a ellos, entonces para que quejarnos, todos somos miembros honorables del Club de los Humildes.
miércoles, 4 de mayo de 2011
Forjando Patria
“Transando de arriba abajo
ahí va la chilanga banda
chinchín si me la recuerdan
carcacha y se les retacha”. Jaime López
Me agrada salir de viaje, ir a otros lugares, conocer gente distinta, formas de comportamiento y tradiciones de otros estados; lo que no me resulta atractivo es dormir en un sitio donde no es mi casa, es más ni duermo, como que extraño el hueco de mi cama y el olor de la almohada. Entonces el viaje se vuelve incesante y suplicio a la vez, pues al no dormir, durante el día siento un agotamiento desgastante que evita el disfrute del paseo; tal pareciera que de niño me hubieran embarrado los pies con manteca como le hacía la abuela a los gatos que le regalaban para evitar que se fueran del hogar.
Razón por la cual nunca resultan atractivos los tours que impliquen varios días de transporte, creo que por esta causa en mi persona no existe esa especie de aversión o racismo hacia los aborígenes de la ciudad de México; pues como nunca he ido al Distrito Federal, no he sido sometido al trato de ellos en su tierra, y los que he conocido aquí se han comportado de forma excelente conmigo. Por ello experimento cierta penita al escuchar a paisanos referirse con improperios cuando alguien hace alusión al gentilicio chilango, es más, muchas veces da la impresión de que el ser chilango es ser alguien non grato o perteneciente a cierta caterva maldita.
Un conocido que seguido va al defectuoso, le pregunté cómo eran de pinches los chilangos por su terruño; este dijo que por el ritmo acelerado de vida que llevan en la capital, están acostumbrados a que todo sea rápido, eso implica desde el servicio de restaurantes hasta la llegada a la escuela y al trabajo, lo cual a la larga acumula un estrés de la tiznada, pues como todos sabemos el tiempo nunca se detiene, razón por la cual les empieza a valer sombrilla el semáforo, al cabo desde su óptica está siempre en amarillo, si se detienen debido a la luz roja, pues qué importa que lo hagan sobre las franjas del paso peatonal, la gente puede rodearlos y no hay pedo.
Los domingos o fiestas de guardar atiborran los parques, balnearios y espacios recreativos, disfrutando cual turismo bastimentero sus equipos de sonido a tope como especie de competencia a ver cual se logra escuchar hasta la Patagonia, se ponen bien pedotes y sacan su Mauricio Garcés interno al intentar conquistar a cualquier palo de escoba con faldas que se cruce por su mirada; en las albercas al observar a las muchachas en trajes de baño se portan como perro de carnicería, viendo la carne pasar y rascándose los huevos de la ansiedad, cuando se retiran el lugar lo dejan peor que un chiquero.
En su lugar de origen todo esto es común, lo malo radica cuando van a otro Estado y se comportan de la misma forma; es cuando a los abnegados provincianos no nos parecen esas actitudes y empezamos a desaprobarlos despotricando con nuestras críticas, diciendo desgraciados chilangos ya sacaron a relucir el cobre.
Ante tales formas de comportamiento, no me siento sorprendido por los capitalinos, pues acá en la hermosa “Ciudad de las Palmeras” he visto a más de uno evidenciar esos mismos defectos sin haber nacido en chilangolandia; creo que son más bien nefastas anomalías que cualquier citadino demuestra y eso de “has patria, mata un chilango” es puritita xenofobia semejante a la de los gringos que a todo latinoamericano le llama “mexicano” sin serlo, bajo tal lógica entonces en algún momento de nuestra vida todos hemos sido chilangos.
ahí va la chilanga banda
chinchín si me la recuerdan
carcacha y se les retacha”. Jaime López
Me agrada salir de viaje, ir a otros lugares, conocer gente distinta, formas de comportamiento y tradiciones de otros estados; lo que no me resulta atractivo es dormir en un sitio donde no es mi casa, es más ni duermo, como que extraño el hueco de mi cama y el olor de la almohada. Entonces el viaje se vuelve incesante y suplicio a la vez, pues al no dormir, durante el día siento un agotamiento desgastante que evita el disfrute del paseo; tal pareciera que de niño me hubieran embarrado los pies con manteca como le hacía la abuela a los gatos que le regalaban para evitar que se fueran del hogar.
Razón por la cual nunca resultan atractivos los tours que impliquen varios días de transporte, creo que por esta causa en mi persona no existe esa especie de aversión o racismo hacia los aborígenes de la ciudad de México; pues como nunca he ido al Distrito Federal, no he sido sometido al trato de ellos en su tierra, y los que he conocido aquí se han comportado de forma excelente conmigo. Por ello experimento cierta penita al escuchar a paisanos referirse con improperios cuando alguien hace alusión al gentilicio chilango, es más, muchas veces da la impresión de que el ser chilango es ser alguien non grato o perteneciente a cierta caterva maldita.
Un conocido que seguido va al defectuoso, le pregunté cómo eran de pinches los chilangos por su terruño; este dijo que por el ritmo acelerado de vida que llevan en la capital, están acostumbrados a que todo sea rápido, eso implica desde el servicio de restaurantes hasta la llegada a la escuela y al trabajo, lo cual a la larga acumula un estrés de la tiznada, pues como todos sabemos el tiempo nunca se detiene, razón por la cual les empieza a valer sombrilla el semáforo, al cabo desde su óptica está siempre en amarillo, si se detienen debido a la luz roja, pues qué importa que lo hagan sobre las franjas del paso peatonal, la gente puede rodearlos y no hay pedo.
Los domingos o fiestas de guardar atiborran los parques, balnearios y espacios recreativos, disfrutando cual turismo bastimentero sus equipos de sonido a tope como especie de competencia a ver cual se logra escuchar hasta la Patagonia, se ponen bien pedotes y sacan su Mauricio Garcés interno al intentar conquistar a cualquier palo de escoba con faldas que se cruce por su mirada; en las albercas al observar a las muchachas en trajes de baño se portan como perro de carnicería, viendo la carne pasar y rascándose los huevos de la ansiedad, cuando se retiran el lugar lo dejan peor que un chiquero.
En su lugar de origen todo esto es común, lo malo radica cuando van a otro Estado y se comportan de la misma forma; es cuando a los abnegados provincianos no nos parecen esas actitudes y empezamos a desaprobarlos despotricando con nuestras críticas, diciendo desgraciados chilangos ya sacaron a relucir el cobre.
Ante tales formas de comportamiento, no me siento sorprendido por los capitalinos, pues acá en la hermosa “Ciudad de las Palmeras” he visto a más de uno evidenciar esos mismos defectos sin haber nacido en chilangolandia; creo que son más bien nefastas anomalías que cualquier citadino demuestra y eso de “has patria, mata un chilango” es puritita xenofobia semejante a la de los gringos que a todo latinoamericano le llama “mexicano” sin serlo, bajo tal lógica entonces en algún momento de nuestra vida todos hemos sido chilangos.
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