Híjole, después de escucharle, como que me sentí identificado, digo, no es que a uno la nube negra lo persigue, pero, no están ustedes pa’ saberlo ni yo pa’ contárselo, más… resulta que el pasado fin de semana encontrándome en uno de esos grandes almacenes cuyo eslogan es que “va con tú estilo”, al pasar por un aparador cierto reloj bonito y coquetón me hipnotizó, bajo el influjo de tal poder, hipotequé mi perfil regiomontano para comprármelo, de pronto experimento ciertas molestas cosquillas en el hemisferio izquierdo del cerebro, es cuando decido utilizar la tarjeta del almacén, no sin antes preguntarle a la empleada a cuántos meses sería la compra. La respuesta de la chica me resulta favorable, cuando la pasa por la caja registradora, ella me sugiere ir a Atención al Cliente, para que la autoricen, pues como tenía desde antes de la pandemia que no compraba nada, pueque eso evitaba que no se efectuara la transición.
Después de esperar casi media hora, en una fila de 2 personas, el responsable de atención al cliente salió con el cuento de que como ya tenía un titipuchal de tiempo de no haber comprado nada a crédito, pues la empresa me había dado de baja, lo que significaba volver a realizar los tramites de solicitud de uno nuevo, o sea, conseguir 2 personas como aval, que no vivan en mi casa -¡ni modo Toncho, por ser mi mascota y habitar el mismo hogar quedas descartado-, verificar que no forme parte del Buró de Crédito, fotostática de la credencial del INE, evidenciar que el domicilio en donde radico es propio o rentado, datos oficiales de mi actual empleo, ¡ay no! Doblo petate, creo que mejor ni quiero el reloj.
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