jueves, 29 de junio de 2017

La máquina de ser feliz

Mientras camino por las calles experimento en carne propia lo que una tortilla en el comal, solo que yo voy por las brasas de la banqueta que el Astro Rey se ha encargado de mantener calientes, las oficinas tienen a tope el aire acondicionado para menguar este calor insoportable que padecemos, clima artificial que al primer cuarto de hora de encendido lo más probable es que mueran una docena de pingüinos en las islas Galápagos debido a sus repercusiones ecológicas, pero a los Godínez les vale Wilson, pues Tláloc se ha portado muy ojete con nosotros y no nos ha regalado ni un chubasco -y no me refiero a esa rolita de Carlos y José: “¡Aaaaaaaaahhhhhh Lupita!”-.

Durante mi andar veo gente clavada a sus celulares, conviviendo con otros pero interactuando de vez en cuando, pues la mayor parte del tiempo la dedican a observar la diminuta pantalla del artilugio, se miran felices, es más, algunos hasta realizados y orgullosos de ir acompañados por la cajita idiota, ese aparato que despierta emociones primitivas y a la vez origina modernas formas de comunicación donde la ética y la moral se resumen a un chat de WhatsApp, las noticias se fabrican, ya sean verdaderas o no en cualquier red social, mientras la Doctora Corazón ha sido resucitada a través de esos muros del Facebook y la sabiduría es muy fácil de acceder a través de cualquier motor de búsqueda.

En esta Torre de Babel, continuamos llamando teléfono a un dispositivo móvil que tiene cámara de video y fotográfica que lo mismo reproduce audio, imágenes y hasta películas, además de captar eso que nos ha regresado nuevamente a la fiebre del oro, el anhelado wifi, es como una mixtura entre los siglos XIX y XXI; gracias al trolleo de los usuarios, algunos hemos aprendido lecciones de humildad, al igual que nos damos cuenta de que nuestras relaciones humanas van en decadencia cuando ya nadie nos da like o dejan de seguirnos. Si antes le echábamos la culpa de nuestra obesidad al sedentarismo de ver el televisor, ahora por ir observando el teléfono móvil mientras caminamos, corremos el riesgo de sufrir una fractura o en el pior de los casos perder la vida.

Gracias a esta máquina ya no estamos solos, pues algunos hasta tenemos 110 grupos de guastsap que nos acompañan, donde compartimos tiernos y divertidos emojis –¡la neta no le encuentro lo cool a un emoji en forma de brócoli!–, ¡wow! Esos datos que nos llegan de improvistos, digo, quien esté libre de sexting que dispare el primer brownie; además, es una ternurita esos que le han cargado todas las canciones de Frozen que nos alegran el corazón y estamos conscientes de que cuando se escribe cabrón es su fonética la que hace de esta palabra un halago o una ofensa. Hermoso celular donde comparto a mis contactos cada pinche lunes cómo mi ropa ha encogido a consecuencia de esos salvajes fines de semana.

jueves, 22 de junio de 2017

Alucines

En otras publicaciones ya les he contado ese mal karma que me persigue en la actualidad cada vez que voy al cine, sobre todo si se trata de las salas esas en las cuales supuestamente tienes capacidad de elegir el espacio donde te sentarás a ver la función, pero que una vez hecha la selección pos ya te amolaste si te tocan al lado esos aborrecentes – ¡ups! Perdón, adolescentes –, que se la pasan durante toda la proyección hablando, haciéndose mofa entre ellos o consultando su pinche celular cuya luz te encandila a cada rato.

Visitando al médium de la nostalgia, a mi mente viene el recuerdo del CinExin, un proyector de bobina que se podía manipular al antojo del usuario, es decir, uno con sus propias manos – ¡ah! Cómo extraño lo analógico– podía hacer que las imágenes se movieran en cámara lenta, rápida, se quedaran en pausa o de reversa, lo único malo es que el presupuesto familiar no te daba para variar la exhibición de las cintas de 8 mm, o sea, ese eslogan de “El cine sin fin”, era una tomada de pelo, por cierto entre la chaviza existía el mito urbano de que había películas de adulto en formato CinExin, se los juro que nunca lo comprobamos.

