jueves, 30 de enero de 2025

La herencia de una pandemia.


Estamos conscientes de que desigualdades hay en todas partes, y la educación no queda exenta, el año pasado nos sentimos bien orgullosos de que nuestra Alma Máter se encuentre entre las mejores universidades del país, que nuestros estudiantes del nivel medio superior resultaran ganadores en concursos nacionales. Historias que motivan e inspiran a quienes estudian y laboran en esta institución. Pero… no debemos olvidar que durante la pandemia nos dimos cuenta de que existían familias que contaban con computadora y otras que tuvieron que ir a comprarlas de segunda mano a las casas de empeño, sacarlas en abonos en alguna vampiresa tienda departamental con sus inquisidores intereses moratorios, también nos enteramos que hay jóvenes que contaban con internet en casa y otros que recurrían a las plazas, centros comerciales o de plano se colgaban del
 Wi-Fi del vecino, y lo más triste, que haya familias con un celular para todos, mientras en otras, hasta la mascota tiene. ¡Son abismos que aún existen!

¡Ahhh, pero eso sí! En las escuelas bien preocupados de que se utilizara de forma ética la IA -algo así como que no queremos que nos vean la cara-, sin antes enseñarles a nuestros discípulos las ventajas de su uso académico, mientras ellos la han aprendido a utilizar como algo banal. A estas alturas del siglo XXI, quienes ejercemos la docencia hemos aprendido a raíz de una pandemia, la diversificación de las técnicas de enseñanza, que existen centenares de materiales educativos gratuitos en línea con flexibilidad de horarios y espacio, el montón de libros digitales para enriquecer su formación, ¿y se los hemos compartidos? No, pues queremos continuar siendo los que saben, pues muy pendejamente, creemos que así tenemos la supremacía en el aula.

Estamos a días de iniciar un nuevo semestre, junto a nuestra computadora portátil y el montón de aburridas diapositivas en PowerPoint atiborradas de texto que en ella se incluye, nada más nos queda universalizar el acceso del alumnado a todas las herramientas que pululan en el ciberespacio, y concientizarnos de que las actuales generaciones son intolerantes a las llamadas de atención, sin una explicación previa. Si no olvidamos esto, lo más probable es que logremos hacer que este semestre sea igual o mucho mejor que el anterior.

jueves, 23 de enero de 2025

¡Viva la tristeza!



En esta semana de acuerdo a la tradición gringa ocurrió el Blue Monday (el lunes más triste o deprimente del año), según cálculos de Cliff Arnall, exprofesor del Centro de Aprendizaje de Lifelong, adjunto a la Universidad de Cardiff, en su ecuación conjuga: tiempo consumido en actividades de divertimento, tiempo consumido en relajación, tiempo consumido durmiendo, tiempo de viaje, dividido entre retrasos en las actividades cotidianas, es igual a tiempo gastado en un periodo de estrés, tiempo demorado en preparar un equipaje y el tiempo consumido en la preparación general.

Esta fecha se pone de manifiesto el tercer lunes de enero, debido a que las personas extrañan la alegría de la Navidad y su glamur, conjugado con lo frustrante que resulta no cumplir los propósitos de año nuevo, sumado a las deudas acumuladas en la inversión de comprar tantos regalos que sus familiares ni necesitaban, agréguenle que muchos a estas alturas ya nos acabamos el aguinaldo y la primera quincena de enero, pues como que resulta falto de motivación, y para colmo las próximas vacaciones son hasta…

Y para acentuar la tristeza, en tierras colimenses que con que el termómetro baje de 30 grados, pues nos da frío, entonces uno como que se agüita. Más, no hay porque sentirnos mal, la tristeza es muy importante y necesaria para el cuerpo, entonces, ¿dónde quedó toda esa sabiduría que nos fue inculcada a través de la industria Pixar con la película Intensamente (Inside Out)? Digo, si a los mexicanos este mismo estudio cinematográfico, nos arraigó la tradición de El Día de Muertos con la cinta Coco, que no nos haga pensar que llorar ayuda a tranquilizarnos y sentirnos más relajados.

