jueves, 3 de julio de 2025

El ridículo de llevar el nombre de una generación.



Saben qué es lo que más me gusta de esta generación? Que son como una cebolla, ¿saben por qué? Porque tienen muchas capas… de aburrimiento. Sí, sí, no me lean así, que estoy bromeando. Pero en serio, ¿cómo se puede llamar a una generación “Generación Z”? ¿Z de qué? ¿Z de zánganos? ¿Z de zozobra? Llamarse de esa forma da la impresión de que se les acabaron las letras del alfabeto o lo más espeluznante… que se trata de la última generación, ¡Híjole, qué miedo!

¡Y luego dicen que la educación está mal! ¡Si es que les ponen nombres que parecen de una marca de ropa! “Generación Z, de la moda lo que te acomoda”, “Millennials, la nueva forma de vestir”, “Centennials, a poco no luces bien” … ¿Qué acaso están vendiendo un producto? ¿Y saben qué? Me da igual cómo se llamen, lo importante es que sigan riendo, que la vida es muy corta para estar serio todo el tiempo. Así que, Generación Z, ¡sigan adelante! ¡Que van bien!

¡Y no se preocupen por el futuro, que ya se preocuparan cuando llegue! Mientras tanto, disfruten del presente, que es lo que importa. Y si alguien les pregunta qué significa la “Z”, díganle que es de “Zafiro de la vida”. ¡Bueno, bueno, me callo, que me estoy pasando!

Para terminar, les dejo con una frase profunda, no es de ningún filósofo, es de la señora Emilia, que vende tamales en el mercado Pancho Villa, y dice: “la vida es como un tamal a las brasas, aunque esté quemado, sigue siendo comestible”. Así que, Generación Z, sigan adelante y no se vayan a quemar demasiado.

jueves, 26 de junio de 2025

Expectativas y realidad.


¿Saben lo que son las expectativas? ¡Eso que te hace pensar que la vida es como un tráiler de película exitosa y luego resulta que es el detrás de cámaras de una peli de serie B! Figúrense, yo desde pequeño, cada vez que llegaba mi cumpleaños, tenía la expectativa de que me iban a regalar la bici del vecino, la que tenía cambios, amortiguadores, bocina, ¡y hasta canastilla! Y al final… ¿con qué me salía mi familia? Unos calcetines a rayas y un suéter de lana que picaba más que un cactus, saquen la cuenta durante los pinches días frescos que tenemos en el invierno colimense. ¡Eso sí que era un regalo de supervivencia!

Pero lo de las expectativas no acaba ahí, no, no… ¡Que levante la mano quien no haya esperado haciendo changuitos con los dedos para que la Selección de México no falle en los penales! ¡Vamos, muchachos! Todos ahí, con la camiseta, la bandera, la botana, rezando a todos los santos, y cuando llega el momento… ¡zas! El balón sale más desviado que mis propósitos de año nuevo. ¡Si yo tuviera un peso por cada penal fallado, ya me habría comprado la bici del vecino!

Y luego están las expectativas con las personas. A ustedes les ha pasado que conocen a alguien por internet o por redes, y piensas: Este “amigo” en Facebook es la neta del planeta, seguro que en persona es igual. Y luego, cuando lo ves, resulta que habla menos que una estatua y te mira como si fueras el inspector de Hacienda. ¡Expectativas y realidad, amigos!

Pero lo mejor de todo son las expectativas en clase. El primer día de curso, el profesor entra pensando: “Este año sí, estos alumnos van a ser aplicados, estudiosos, ¡van a cambiar el Mundo!” Y los alumnos, mientras tanto, miran al profe y piensan: “Este mai parece buena onda, seguro que no deja mucha tarea y sube a 6 la calificación de 5.7”. ¡A los 5 minutos, el profe ya está más harto de lo mismo, los alumnos mirando el reloj y todos deseando que llegue el receso!

En fin, que las expectativas son como los espejos de los probadores: te ves de una manera y cuando sales a la calle, te das cuenta de que no era para tanto. Pero oye, ¡que no nos quiten la ilusión! Porque, al final, esperar siempre algo mejor es lo que nos mantiene vivos… ¡y con la esperanza de que algún día, la selección mexicana meta todos los penales y yo reciba, por fin, la bici del vecino!


jueves, 19 de junio de 2025

¿Frustrado yo?



¿Saben lo que me frustra de verdad? ¡Pero de verdad, de verdad! Esa sensación universal de que el Mundo conspira contra mí, pero no en plan “me va a tocar la lotería”, no, no… En plan: ¡te va a ocurrir algo desagradable hoy, Marcial!

Por ejemplo, el semáforo. ¿Quién diseña los semáforos? ¿Un enemigo personal mío? Porque siempre pasa igual: tú vas con prisa, te ves venir el verde, te pones modo atleta olímpico, y justo cuando estás a dos metros… ¡PUM! Rojo. Pero rojo, rojo pasión. Y ahí te quedas, con cara de tonto, viendo cómo pasa la abuela con el andador, que ella sí ha cruzado, porque el semáforo la respeta. ¡A mí no! A mí me ve la cara y dice: “Tú, parado, reflexiona sobre tus decisiones e inseguridades”.