Pue’ que ya los haya hartado con mis rollos de la antigüedad, pero estoy entre ser un enfadoso o un clásico, y es que antes las generaciones éramos más homogéneas, veíamos los mismos programas de televisión, las mismas películas, claro que con seis o siete meses después de su estreno, pero las disfrutábamos tochos, en cambio ahora dizque existe más variabilidad y nos salen con que si Pixar realiza una movie de animales, sus competidores hacen un titipuchal, he ahí el origen de las pelichurros.

Aparte de lo anterior, últimamente he comprobado que ya los filmes no generan en mí esa sensación de alucine de antaño cuando al abandonar la sala y durante el recorrido pa´ la casa una rama de almendro se convertía en espada láser, ya se imaginarán a un joven de abundante cabellera –sí, alguna vez tuve folículo piloso en la mollera– y abdomen blandía su sable de luz, era algo así como una especie de guardia gamorreano con arma de Jedi. En las de kárate echaba patadas dando el clásico gritillo tipo maullido de Bruce Lee, claro que en lugar de parecerme al actor de Operación Dragón, era todo un Kung-fu Panda.

Creo que ahora por la escasez de serotonina, mi estado de ánimo, así como la ansiedad y la felicidad han disminuido, entonces cada cinta ya no llega a generar la inspiración suficiente para emular al personaje principal, además, con eso del karma negativo en los cines, pues ya ni voy, prefiero esperar a que las películas salgan a la venta y verlas en la comodidad del hogar, pero… siempre hay un teléfono que suene o alguien que toque la puerta, y en el peor de los casos quedarme dormido.

jueves, 15 de junio de 2017

¿Prohibido prohibir?

Ahora se le llama arte al graffiti, a esas paredes pintadas con aerosol en múltiples colores, así las letras expresen una palabra que se integra a partir de la literal inicial de: paz, unión, trabajo y amor, rematando con “la que vive ahí”, que de expresión street art, la verdad no tiene nada; claro que habrá quienes estén en desacuerdo con mi punto de vista, ¡pues qué bueno! Para eso existe la pluralidad de opiniones.

Pero qué tal si ese arte urbano es plasmado en la pared de quienes lo consideran un agasajo para los ojos, entonces se vuelve contaminación visual que impone cierto desorden en la estética de las ciudades y, claro, pos pierde su valor “artístico”, digo es de mal gusto que los grafiteros escriban su firma donde se les retizne la gana, pues lo mismo da un espacio público que uno privado, o sea, todo un debate hasta donde son los límites del llamado arte urbano y el vandalismo.

Ahora que la gente en los encuentros de balompié ha dejado atrás aquel chiquitibum, ¡ah!, cuanta inspiración causó Mar Castro viéndola contonearse en ese comercial cervecero del mundial México1986, igual en pleno abandono se quedó aquella ola de la que hasta los cronistas deportivos se hinchaban de orgullo cuando los asistentes a un encuentro de fútbol la realizaban; en la actualidad esa cuantiosa afición que viven y aman el deporte de las patadas recurren al grito… no sé si la censura permita redactar la palabra, pero para no entrar en polémicas, ustedes ya saben a cuál me refiero: “¡Eeeeeh… _______!”, lector toma una pluma y escríbela, digo ya la imaginaste.

Por más que la FIFA se empeña en multar a la Selección Nacional porque su afición la utiliza, tal parece que a esos aficionados cuanto más se lo prohíban, lo harán con mayor ímpetu, algo así como una especie de desafío, incluso expertos en lenguaje han recurrido a la etimología de tan prohibida palabra con tal de demostrar que no es un insulto, pero naranjas agrias, la restricción continua.

