viernes, 12 de enero de 2018

Porque cuento los días de aquí hasta octubre.

Dedicado con devoción a mi Añalejo.

En otras épocas era tradición que en los establecimientos comerciales donde uno era cliente frecuente, durante la última semana de diciembre como una forma de agradecimiento se obsequiara un calendario, el cual además del eslogan del negocio llevaba una fotografía que variaba según los gustos, pues había desde hermosos paisajes en los que anhelabas estar, ternuritas de animales que te hubieran gustado como mascotas, deidades religiosas ante las cuales hacías reverencias y hasta lindas mujeres en paños menores o como nacieron, ¡ah, cómo extraño en los talleres mecánicos esos calentarios! Perdón calendarios.

No sé si porque uno va envejeciendo y los días se nos hacen más cortos cada vez a diferencia de cuando éramos niños, conforme transcurrieron los años los calendarios se fueron haciendo chiquitos, casi al tamaño de un naipe, haciendo difícil colgarlos en la pared. Hoy son contados los negocios donde los regalan, es más, hay hasta quienes los incluyen como promoción de sus ventas, o sea, por cada cien pesitos de compra se hace merecedor a uno, ¡ya ni la amuelan!

En la actualidad debido a su escasez gratuita, hay que ir a comprarlos a las tiendas departamentales o puestos de revistas y obviamente cuanto más grande sea, así su precio; recuerdo que durante la década de los noventas –sí, los años del Nintendo, las canciones horribles llamadas one-hit wonder y los cabellos tiesos de tanto gel– se pusieron a la venta unos calendarios parecidos a los que disfrutaba en los servicios automotores, solo que en ellos lucían su físico sin Photoshop, pero sí con su respectivo retoque de cuarto oscuro, Biby Gaytán, Lorena Herrera y con mención honorífica a Gloria Trevi, quien literalmente salía de pelo suelto, razón por la cual dejé de verla sin tanto enredos.

Hoy gracias a la amabilidad de la vendedora de tamales del mercado, la óptica de por mi chante y el restaurante de comida japonesa, es que las paredes de casa cuentan con ese instrumento que sirve para organizar el tiempo, inventado por los babilonios y los chinitos, que gracias a la magia del copy paste artesanal se fusilaron los egipcios, que luego se lo chutó como propio –ya ven que eso de birlar ideas es más viejo que Matusalén­– Julio César, ¡el líder militar y político romano, no el boxeador! Siendo perfeccionado por el papa Gregorio XIII.

Si, ya sé que con tener calendarios no voy a saber con exactitud las fechas en las que vivo, digo uno a veces anda todo atolondrado por el ajetreo del trabajo, igual nunca te va a servir para dejar de ser un forever alone, pero sí pueden guiarte para pactar citas, saber en qué día vas a cumplir el único propósito de los muchos que te planteaste este 2018, es decir, la fecha de tu cumpleaños y lo más lindo, recordar el día en que te conocí, ¡aaaahhhh!

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