Y luego está lo del coche de mi colega… Hasta creen que voy a escribir su nombre, ¡no sean morbosos! Este probresor no es de coches caros, pero se compró uno “decente”, para sentirse Checo Pérez en el Gran Premio de Mónaco. ¡Mentira! Siempre lo rebasa un coche peor. Un Tsuru del 82, con el tubo de escape atado con alambre, y el conductor con gorra del sindicato y cigarro sin filtro. ¡Lo adelanta! Y él ahí, apretando el acelerador, hablando con el coche: “¡Vamos, campeón, que tú puedes!”. Pero nada. El Tsurito se va, y él se queda oliendo a gasolina y a derrota.

Pero lo mejor es cuando planeas algo. Porque uno, en su casa, lo ve clarísimo: “Hoy voy a hacer esto, esto y esto”. ¡Mentira! El Mundo te tiene preparado un festival del desastre. Que si el pinche camión pasa repleto de gente y ni hace parada en la zona donde tu estas, que si el café se te cae encima de la camisa blanca, que si el jefe te llama justo cuando te ibas… Y tú, que te habías hecho la película de que hoy sí, hoy sale todo bien, acabas diciendo: “¿Para qué me levanté de la cama?”

En fin, que la vida es así: una sucesión de pequeños fracasos que, si los cuentas con gracia, ¡parecen anécdotas! Porque si no te lo tomas con humor, acabas cruzando el semáforo llorando, viajando de papalote colgado en la puerta de acceso a la ruta 10 y con la camisa manchada de café… ¡Y eso sí que no!

jueves, 12 de junio de 2025

Fin de curso.


¡Ay, el final del curso! Ese momento en el que las y los profesores sacan la lista de asistencia como quien saca la carta de la baraja que te va a arruinar el juego. Porque algunos profes, en junio, se transforman. El resto del año parecen buena gente, pero en la evaluación final… ¡Ojo! Se convierten en una mezcla entre juez de MasterChef y notario público.

Tú entras a la última clase y el profe te mira con esa cara de: A ver, Pepito, ¿tú qué has hecho este semestre? Y tú piensas: Profe, pues, respirar, venir a clase y no causar mucho desmadre. Pero no, el profe quiere más. Quiere trabajos, exámenes, participación… ¡Y hasta que no le das la respuesta correcta, no te deja en paz!

Y luego está su método de calificación. Que eso es como la ruleta rusa:

Si has cumplido con las tareas, hay puntos.

Si has levantado la mano, medio punto.

Si no has molestado, otro medio.

Si has traído la bata de laboratorio el día de prácticas de biología… ¡Un aplauso, pero calificación, poca!

Y llega el momento de capturar las calificaciones en la aplicación esa donde ellos las suben, que parece que están hackeando la NASA. El profe, sudando, porque sabe que de su click depende tu recibimiento familiar en casa los próximos meses.

Y tú en casa, esperando la calificación como si fuera el Gran Sorteo Especial de la lotería. Que tu madre, en lugar de saludarte y abrazarte, sale con: ¿Qué tal, hijo? ¿Cómo te fue este semestre? Y tú: Pues depende de cómo se levante el profe mañana…

Porque hay profes que son de los de “es el fin de cursos y se viene el verano, playa, arena, jaiboles, todos aprobados, ¡alegría!”. Y otros que son de los de “aquí no aprueba nadie, para que luego anden con sus guasas entre los pasillos de que soy un Titanic”.

Y al final, tú ves la calificación y piensas: Pues ni tan mal, para lo que he hecho… Y tu madre: ¿Y esto? Y tú: Mamá, es que el profe califica por emociones, como los árbitros con el VAR, según el día que tenga… Después de redactar estos tres puntos, recuerdo que mis estudiantes comentan por ahí que soy un tipo ordinario, pero cómo explicarles que me vuelvo vulgar al concluir cada clase, esto último es un parafraseo de un fragmento de la canción “Ojos de gata” de Los Secretos, que a su vez parafrasearon el fragmento de “Y nos dieron las diez” de Joaquín Sabina.

jueves, 5 de junio de 2025

El sitio de mi recreo.



Se han fijado que en la era tecnológica del siglo XXI que vivimos, las personas ya no van al jardín de la colonia o el barrio, bajo el pretexto de que está sucio, que abunda la maleza o hay indigentes que molestan mucho. Quien firma lo que escribe, una calurosa tarde visitó el jardín la colonia, iba con mentalidad fitness, es decir, orbitar con los pies alrededor, que eso dicen que es bueno para la salud, con tal de despejar la mente, y yo pensé: Perfecto, una tarde tranquila, sin tener que invertir la neurona en tratar de resolver los problemas de la vida, que a veces me invento. Pero no, nada más al llegar, me encontré con un grupo de ancianos jugando a la baraja española, que parecía que estaban en una reunión secreta de gánsteres tipo Frank Coppola. ¡Qué tensión! Uno de ellos me miró y me dijo: ¡Oye gordo! ¿Quieres jugar? —La verdad, eso me encanta de las personas de la tercera edad, ya no tienen prejuicios y, como que vuelven a ser infantes, no es que te pierdan el respeto, es que, como no saben tu nombre, al tratar de socializar, te llaman como te ven—. Y yo, que soy más de perder que de ganar, le respondí: No, gracias, paso. Porque si pierdo, me quedo sin caminata en el jardín y sin dignidad.7