Es como si regalas a un infante un CD de Molotov, se aprende las canciones y luego las canta entusiasmado en la escuela, pasado unos días te mandan llamar porque tu hijo es un grosero según opinión de las madres de sus amiguitos, quienes inconformes han puesto su queja a la dirección, ¡tómala! Acabas de vivir en pleno pellejo esa actitud de cuando afecta a terceros algo que llegaste a pensar era lo correcto, igual sucede cuando son pasadas la medianoche y continuas viendo televisión o escuchando música como si fuera de día, obviamente que los afectados exigirán que se sancione y prohíba, entonces no habrá otra que acatar lo que conviene a la mayoría, aquí no cuenta eso de ¡me vale madres! Es prohibido y punto, o estarías conforme de que el amante de lo ajeno se introduzca a tu casa a llevarse lo que es tuyo y tengas que apechugar simplemente porque al delincuente no le importa que robar sea un delito.

jueves, 8 de junio de 2017

La herramienta

¿Cansado de hacer largas filas? Cuando por fin es atendido, el empleado le pide hasta los recibos de pago de hace cinco años y obviamente no los lleva, pues con la pena, tiene que regresar al día siguiente, ¡claro, hay que volver a formarse!

En sus visitas al doctor a pesar de haber realizado la cita en tiempo y forma como lo dictan las normas de atención a los derechohabientes de la institución de salud, la asistente médico ingresa antes a otros pacientes y usted es atendido hasta después de tres o cuatro horas, dejándolo saborear un sorbete de bilis con resignación.

Su hijo es de esos que durante su estancia escolar lo máximo que ha leído son los subtítulos de las películas, pero ahora quiere ingresar a una de las prestigiadas escuelas, entonces se la pasa horas y horas clavado al monitor de la computadora observando los tutoriales de ingreso que suben esos planteles educativos a YouTube, y en la actualidad son los videos no pornográficos que tienen más visualizaciones en la citada web.

¡Pare de sufrir! Recurra a nuestra herramienta cuya calidad es el más claro ejemplo de la ambigüedad que padecemos para definir la corrupción –aquí suena la musiquita tatataachaa–, “las palancas”. Estas no las encontrará a la venta en ninguna ferretería, ni tampoco guardadas en la caja auxiliar del coche, se trata de esas amistades o contactos que se utilizan para lograr alcanzar un titipuchal de cosas, como puede ser facilitar engorrosos trámites y hasta finiquitar transacciones. Es en si un acto eminentemente social, pues hay quienes descaradamente las consiguen a través de obsequios, lisonjas y lambisconeadas, que hábilmente se disfrazan de actos corteses, tal como si fuese cierto protocolo, siguiendo simuladamente las reglas de urbanidad.

Una clara evidencia del éxito de este producto son los miles de clientes que se ufanan y enorgullecen de contar con palancas que superan obstáculos burocráticos, como si fuera una habilidad intelectual, pues alguien que cuenta con tal herramienta es una persona bien conectada, que logra todo lo que desea, o sea, a ellos les hacen los purititos mandados cualquier rigidez administrativa destinada para los que no tienen palancas.

Entonces para qué ser puntual, organizado y formal si puede contar con nuestra herramienta e incluso hay individuos que gustosos aceptarán servir de palanca siempre y cuando usted esté dispuesto a dejarse “ayudar”, mientras los perdedores se quedan con la idea de que todo en la vida es cuestión de probabilidad y suerte.

Puede ponerla a prueba por seis días, y si no está conforme con la calidad del producto, le devolvemos su dinero, ¡llame ya! Gustosas lo atenderán nuestras hermosas operadoras a cualquier hora. Un producto de industrias Coco-Wash, comprometidos con su bienestar.

jueves, 1 de junio de 2017

Hipnotizador de masa

Durante mi infancia los días transcurrían pausados, más si se trataban de las vacaciones largas entre julio y agosto, cuando todos los días parecían sábados, en tales fechas nos reuníamos una palomilla de cuates –pinche frasecita de los ochentas–, entre hombres y mujeres cuyo lema era… creo que ya lo dije en otro texto, pero no está de más recordárselos: Frutsi, Marinela y Burburock de Odisea Burbujas; pasábamos horas jugando en un lote baldío que se encontraba por una calle cerrada del barrio, ahí trepamos árboles, jugábamos al bebeleche, trazado en la tierra, que después un primo chilango de uno de mis amigos dijo que se llamaba “avión”, ¡naaaa, para nosotros era bebeleche y punto! Sobraban las señoras que regañaban a nuestras amiguitas por juntarse con hombres, creo que en sus mentes cochambrosas no cabía la idea de ver a ambos géneros divertirse sin prejuicios.