Pero los guionistas de Intensamente no andan tan perdidos, pues de acuerdo con la ciencia, al terminar de llorar, nuestro cerebro expide endorfinas, que es un neurotransmisor que tranquiliza al organismo, imagino que por eso Agustín Lara, nuestro compositor más conocido por sus canciones llenas de tristeza y melancolía, inspiración de los intensos amoríos que tuvo, escribió: “Mi novia, es la tristeza, mi canto, lamento de amor”, irradiando el sufrimiento motivado por esas musas, que además de amarlo, lo odiaron también. Entonces, escaso y apreciado lector, que un tiznado día que se inventaron los vecinos del norte, con su parafernalia en redes sociales, no lo desanime. 

jueves, 16 de enero de 2025

Con temblor y con temor.



Estoy en las calles de mi entrañable colonia Magisterial. Por la Mariano Arista aún se conservan las casas del antiguo diseño con que este fraccionamiento inició. Juego con mis cuates de la infancia béisbol. La pelota es un balón playero sin aire y el bate un palo de escoba. Como siempre, Julio Covarrubias zangoloteándose para distraerme mientras le hago al pitcher Valenzuela. De pronto, el piso y quien firma lo que escribe, nos movemos como si fuéramos en los columpios del jardín de San Francisco de Almoloyan. Abro los ojos y débilmente el cerebro conecta con la realidad: estoy en cama el domingo 12 de enero de 2025, en medio de un sismo cuya intensidad es de 6.1; son las 2 con 32 minutos de la madrugada. No me levanto, escucho el crujir de la casa y como simple mamífero Homo sapiens, pienso que el lugar más seguro es ese cuarto, pues no colinda con ninguna planta alta que pueda caerle encima. Cuando me estoy metiendo debajo de la cama -sí, como simple sancho de chiste jocoso-, con el celular en la mano, deja de temblar. Experimento sentimientos de incertidumbre, temor e impotencia, pues las inclemencias de la Madre Naturaleza son muy ojetes.

Lo primero que hago es escribirle a mi persona favorita por WhatsApp: “¡Vaya temblor!”. A los 3 minutos recibo respuesta. Esto me causa una paz, al saber que está bien. Intento llamarle y no entra; es más, ni se escucha que timbre. Es cuando recibo la llamada de mi hermano. Mientras habló con él, reviso uno de los 8 grupos del guats en los que estoy, y el tipo que durante toda la madrugada del 1 de enero estuvo tiznando con las canciones de Peso Pluma y Bad Bunny, se queja de que por culpa de este fenómeno natural se le va a ir el sueño. ¡Ahora sí, cabrón, para que veas lo que se siente!

La más religiosa de mis contactos, nos envía una plegaria a San Felipe de Jesús, mientras otra comenta que ya revisó y ninguna de sus macetas se cayó, y en otros temblores donde los sobrevivientes se han quedado sin muebles, casas, llorando en la calle sin refugio, ¿también se preocuparan por el bienestar de las macetas? Hasta el momento que se publica este artículo ha temblado todo lo que tiembla. Estamos experimentando un cambio climático en la naturaleza, pero también lo que ha cambiado para depreciación de la sociedad es el clima humanitario. Aquí sí se viene un desastre arrollador como no le pongamos coto cuanto antes. La situación pinta color de hormiga, pero no se preocupen, ante tales actitudes La Pachamama, con una de sus sacudidas nos recuerda lo pequeñitos y débiles que somos.

Año nuevo… viejas promesas.


Cada vez que comienza un nuevo año, recuerdo con nostalgia una frase de Mafalda: “¡No podemos quejarnos! ¡El año que viene fue mucho mejor que este!” Joaquín Salvador Lavado Tejón, conocido como
 Quino, siempre logra mezclar humor y pesimismo en sus reflexiones. El 2024 ha llegado a su fin, y ahora nos enfrentamos a un 2025 lleno de incertidumbres, dudas y asombros por lo que está por venir. Con la imaginación y la ilusión de que este año será el que deseamos vivir, nos encontramos con la efímera naturaleza de esos propósitos, que pronto se asemejarán a una leyenda como El Yeti.