Luego vi a unos niños corriendo como si no hubiera un mañana, y me acordé de cuando era pequeño y corría igual, pero claro, ahora ni correr puedo, digo, si me canso de caminar de casa a la esquina. Y las madres de estos chamacos, con sus juguetes, bolsas de caché y la prohibidísima comida chatarra que apacigua por un rato esos ímpetus de la infancia, es que parece que van a una expedición al Kilimanjaro, no a un paseo por el jardín. Y los perros, ¡híjole, los perros! Que algunos parecen más humanos que nosotros. Vi unos que estaban más arreglados que yo, con sus collarcitos, paliacates, esos cortes kennel y todo, y las y los dueños detrás, con cara de este es mi bebé. Y claro, cuando un perro ve acercarse a otro, se para, le huele algo, y ahí empieza la guerra mundial de olores entre perros. Me quedé mirando, mientras concluía que eso es más complicado que una reunión de trabajo.

Al final, terminé sentado en una banca oxidándome con ella, mirando a la gente pasar, entonces empecé a silbar esa hermosa canción llena de nostalgia y poesía que ocasiona al oyente un viaje introspectivo y emotivo que escribió el español Antonio Vega, “El sitio de mi recreo”, lo cual me hizo reflexionar que nuestros jardines públicos son como la vida, repletos de personajes, historias y momentos para reírse un rato, son una especie de microcosmos. Y eso es lo bueno, que, aunque la vida a veces sea un hueso difícil de roer, siempre puedes encontrar un momento para disfrutar el jardín de tu recreo, aunque sea viendo a un perro marcando su territorio con el líquido de su vejiga.

jueves, 29 de mayo de 2025

Conditio sine qua non.


Una típica mañana de fin de semana, reviso el WhatsApp de la colonia y encuentro un mensaje en el que uno de mis vecinos, visiblemente sorprendido, narra cómo, al disponerse a limpiar la humedad matutina de su coche, descubre que la calavera izquierda está destrozada; incluso el impacto dañó parte de la fascia trasera. Junto a las piezas averiadas, encontró pegado un post-it con el nombre y número de teléfono de la persona responsable del accidente.

Aún dudoso, mi vecino nos consulta si sería prudente llamar al número, pues circula en redes sociales una modalidad de extorsión cuyo proceder es muy similar al suceso que acaba de experimentar. Las opiniones en el chat se convierten en una auténtica Torre de Babel. Imagino que, presionado por el impacto en su cartera, finalmente decidió hacer la llamada, y para su total satisfacción, fue atendido por una persona que le aseguró hacerse responsable de cubrir todos los desperfectos, siempre y cuando se le presentara la factura de los gastos realizados.

Este proceder me recordó aquella locución sustantiva que los primeros cristianos empleaban y que luego adoptaron filósofos como San Agustín y Santo Tomás de Aquino: Conditio Sine Qua Non. Esta expresión se utiliza para referirse a aquello que no es posible sin una condición determinada; es decir, aquello sin lo cual algo no se hará o se considerará como no hecho. Implica renunciar a cambiar las circunstancias y conformarse con lo que sucede, asumiendo la responsabilidad de las acciones y sus consecuencias, sin intentar modificar la situación. Es una actitud pasiva que, para los prejuiciosos, puede parecer derrotista y conducir a la victimización.

El filósofo Friedrich Nietzsche interpreta este concepto de manera hermosa, afirmando que cada ser humano tiene la posibilidad, si así lo decide y trabaja arduamente, de superar la heteronomía e inmadurez para caminar hacia una auténtica autonomía ética. Para implementar esta forma de pensar, es necesario analizar la causa de origen de la situación y valorar hasta dónde somos responsables de ella, con el fin de establecer una crítica informada y ser capaces de superar el nihilismo pasivo, así como el resentimiento al que frecuentemente sucumbimos cuando sentimos inconformidad ante la moral a la que estamos sometidos.

Animado por esta reflexión, me atreví a escribir en el grupo y sugerirle a mi vecino que le preguntara al honesto individuo: ¿quién es su Dios?, ¿cuál es la religión que profesa? y, por supuesto, si sus padres podrían ofrecernos un curso intensivo sobre cómo educar a hijas e hijos así.

jueves, 22 de mayo de 2025

¡Feliz Día del Estudiante!



Cada vez que ingreso a un aula de cualquier escuela, mi memoria miope pone a realizar su función a la nariz de chile relleno que tengo, tratando de volver a oler ese aroma de mis tiempos a viruta de lápiz, cuadernos hinchados de tanto sudor, libros de páginas llenas de lamparones y a gis – para los que no saben que escribí, hago referencia a la barra cilíndrica de yeso o greda con la cual se comunicaban los temas escolares a través de la escritura sobre un pizarrón –, pero ya no huele a eso, ahora es una mixtura entre limpiador diluible versátil y plantas de ornato, pues con el uso de los gadgets electrónicos algunas de las cosas antes mencionadas han dejado de existir. Pero eso sí, gracias a la confianza en la educación formal de parte de la humanidad, seguimos conservando estudiantes que llenen esas aulas, con su algarabía, ansiedades y estrés.