Otro de nuestros pasatiempos era escuchar música en el estéreo Zonda de Lichis, a través de ese modular sin necesidad de estudiar la aburrida asignatura de geografía, descubrimos que en nuestro país había un Juliantla cuyas maravillas en la voz de Joan Sebastian superaban cualquier programa de “México, magia y encuentro”; quienes resultaban ser la neta, eran Enrique y Ana, pues con ellos bailábamos en conjunto siguiendo sus instrucciones en La Yenka, semejante a lo que hoy conocemos como cardio, no podía faltar “Baila con el hula-hoop”, donde desplegábamos nuestro ingenio al construir los aros a partir de tubos corrugados, como yo nunca tuve cintura me era imposible mantenerlo girando en el aire, la única canción que nos brincábamos del disco era “Madre”, pues a nadie nos gustaría perder a nuestra jefecita de niños como se describía en la letra de Juan Pardo.

En una ocasión Alma Rosa se nos unió, bajo el brazo portaba un disco en cuya portada amarillo oro se leía: “Duérmase. Auto-Hipnosis (Grabación Hipnótica). Taurus Do Brasil”, órale, era el mismo del cartel –ahora los Millennials les llaman flyer, wee¬– pegado en los postes, ese que se presentaba en el cine Reforma, ella nos hizo saber que el disco ayudaba a quienes lo escucharan a evadir las drogas –ahora entiendo porque nunca me ha gustado tener ninguna clase de crédito con las tiendas departamentales¬–, mientras que en la cara B fomentaba habilidades para el aprendizaje. Pusimos sobre la tornamesa la primera sesión, todos nos quedamos dormidos bajo las órdenes de una voz cuyo acento se semejaba al de Kalimán, que nos conducía por las sendas oníricas, cuando despertamos, nadie nos la creíamos, incluso sospechábamos de haber fingido.

Alma Rosa para comprobar la veracidad del hipnotizador de masas, se auto propuso a someterse únicamente al tratamiento del lado B del acetato, mientras los demás la observaríamos, acordado esto le dimos play, conforme transcurrían los minutos ella respiraba tranquila, casi, casi roncaba, pero antes de que finalizara el vinilo, en el momento en que la voz de Taurus realizaba la cuenta regresiva, la condenada aguja del aparato se quedó estancada en una misma frase, ¡chin, se rayó! – dijimos al unísono.

Apresuradamente fuimos al sillón donde estaba Alma Rosa, por más que la movíamos, el resultado era el mismo, no despertaba, nos invadió la desesperación, imaginando si nunca despertase, ¿qué iba a suceder? ¿Cómo recibirían sus padres la noticia? En medio de la angustia, Raúl, el más pequeño de nosotros sugirió que pusiéramos nuevamente la cara A del disco ya que esa no estaba rayada y que recorriéramos con la mano la aguja hasta donde el hipnotizador hace la cuenta regresiva. Seguimos al pie de la letra su idea y efectivamente Alma despertó, muy relajada, lamentablemente su mamá tenía rato buscándola para que fuera a las tortillas y, peor aún, se había traído el LP sin su consentimiento, o sea, le esperaba una terapia psicológica a chancleta limpia.

Así fueron pasando los años, más con la llegada del grupo puertorriqueño Menudo, a las chicas les entró la onda de coleccionar recortes de revistas donde ellos salían y suspirar con sus cancioncitas románticas por algún adolescente peludote y lleno de acné, prospecto a pareja sentimental pero que era el más desmadroso del barrio, ¡maldito complejo cavernícola!

jueves, 25 de mayo de 2017

Historia de un amor*

Te puede gustar el rock, la salsa, la música sinfónica, incluso hasta el reguetón – ¡brrrr, se me encuera el chino!–, pero cuando entras en fase sentimental, le tupes pero re te bonito, de esas veces que con tan solo escuchar la letra de una canción se te pone el ojo blanquito tipo Remi, dándole play al reproductor, las bocinas emiten los acordes de guitarra, lueguito se escucha la cadenciosa voz del intérprete, se trata de un bolero –na´quever con quienes tienen por oficio limpiar y lustrar el calzado ajeno–, me refiero al género musical de origen cubano tan popular entre nosotros los latinoamericanos.