¡Maldito enero! Cada año es lo mismo; nos hace creer que comenzamos con una hoja en blanco donde escribiremos nuestras mejores intenciones. Justificamos este optimismo con la ingenua idea de que mejoraremos en todas las áreas y finalmente seremos las personas que deseamos ser. Sin embargo, a medida que avanza el calendario, nos damos cuenta de que seguimos siendo los mismos de siempre.

¿Para qué engañarnos con la escasa creatividad de nuestro cerebro al pensar que cambiaremos solo porque un nuevo calendario marca el inicio? Los cambios lunares, los nodos del karma y los cuatro eclipses no determinarán nuestro destino. Recuerde que el camino hacia el bienestar se bifurca entre las elecciones que haga: seguir la crítica ruta capitalista u optar por la comodidad hippie.

jueves, 12 de diciembre de 2024

Caminante no hay camino.



No sé si sea puro alucine de mi parte, pero como que últimamente la gente no camina. En Colima la inmensa minoría de las personas andan en coche, ojo, anda en coche. No porque no quieran o les gane la hueva sino porque las banquetas tienen caries, están minadas cual campo de guerra y corres el riego de pisar heces o un charco de orina de perro, colillas de cigarro, chicles, pegar con alguno de los postes que sembraron los agricultores eléctricos, sin faltar las enormes cajas de registro que ejidatarios telefónicos ahí colocaron, no pueden faltar los promocionales de las tiendas a la mitad, entre otros obstáculos.

Por los camellones, esos pulmones que aún tenemos, ni se pueden utilizar como senderos, pues gracias a la inspiración de cierto alcalde, sembraron arboles a mitad de los camellones sin ninguna clasificación, nada más querían de esos que crecen rápido, así encontramos guamúchil, cóbano, primavera, rosa morada, mango, olivo negro, tabachín, palmas de todo tipo y parotas. Esa “brillante idea”, imagino no inspirada por ímpetus ecológicos sino por la oportunidad de incrementar la cuenta bancaria de alguna familia, se salió de control cuando algunas raíces invadieron el asfalto, haciendo topes que aminoran las altas velocidades con los que circulan los coches de la izquierda, mientras su follaje invade cables de electricidad, de Internet, la fibra óptica y de teléfono.  

Entonces cuando vea a su vecina ir a la tiendita de la esquina por los chescos en su coche, que no le cause admiración ni me la tache de floja, piense que casi no hay banquetas ni camellones por donde caminar, además, agréguele, que, si lo hace de día, tiene que soportar las canijas altas temperaturas de nuestra ciudad, y de noche es pior, pues lo más probable es que la mayoría de las lámparas de la colonia no encienden, corriendo el riesgo de darse un porrazo al no ver bien por dónde camina.

Urge que nuestras autoridades generen las condiciones para que las y los aborígenes de La Ciudad de las Palmeras nos desplacemos a Dios dar, posando la planta de los pies sobre las banquetas o camellones sin necesidad de recurrir al coche y desafiar el caótico tránsito.

jueves, 5 de diciembre de 2024

Más allá del miedo: La ética y el uso de la IA en las aulas.



Con el arribo de la inteligencia artificial a nuestra vida, la escuela en lugar de enseñar al estudiantado su uso como otra herramienta académica, así como las múltiples formas de darle una utilidad ética para elaborar actividades, simplemente se atemorizaron con la palabra “inteligencia”, pero no lo es, es tan solo el nombre con que así un tal Sam Altman la bautizó. Considero que es más inteligente quien le da un uso para mejorar su estancia en las aulas, quien sabe que esos trabajos que le hace presentan muchas de las veces citas ficticias de libros a veces inexistentes, datos erróneos y un sinfín de errores similares.

Dice el gran filósofo del siglo XX, Fernando Savater, “que no teme la inteligencia artificial, sino a lo que hay detrás, la estupidez natural del hombre, que es quien la va a controlar”, quien firma lo que escribe la agregaría la crónica flojera por cualquier cosa que padece la humanidad, basta recordar que cuando las máquinas empezaron a realizar la fuerza laboral, nosotros dejamos de ejercerla, con la invención de la calculadora, nos olvidamos de dividir de tres cifras y de obtener la raíz cuadrada, menos de la cúbica, con la IA, que toma decisiones, ¿dejaremos de tomar decisiones?

Existe un adagio bíblico que versa así: por la pereza se hunde el techo; por el ocio gotea la casa (Eclesiastés 10:18-20), siendo el ocio uno de los riesgos que permea el uso de la IA; en el erróneo afán porque esta herramienta nos libere de tareas repetitivas y rutinarias, hemos caído en el efecto negativo de solicitarle la realización de cosas que forman parte de la actual cultura del ocio, si, ahora tenemos quienes enriquecen su vocabulario con memes, expresan emociones y textos con stickers. Actualmente no se educa a nadie para que aprenda a dar un buen uso a su tiempo libre, está bien que conozca e interactúe con las nuevas tendencias tecnológicas, pero que alguien le explique los límites de su uso, para evitar que sucumba y se haga esclavo de ellas.

A partir de lo anterior, en lugar de caer en absurdos intentos por controlar o regular a la IA, sería mejor enseñar a potenciarla con sentido ético, sin olvidar otra magistral idea de Fernando Savater: “Más que la inteligencia artificial me preocupa la estupidez natural, que creo que es una amenaza mucho más seria”.

jueves, 28 de noviembre de 2024

De los veinte-chidos a los cincuenta-y-chales.



El presente es la madre de lo insólito de cada una de nuestras vidas, no hay futuro sin nostalgia de añorar lo que tal vez nunca suceda, y el pasado es una postura humana de resistencia, muy de acá pa´ca, así, muy ñeril, clasista criollo, fincado en su chulería, como queriendo reivindicar nuestra lamentable necesidad de resistirnos a dejar pasar el tiempo, es por eso por lo que a partir de que llegue a los 50 años, por puro feísmo e hibrido orgullo, cuando me preguntan la edad que tengo, dejo colgado los complejos en el perchero freudiano, y digo los años que cumplo.

Hoy, desde hace 72 horas que tengo 56 años, experimento pocos cambios comparados con los últimos 3 años, sigo padeciendo las mismas enfermedades crónico degenerativas, según el médico familiar del IMSS, estoy entre la línea divisoria que va del diabético simple y al compulsivo, ya me acostumbré a la comida con poca sal y a los postres, así como las aguas frescas con edulcorante natural, ¡ya sé que están bien pinches empalagosos! Por eso aún no le agarro el gusto, pero hay la llevo. Móndrigo diabetes, le tengo más miedo que a los gobernantes y la delincuencia que controla al país.

Me encabronan los quejumbrosos por vicio, que nomás porque sí, se quejan de tocho morocho, quien firma lo que escribe, si es quejumbres, pero buscó justificarlas, de entrada, por el clima y los zancudos no me quejo, pero de que el camión urbano va hasta la madre y el servicio es cada vez pior, ahí sí, ¡no que ahora con el incremento a la cuota iban a aumentar las rutas y mejorarlas! Naaaaa, puro atole con el dedo.

No me quejo del paso del tiempo, estoy consciente que, como cualquier humano, los años dejan factura, el cuerpo como cualquier cosa se desgasta, obligando a colocar fecha de caducidad a los hábitos que contribuyeron al estropicio físico, tampoco me inquita experimentar los surcos trazados por mi viejo tic tac, atrás quedaron los 2 dedos de frente, hoy tengo la mano completa, pero eso no me acompleja, además, el poco pelo que me queda está completamente canoso, y pintarlo no va con mis principios melindres, digo uno ya no es colágeno, sino Ensure. En fin, ¡adiós a los veinte-chidos, bienvenidos los cincuenta-y-chales!