¿Sabes qué es lo más curioso de ser estudiante? Que pagas por aprender cosas que luego olvidas… ¡Pero te acuerdas de todo lo que no deberías haber hecho durante los años de escuela! Es que los sistemas educativos son como un videojuego: pasas de nivel, pero nunca sabes para qué te servirá lo que has aprendido. Lo digo con la experiencia que da el fracaso, existieron tantos temas que mis profesoras y profesores se esmeraron tanto, la verdad, ¡muchas gracias! Digo, un cabezota como yo fue difícil en que aprendiera algo que luego no le encontraría utilidad en la vida real, como la raíz cuadrada. He ido al mercado y nunca me han pedido sacar una raíz cuadrada para poder pagar. Y el bullying debido a mi sobrepeso, que antes ni así se llamaba, me refiero al bullying, lo viví en las aulas, efectivamente, la vida de estudiante puede ser dura, pero el Mundo es mucho más grande que el aula o la escuela en sí, y afuera de la escuela te pueden suceder cosas terribles.

Alumna y alumno, disfruta la estancia en la escuela; ser estudiante es como ser los atletas de la vida académica. Corren maratones de exámenes, saltan obstáculos de tareas y, a veces, hasta logran dormir sin soñar con fórmulas matemáticas. Así que, en este Día del Estudiante, quiero decirles a todos esos jóvenes valientes que, aunque no siempre lo parezca, están construyendo el futuro… o al menos, están construyendo un buen currículum. Y definitivamente, las aulas ya no huelen como antes.

jueves, 8 de mayo de 2025

El Día de la Madre.



¡El Día de la Madre! Esa jornada en la que todos nos volvemos poetas, cocineros y, sobre todo, unos ingratos de campeonato. Porque tú ves a tu madre el resto del año y, bueno, la quieres, sí, pero el segundo sábado de mayo… ¡la quieres más que al wifi! Ese día la casa huele a perfume de caché, a flores de semáforo y a desayuno en lujoso y campirano restaurante, en el que, por vez primera, así literal, te vale madre el lado derecho del menú.

Yo siempre he pensado que el Día de la Madre es como la selectividad de los hijos: te juzgan por todo lo que has hecho en el año. Que si no la llamaste, que si te olvidaste de su cumpleaños, que si el año pasado le regalaste una plancha… ¡Una plancha! Eso es como regalarle a tu padre una corbata de lunares amarillos, hombre, por favor.

Y luego están los regalos. Tú vas a la tienda y preguntas: “¿Qué le regalo a mi madre?” Y la dependienta, que, seguro que es madre, te mira con esa cara de “a ver si aciertas, pendejo”. Al final sales con una crema antiarrugas y un ramo de flores, y piensas: “¡Ya está, lo he logrado!” Pero tu madre lo abre y dice: “¿Crema antiarrugas? ¿Me estás llamando vieja?” Y tú: “No, mamá, es para que sigas igual de joven… que hace 20 años”.

Pero lo mejor es la comida familiar. Ahí se juntan todos: el cuñado que trae vino del bueno “para que lo pruebe la suegra, y conozca sus refinados gustos”, la abuela que dice que en sus tiempos no había Día de la Madre porque todos los días eran suyos, y tú, que te apuntas a fregar los platos para quedar bien, pero con el pinche miedo a que con el jabón se te resbale uno y termines descompletando la vajilla suiza.

En fin, que el Día de la Madre es ese día en el que todos intentamos devolverle un poquito de todo lo que nos ha dado… y aun así nos quedamos cortos. Porque madre no hay más que una, pero paciencia para aguantarnos… ¡tienen para regalar! Por cierto, ¡muchas felicidades mamá, ahora que te encuentras en mi corazón.

jueves, 10 de abril de 2025

¡Más de 50 años de monografías escolares en México!



Hace unos días, visitando la papelería que se ubica por mi barrio -digo, yo sí soy de barrio, no de fraccionamiento ni de cotos fufurufus-, escuché a un chavito preguntarle a la dependienta por la monografía de Vicente Ramón Guerrero Saldaña, conocido por la raza de educación básica como Vicente Guerrero, y cuando se lo entregó, aluciné, ahí estaba El Caudillo de la Independencia, con la misma imagen de mi época estudiantil, con vista de frente y perfil 3 cuartos, su clásico uniforme militar en azul con pechera roja con bordados fitomorfos dorados y botonadura dorada, los puños en fondo rojo bordados fitomorfos, charreteras doradas, fajilla azul, cinturón negro, ¡woooow! Se nota que el tiempo le hizo los mandados, a diferencia de a quien escribe este artículo.7

¡Más de 50 años de monografías escolares en México! ¿Y qué hemos aprendido? Que nuestros estudiantes siguen copiando y pegando de Wikipedia, pero ahora con mejor letra. Estas monografías, que en su momento fueron revolucionarias, hoy son como esos abuelos que te cuentan cómo era la vida antes de Internet: interesante, pero un poco desfasado. Aunque, claro, no podemos negar que fueron un primer paso para que los alumnos dejaran de escribir en piedra. Esas monografías eran el “Google de la época”, y es que, antes de la era digital, las y los estudiantes tenían que “peregrinar” de papelería en papelería para encontrar la información que ahora se obtiene en segundos. Las ilustraciones de las monografías eran el equivalente a los “memes” educativos de su tiempo, combinando información con imágenes que, aunque simples, eran efectivas para cumplir los caprichos académicos de la tirana guía de estudio del lacayo docente.