En cada una de sus letras se narra una historia –algo así como si se tratase de literatura romántica–, que coinciden con la vida de la gente que las escuchamos, dando un toque de fineza al dolor, embelleciendo con la elegancia del compás musical de sus partituras a la amargura y la tristeza, haciéndonos comprender que el desamor conserva la flama encendida del amor; imagino que cuando termina la canción ya exprimimos de tanto suspiro el corazón y nos lega una paz interior que hereda un dulce sabor al alma.

Entre congojas y melancolías uno se deja llevar por las letras que a veces hasta hay que recurrir a un diccionario como sucede con quien urbanizó el romanticismo del bolero bajándolo al arrabal, Agustín Lara o nuestro Chopin Armando Manzanero, él con sus más de 400 canciones escritas logró seducir al mismísimo Elvis. Este género de música siempre ha estado en casa, recuerdo que durante mi infancia era todo un deleite al oído escuchar a mi abuela cantar cualquiera de esas canciones mientras con sus roladas manos lavaba la ropa ajena sobre una piedra del cristalino río –antes no estaba tan contaminado. No todas las rolitas en los boleros motivan a cortarnos las venas, también las hay como la de “Angelitos negros” que concientizan sobre el terrible conflicto racial, digo, ¿alguien sabe de qué color son los ángeles?

En nuestro hogar nunca tuvimos tocadiscos, pero sí contábamos con un reproductor de casetes (¿y eso qué es?), de entre esas cintas, algunas originales otras piratas, pude constatar a través del Glenn Miller cubano, Benny Moré, que la tristeza también se baila, así como el blues y el jazz tienen a Ella Fitzgerald, el bolero encuentra su oasis en medio de tanto ruido en la voz de Toña la Negra y el equivalente a The Beatles bien podrían ser Los Panchos, mientras Lucho Gatica es el Sinatra de las canciones que recorren las arterias provocando la diástole del corazón a quien lo escucha.

Sin lugar a dudas cada canción con el peculiar estilo de su intérprete impacta en nuestros estados de ánimo, haciéndonos experimentar tristeza sin llegar al masoquismo o simplemente relajarnos hasta el punto de la nostalgia que produce la alegría del recuerdo, así de contradictorio puede llegar a ser un bolero, como la vida misma.

* Nombre del bolero favorito de mi madre, quien inspirada lo interpretaba mientras confeccionaba vestimentas para su clientela.

jueves, 18 de mayo de 2017

The game is over

Hay quienes viven sedientos de ese reconocimiento que por lo menos les otorgue quince minutos de fama, otros entran en la disyuntiva entre querer prestigio o recibir un decoroso salario, a veces un buen puesto dentro de la escala laboral o ser tan indispensable para ciertas cosas te remunera un excelente pago, otras veces uno puede ser indispensable más no necesario, simplemente se vuelve representativo de algo.

Pero mientras sean peras o manzanas, se hace en lo posible por destacar, en esa efervescencia uno nunca se detiene a reflexionar lo que sucederá cuando ya nadie nos aplauda hasta las flatulencias como antes, cuando se camine por los pasillos y ni uno sólo nos mueva el rabo con la cara sonriente al vernos pasar. Lo peor es que hasta extrañarás a aquellos que te empujaban para que bajaras del ladrillo aquel que en su momento causaba vértigo, cuando nuestro ego deje de sentirse dios y vuelva a ser tan ordinario como el de cualquier mortal.

Experimentarás aquello del pugilista que pensaba ir ganando la pelea y su mánager arroja la toalla al cuadrilátero, rápidamente la manzana de Adán se te atragantará para hacer la interrogante esa que dio título a una película de Pedro Almodóvar del año 1984; pensarás en cambiar, tal vez mejorar, más lamentablemente resultará imposible retener el pasado, y si aún te quedaste con ganas, lo más probable es que aparezca en tu psique esa leyendita intermitente de cuando de niño jugabas algún video juego: “the game is over”.

La fama tan efímera, pues sólo dura unos instantes y luego se va, de los restos que deja en uno hay que sacar canas de experiencia, saborear lo aprendido y si alguien le bajó al interruptor a las luces que según eso te hacían importante, recuerda que existe la posibilidad de que te regalen aquellos con los compartiste la experiencia su sincera amistad, que en el mundo es lo que vale y no la glamurosa popularidad.