jueves, 5 de diciembre de 2024

Más allá del miedo: La ética y el uso de la IA en las aulas.



Con el arribo de la inteligencia artificial a nuestra vida, la escuela en lugar de enseñar al estudiantado su uso como otra herramienta académica, así como las múltiples formas de darle una utilidad ética para elaborar actividades, simplemente se atemorizaron con la palabra “inteligencia”, pero no lo es, es tan solo el nombre con que así un tal Sam Altman la bautizó. Considero que es más inteligente quien le da un uso para mejorar su estancia en las aulas, quien sabe que esos trabajos que le hace presentan muchas de las veces citas ficticias de libros a veces inexistentes, datos erróneos y un sinfín de errores similares.

Dice el gran filósofo del siglo XX, Fernando Savater, “que no teme la inteligencia artificial, sino a lo que hay detrás, la estupidez natural del hombre, que es quien la va a controlar”, quien firma lo que escribe la agregaría la crónica flojera por cualquier cosa que padece la humanidad, basta recordar que cuando las máquinas empezaron a realizar la fuerza laboral, nosotros dejamos de ejercerla, con la invención de la calculadora, nos olvidamos de dividir de tres cifras y de obtener la raíz cuadrada, menos de la cúbica, con la IA, que toma decisiones, ¿dejaremos de tomar decisiones?

Existe un adagio bíblico que versa así: por la pereza se hunde el techo; por el ocio gotea la casa (Eclesiastés 10:18-20), siendo el ocio uno de los riesgos que permea el uso de la IA; en el erróneo afán porque esta herramienta nos libere de tareas repetitivas y rutinarias, hemos caído en el efecto negativo de solicitarle la realización de cosas que forman parte de la actual cultura del ocio, si, ahora tenemos quienes enriquecen su vocabulario con memes, expresan emociones y textos con stickers. Actualmente no se educa a nadie para que aprenda a dar un buen uso a su tiempo libre, está bien que conozca e interactúe con las nuevas tendencias tecnológicas, pero que alguien le explique los límites de su uso, para evitar que sucumba y se haga esclavo de ellas.

A partir de lo anterior, en lugar de caer en absurdos intentos por controlar o regular a la IA, sería mejor enseñar a potenciarla con sentido ético, sin olvidar otra magistral idea de Fernando Savater: “Más que la inteligencia artificial me preocupa la estupidez natural, que creo que es una amenaza mucho más seria”.

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