¿El siguiente paso? Quizás enseñarles a usar Google sin caer en el copy-paste compulsivo. ¡Eso sí sería un avance educativo! Lo que vale la pena reconocer y aunque les duela a los tecnófilos, las monografías, a pesar de su antigüedad, siguen siendo un símbolo de la resistencia del material físico frente a la avalancha digital.

jueves, 3 de abril de 2025

La aventura del mercado.



Cuenta el mito que deambulaba el filósofo por el típico mercado atascado de vendutas con sus cachivaches, montones de huaraches, el regateo de los clientes con los comerciantes, que enmudecieron al escuchar esa mítica frase que quienes hacemos la mimesis de lector de libros filosóficos acuñamos y atesoramos: “¡Cuántas cosas venden aquí que yo no necesito!”

Si, usté, después de leer esta frase, recuerda toda esa ropa en el closet o los utensilios de la cocina que hasta en el horno de la estufa se resguardan, no me culpe, es el efecto del filósofo, cuyo nombre omitiré para no cometer un error.

Pero, eso sí, ¡vaya que ir al mercado es como una aventura! Nada más que en lugar de dragones, te encuentras con fruteros que te miran como si fueras un espía intentando descubrir el secreto del tomate perfecto, encontrar la madurez del aguacate —¡Óigame, no lo magulle tanto que le va a causar un hematoma! —. Y luego, los vendedores de marisco, que te hablan de las delicias del pescado fresco como si estuvieran vendiendo el Santo Grial.

Pero, ¿sabes qué es lo mejor? Cuando te dicen que la lechuga es “orgánica” y tú te preguntas si antes era inorgánica, como si hubiera sido elaborada en una fábrica de ensaladas. ¡Es un espectáculo, te lo digo! Y al final, sales con una bolsa llena de verduras y la sensación de que has conquistado el mundo… o al menos, el mercado.

jueves, 27 de marzo de 2025

Entre la incertidumbre y la nostalgia.



He llegado a la edad laboral en que experimento esa especie de ocaso que imagino sienten las y los ancianos cuando sus conocidos se van extinguiendo, resulta que la mayoría de mis compañeros de empleo con los que era fácil identificarme a través de la charla divertida y chacotera ya se han jubilado, y los que ahora son mis actuales colegas, debido a la pinche brecha generacional, muchas de las veces como que se asustan de algunas de mis expresiones o actitudes, por ejemplo, las canciones que escucho como analgesia a las horas nalga “godín”, para ellos es música “oldies”, al hacer alusión a películas de Bruce Lee o Sean Connery, programas de televisión de la talla de The Joy of Painting de Bob Ross y la serie de Magnum, me miran como fenómeno de circo, es más, esto último para usted único lector, tal vez le parezca anticuado, pues ya es incorrecto exhibir en los pocos circos que quedan fenómenos, es más, es todo un fenómeno que existan los circos. 

¿A qué voy con todo este choro? Es simplemente para abordar lo que más me preocupa en últimas fechas. La jubilación. Sí, ya sé, parece algo lejano, pero es que en nuestro país es un tema complicado en el que, para retirarte del campo laboral con una remuneración periódica, se deben de cumplir ciertos requisitos de edad, tiempo de trabajo y aportes… ¡Es como si jugaras al Monopoly, pero en lugar de dados, utilizaras semanas cotizadas! Y el monto de la pensión… ¡Eso es todo un misterio! Depende del tiempo que hayas trabajado. Así que, si quieres una buena pensión, mejor no te jubiles demasiado pronto.

Ahora da la sensación de que el retiro se empieza a convertir en un juego de ruleta. Si quieres jubilarte con alguno de los sistemas de seguridad social, necesitas 1,250 semanas cotizadas a los 60 años, pero si tienes prisa por jugar al dominó con tus excolegas en el jardín, puedes hacerlo a los 55 con solo 500 semanas, pero no creo que te alcancen los centavos para comer frijoles diarios, ¡con lo caro que esta el kilo! Y si no estás seguro de qué hacer, siempre puedes esperar a los 65 y pedir la jubilación por vejez. Es como si te dijeran: “¡Tienes que trabajar mucho, pero no te preocupes, te daremos una pensión… si es que te queda algo de vida para disfrutarla!”. Y todo esto bajo un sistema de seguridad social, que es como el árbitro del juego. ¡Qué divertido es ser adulto y tener que planificar el retiro como si fuera un reality show!

Además, imagino que los políticos calculan sus cuentas igual de mal que la pensión de la abuela. ¿Cómo explicar que, después de trabajar toda una vida, la jubilación sea un lujo para pocos? ¡Por favor, que alguien influyente con el Creador me entregue un certificado de supervivencia para llegar a los 65!

jueves, 13 de marzo de 2025

La vida de un adulto.



A los 16 años, añoraba realizar el Servicio Militar Nacional, para obtener la media cartilla y poder ingresar a un titipuchal de sitios que los adultos entraban y salían como Juan por su casa -no voy a escribir los nombres de esos lugares, puede que alguno de mis escasos lectores se ofenda-; a los 25 años, ya quería tener la barba cerrada o que se me viera mínimo como de 4 días al estilo Indiana Jones. Hoy que tengo menos folículos en la mollera, me sale cabello en donde menos quiero, además, algunas partes del organismo se han vuelto independientes de mi cerebro, es por esto y otros detalles que he llegado a una conclusión: ser adulto es como jugar a un videojuego sin instrucciones. Te tiran al agua y esperan que nades. Y si no sabes nadar, bueno… eso es otro tema.

