Siempre que me piden un consejo, experimento dos sensaciones, la primera es de vergüenza, pues, ¿Cómo un tipo que se la ha pasado improvisando toda su vida será capaz de emitir una recomendación?, la segunda, pos… me siento un tontivano, ese imbécil vanidoso al que alguien le llegó a creer el papel de letrado e inteligente que se ha inventado en su improvisada vida. La neta, nunca me ha gustado dar la imagen de tragasantos, el típico santurrón que va dando lecciones de moral, pero, en fin, creo que ese concepto lo llevo implícito.
Lo anterior trae a mi memoria miope, aquella anécdota que mamá platicó un día, cuando estando en plena sesión del grupo bíblico a donde ella asistía, ahí también había dos señoras de esas que se sienten orgullosas de sus “buenas obras”. Cuando de súpito entró una mujer del barrio, sí, la que siempre era foco de críticas por estar viviendo con un hombre casado. Las dos damas, sin dejarla hablar, le sueltan un discurso moralizante en tono hosco. Le dicen que debería de avergonzarse de la vida que lleva. ¡Qué humillación, ser considerada un objeto de placer de un casado! ¡Hay que tener tantita dignidad y no denigrarse a ser una simple concubina!
La pobre chica, de vez en cuando, trata de emitir palabras que expliquen el motivo de su presencia, pero las dos especialistas en dar consejos no solicitados ahogan esa explicación, aferradas en su reprimenda, así como empleando tonos maternalistas. La mujer impaciente, revienta: “Escúcheme un segundo, por piedad y guarden silencio. He venido únicamente a leer con ustedes La Biblia”. Se hizo un gran silencio, mientras la joven se retiraba. Ese día mi madre descubrió que muchas veces juzgamos a los demás, porque nuestra fe está agonizando, sin obras, puros consejitos piadosos, sin ver los propios errores, es ahí cuando la caridad muere en el momento en que pretendemos suplir las acciones con palabras. Después de platicarme lo anterior, me dijo: “M´hijo, habla de la vida de los demás, cuando la tuya sea un ejemplo, no lo olvides nunca”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario