En las últimas semanas, para quienes no contamos en casa con aire acondicionado, este calorcito nos obliga realizar constantes visitas a las tiendas departamentales sin comprar nada, únicamente por tener de perdis unas cuantas horas de frescura, mientras los desodorantes, chescos helados, ventiladores y bañadas han superado récord de uso, por cierto, el agua de la regadera a veces da la impresión de que proviene de géiseres, ¡no manches! Está para pelar pollos -3, 2, 1… PETA, censura esta frase-, gente que en sus hogares opta por andar en paños menores, vecinos voyeristas que los llegan a clasificar de indecentes, vendedores de tejuino, raspado y tuba, hacen su agosto en ventas, debido a que los colimenses con tal de evitar los golpes de calor -y acá hasta un knockout pueque te dé de la insolación-, nos volvemos su clientela.
Fiel y único lector, usted ni se me acompleje, ni achicopale, como dice el último de los filósofos del Siglo XX, Fernando Savater -en aquel bien logrado texto de Juan Arias, El arte de vivir: “La natural por sí sola ha destruido más especies zoológicas del planeta de lo que los hombres hayan destruido jamás y sin alterarse lo más mínimo, porque ella es así”, o sea, ella continuará su curso y uno tiene que apechugar, recuerde cuánto requiere de ese celular última generación o del avanzadísimo equipo de cómputo, que por gozar de ellos, contaminamos y deterioramos el medioambiente.
Entonces para superar estas cosas “endemoniadas de la naturaleza”, póngase las antiparras del optimismo y piense que nos estamos ahorrando una feria en visitas al sauna, además, ya no será necesario acudir al Spa para recibir sesiones de aromaterapia, con tan solo caminar entre la gente por ese horno llamado calle Madero, logrará mejorar el equilibrio de la mente, el cuerpo y el espíritu con los olores que allí se perciben.
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