Pero en serio, ¿quién inventó esta cosa de ser adulto? ¿Quién dijo? Vamos a hacer que la gente se despierte todos los días a las 6 de la mañana -bueno, si es que antes la ganas de hacer pis no te pusieron en alerta-, para estar puntual a las 7 a trabajar, que pagues impuestos y en las pocas horas de ocio se desparrame en un sofá a ver Netflix sin terminar ningún capítulo porque ya te quedaste dormido. ¿Eso es vida?

Y no me digas que es para conseguir la estabilidad. La estabilidad es solo una palabra bonita para decir aburrimiento. Quiero emociones, quiero aventuras, quiero… bueno, quiero poder dormir hasta las 12 del mediodía sin que nadie me juzgue o exista algún compromiso doméstico que cumplir.

Pero no, la vida de un adulto funcional o no es así. Así que, si alguien necesita, estaré aquí, tratando de sobrevivir en este juego sin instrucciones. ¡Y si alguien encuentra el manual, por favor, compártalo!

jueves, 6 de marzo de 2025

Galimatías, no son las tías de Galia.


¡Vamos a hablar de idiomas! En la Edad Media, los ingleses que en aquellos tiempos les conocían como sajones, ¡hablaban francés! Sí, parece que los normandos les dijeron: “¡Hablemos un poco de inglés, pero con acento normando, por favor!” Y así, con el tiempo, se fue modificando hasta que ahora nuestros paisanos del norte intentan hablarlo sin que les salga un galimatías.

Y en España, ¡qué historia! Los reyes hablaban catalán-valenciano-mallorquín, como Carlos V, que no sabía decir “hola” en castellano. ¡Cómo lo iba a hablar, si era el idioma de los plebeyos y de los que no tenían título nobiliario! Pero nosotros tenemos suerte, nuestro español es fonético, ¡o sea, que si sabes cómo se escribe, sabes cómo se pronuncia! Bueno, casi siempre… Porque hay palabras que nos hacen trabucar la lengua, como mi abuela, que decía “juída” en lugar de “huida”. ¡Era un español antiguo, pero con sabor!

Y luego está la palabra que no quiero decir, la de la enfermedad que afecta la memoria… ¡Alzheimer! Pero yo, por miedo a regarla ante mis discípulos, pos, prefiero decir “El alemán”, ¡y suena hasta racista! Así que, si no sabes pronunciar el apellido de la presidenta Sheinbaum, no te preocupes, ¡tú no eres el único! ¡Ay, qué español más divertido tenemos!

jueves, 20 de febrero de 2025

¿Quién educa al pedagogo?


¡Ah, el pedagogo! Esa figura casi mítica que, armada con teorías educativas y un optimismo a prueba de bombas, se dedica a moldear las mentes del futuro. Pero, ¿quién ilumina el camino de estos guías de la enseñanza? ¿Quién les baja de la nube de ideas abstractas y les enfrenta a la cruda realidad de las aulas?

Podríamos pensar que son los libros, esos ladrillos llenos de sesudos análisis sobre teorías tan perfectas que no tienen aplicación en la realidad y las últimas tendencias en metodologías educativas. Pero, seamos sinceros, ¿cuántos pedagogos recuerdan algo de Comenio, Piaget, Montessori, Rousseau después de aprobar la asignatura? ¿O aplican realmente las teorías de Reggio Emilia en un aula con 50 adolescentes y recursos limitados?

No, amigos. La verdadera escuela del pedagogo es la vida misma. Es el diplomado intensivo que te da la experiencia, las y los estudiantes gritando, los padres quejándose y la burocracia asfixiante. Es el día a día en el que te das cuenta de que la teoría es muy bonita, pero la práctica es un campo de batalla donde sobreviven los más resilientes.

Y, por supuesto, no podemos olvidar a los verdaderos héroes anónimos de esta historia: el alumnado. Esos seres que, con su espontaneidad y falta de filtro, te desmontan cualquier esquema preconcebido. Te enseñan que cada uno es un mundo, que no hay fórmulas mágicas y que, a veces, la mejor lección es aprender a escuchar.

Así que, la próxima vez que veas a un pedagogo, no lo mires con condescendencia. Recuerda que detrás de esa fachada de experto en educación se esconde un superviviente que ha aprendido más de los errores que de los aciertos. Un tipo que, a pesar de todo, sigue creyendo en el poder de la educación para transformar el mundo. O al menos, para mantener a raya a un grupo de jóvenes hiperactivos durante una hora.

jueves, 6 de febrero de 2025

La filosofía en el aula.



Me siento responsable porque lo que voy a escribir, y además porque supuestamente antes de redactarlo lo estoy pensando, pero lo más apropiado es que justifique que lo aquí expuesto es producto de mis inseguridades y de nadie más, pues resulta que este martes inicie como hace varios semestres a impartir la asignatura de Filosofía en bachillerato, y como cada vez que la imparto, me llega la preocupación de que muchos estudiantes consideran que la filosofía no tiene relevancia práctica en sus vidas, prefiriendo materias que aborden temas más contemporáneos y aplicables a su realidad, aunado a ello, llegan a la asignatura sin una base adecuada, lo que dificulta su comprensión de conceptos abstractos y complejos.

