Por no hablar de las rutinas domésticas… Sísifo empujando esa roca refleja perfectamente cuando tú miras alrededor con la intención de ordenar la casa, claro, con las pilas apagadas y el cuerpo pidiendo sofá, pero llegas al patio de servicio y como Mahoma la montaña de ropa vuelve a estar ahí, con el cesto lleno y la ropa sucia que nunca se acaba. Eso sí, con la filosofía griega podríamos decir que Τα πάντα ῥέοντα (Ta panta rheonta), o sea, que todo fluye… pero en mi casa lleva años fluyendo por el mismo sitio, y lo único que cambia es el polvo, por otras capas más.
La vida sedentaria también es otro cuento. Sísifo no tenía que lidiar con las series de Netflix ni con los anuncios de “haz ejercicio en 5 minutos”. Él sudaría empujando la piedra, pero nosotros, que estamos sentados todo el día, ¡ni para levantar el control remoto! Es como que la piedra pesa menos, pero aquí el castigo es quedarte pegado a la silla, que es una condena moderna. Y cuando intentas moverte un poco, te duele todo, o sea, que vuelves al principio, a esa piedra que nunca llega a la cima porque estamos demasiado cómodos.
En resumen, Sísifo hoy sería un oficinista de contrato temporal, con una montaña de correos sin responder y un montón de ropa para lavar… que todos los días dice “mañana cambio”, pero al final, entre el trabajo, la casa desordenada y la pereza, solo fluye eso, fluye la rutina, como cuando la piedra rueda sin parar y tú piensas: “Esto es mi vida, empujando la misma piedra, pero al menos me río que es gratis”.
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