Considerando que la generación actual está inmersa en una cultura visual que prioriza imágenes sobre argumentos lógicos, lo que tal vez reduzca algo de su capacidad para involucrarse en el pensamiento crítico y la reflexión filosófica. Aunado a eso, si estamos conscientes de que al leer mensajes de WhatsApp o ver una película con subtítulos, no significa que el alumnado tenga habilidades avanzadas de lectura y análisis que esta asignatura exige, se complica aún más su aprendizaje. Otra situación es que muchos de los jóvenes tienen la idea de que al cursarla exista la posibilidad de centrar los “aprendizajes” -sí, weee, entre comillas, pues esto es educación de pericos- en la memorización de datos y biografías de filósofos, en lugar de fomentar el debate crítico y la participación activa de los estudiantes.

La proliferación de tecnologías digitales ha cambiado la forma en que las y los estudiantes interactúan con el conocimiento, favoreciendo formatos más superficiales en lugar del análisis profundo requerido por esta asignatura. Y para colmo hemos intentado bajo la idea de fortalecer el proceso enseñanza-aprendizaje ofrecer una educación cómoda, donde la escuela se convierte en un entretenimiento y la profesión docente en animadores culturales que divierte al alumnado, quienes se desconectan de los temas filosóficos, pues suelen tener expectativas poco realistas sobre lo que en ella aprenderán, llevándolos a considerarla como una disciplina secundaria o irrelevante.

Me invade la ansiedad traicionera al conjugarla con las expectativas de querer inculcarles que la filosofía es el antídoto contra la fatalidad. Sí, esa fatalidad causada por la herencia intelectual visceral del patriarca ignorante a sus vástagos, razón por la cual es preciso decirles que el paso decisivo para empezar un proceso de emancipación intelectual es darse cuenta uno mismo de que existe una obligación moral en obtener conocimientos y la filosofía hace saltar estas barreras por los aires. La filosofía es lo más subversivo que hay.

jueves, 30 de enero de 2025

La herencia de una pandemia.


Estamos conscientes de que desigualdades hay en todas partes, y la educación no queda exenta, el año pasado nos sentimos bien orgullosos de que nuestra Alma Máter se encuentre entre las mejores universidades del país, que nuestros estudiantes del nivel medio superior resultaran ganadores en concursos nacionales. Historias que motivan e inspiran a quienes estudian y laboran en esta institución. Pero… no debemos olvidar que durante la pandemia nos dimos cuenta de que existían familias que contaban con computadora y otras que tuvieron que ir a comprarlas de segunda mano a las casas de empeño, sacarlas en abonos en alguna vampiresa tienda departamental con sus inquisidores intereses moratorios, también nos enteramos que hay jóvenes que contaban con internet en casa y otros que recurrían a las plazas, centros comerciales o de plano se colgaban del
 Wi-Fi del vecino, y lo más triste, que haya familias con un celular para todos, mientras en otras, hasta la mascota tiene. ¡Son abismos que aún existen!

¡Ahhh, pero eso sí! En las escuelas bien preocupados de que se utilizara de forma ética la IA -algo así como que no queremos que nos vean la cara-, sin antes enseñarles a nuestros discípulos las ventajas de su uso académico, mientras ellos la han aprendido a utilizar como algo banal. A estas alturas del siglo XXI, quienes ejercemos la docencia hemos aprendido a raíz de una pandemia, la diversificación de las técnicas de enseñanza, que existen centenares de materiales educativos gratuitos en línea con flexibilidad de horarios y espacio, el montón de libros digitales para enriquecer su formación, ¿y se los hemos compartidos? No, pues queremos continuar siendo los que saben, pues muy pendejamente, creemos que así tenemos la supremacía en el aula.

Estamos a días de iniciar un nuevo semestre, junto a nuestra computadora portátil y el montón de aburridas diapositivas en PowerPoint atiborradas de texto que en ella se incluye, nada más nos queda universalizar el acceso del alumnado a todas las herramientas que pululan en el ciberespacio, y concientizarnos de que las actuales generaciones son intolerantes a las llamadas de atención, sin una explicación previa. Si no olvidamos esto, lo más probable es que logremos hacer que este semestre sea igual o mucho mejor que el anterior.

jueves, 23 de enero de 2025

¡Viva la tristeza!



En esta semana de acuerdo a la tradición gringa ocurrió el Blue Monday (el lunes más triste o deprimente del año), según cálculos de Cliff Arnall, exprofesor del Centro de Aprendizaje de Lifelong, adjunto a la Universidad de Cardiff, en su ecuación conjuga: tiempo consumido en actividades de divertimento, tiempo consumido en relajación, tiempo consumido durmiendo, tiempo de viaje, dividido entre retrasos en las actividades cotidianas, es igual a tiempo gastado en un periodo de estrés, tiempo demorado en preparar un equipaje y el tiempo consumido en la preparación general.

Esta fecha se pone de manifiesto el tercer lunes de enero, debido a que las personas extrañan la alegría de la Navidad y su glamur, conjugado con lo frustrante que resulta no cumplir los propósitos de año nuevo, sumado a las deudas acumuladas en la inversión de comprar tantos regalos que sus familiares ni necesitaban, agréguenle que muchos a estas alturas ya nos acabamos el aguinaldo y la primera quincena de enero, pues como que resulta falto de motivación, y para colmo las próximas vacaciones son hasta…

Y para acentuar la tristeza, en tierras colimenses que con que el termómetro baje de 30 grados, pues nos da frío, entonces uno como que se agüita. Más, no hay porque sentirnos mal, la tristeza es muy importante y necesaria para el cuerpo, entonces, ¿dónde quedó toda esa sabiduría que nos fue inculcada a través de la industria Pixar con la película Intensamente (Inside Out)? Digo, si a los mexicanos este mismo estudio cinematográfico, nos arraigó la tradición de El Día de Muertos con la cinta Coco, que no nos haga pensar que llorar ayuda a tranquilizarnos y sentirnos más relajados.

Pero los guionistas de Intensamente no andan tan perdidos, pues de acuerdo con la ciencia, al terminar de llorar, nuestro cerebro expide endorfinas, que es un neurotransmisor que tranquiliza al organismo, imagino que por eso Agustín Lara, nuestro compositor más conocido por sus canciones llenas de tristeza y melancolía, inspiración de los intensos amoríos que tuvo, escribió: “Mi novia, es la tristeza, mi canto, lamento de amor”, irradiando el sufrimiento motivado por esas musas, que además de amarlo, lo odiaron también. Entonces, escaso y apreciado lector, que un tiznado día que se inventaron los vecinos del norte, con su parafernalia en redes sociales, no lo desanime. 

jueves, 16 de enero de 2025

Con temblor y con temor.



Estoy en las calles de mi entrañable colonia Magisterial. Por la Mariano Arista aún se conservan las casas del antiguo diseño con que este fraccionamiento inició. Juego con mis cuates de la infancia béisbol. La pelota es un balón playero sin aire y el bate un palo de escoba. Como siempre, Julio Covarrubias zangoloteándose para distraerme mientras le hago al pitcher Valenzuela. De pronto, el piso y quien firma lo que escribe, nos movemos como si fuéramos en los columpios del jardín de San Francisco de Almoloyan. Abro los ojos y débilmente el cerebro conecta con la realidad: estoy en cama el domingo 12 de enero de 2025, en medio de un sismo cuya intensidad es de 6.1; son las 2 con 32 minutos de la madrugada. No me levanto, escucho el crujir de la casa y como simple mamífero Homo sapiens, pienso que el lugar más seguro es ese cuarto, pues no colinda con ninguna planta alta que pueda caerle encima. Cuando me estoy metiendo debajo de la cama -sí, como simple sancho de chiste jocoso-, con el celular en la mano, deja de temblar. Experimento sentimientos de incertidumbre, temor e impotencia, pues las inclemencias de la Madre Naturaleza son muy ojetes.

Lo primero que hago es escribirle a mi persona favorita por WhatsApp: “¡Vaya temblor!”. A los 3 minutos recibo respuesta. Esto me causa una paz, al saber que está bien. Intento llamarle y no entra; es más, ni se escucha que timbre. Es cuando recibo la llamada de mi hermano. Mientras habló con él, reviso uno de los 8 grupos del guats en los que estoy, y el tipo que durante toda la madrugada del 1 de enero estuvo tiznando con las canciones de Peso Pluma y Bad Bunny, se queja de que por culpa de este fenómeno natural se le va a ir el sueño. ¡Ahora sí, cabrón, para que veas lo que se siente!

La más religiosa de mis contactos, nos envía una plegaria a San Felipe de Jesús, mientras otra comenta que ya revisó y ninguna de sus macetas se cayó, y en otros temblores donde los sobrevivientes se han quedado sin muebles, casas, llorando en la calle sin refugio, ¿también se preocuparan por el bienestar de las macetas? Hasta el momento que se publica este artículo ha temblado todo lo que tiembla. Estamos experimentando un cambio climático en la naturaleza, pero también lo que ha cambiado para depreciación de la sociedad es el clima humanitario. Aquí sí se viene un desastre arrollador como no le pongamos coto cuanto antes. La situación pinta color de hormiga, pero no se preocupen, ante tales actitudes La Pachamama, con una de sus sacudidas nos recuerda lo pequeñitos y débiles que somos.

Año nuevo… viejas promesas.


Cada vez que comienza un nuevo año, recuerdo con nostalgia una frase de Mafalda: “¡No podemos quejarnos! ¡El año que viene fue mucho mejor que este!” Joaquín Salvador Lavado Tejón, conocido como
 Quino, siempre logra mezclar humor y pesimismo en sus reflexiones. El 2024 ha llegado a su fin, y ahora nos enfrentamos a un 2025 lleno de incertidumbres, dudas y asombros por lo que está por venir. Con la imaginación y la ilusión de que este año será el que deseamos vivir, nos encontramos con la efímera naturaleza de esos propósitos, que pronto se asemejarán a una leyenda como El Yeti.

¡Maldito enero! Cada año es lo mismo; nos hace creer que comenzamos con una hoja en blanco donde escribiremos nuestras mejores intenciones. Justificamos este optimismo con la ingenua idea de que mejoraremos en todas las áreas y finalmente seremos las personas que deseamos ser. Sin embargo, a medida que avanza el calendario, nos damos cuenta de que seguimos siendo los mismos de siempre.

¿Para qué engañarnos con la escasa creatividad de nuestro cerebro al pensar que cambiaremos solo porque un nuevo calendario marca el inicio? Los cambios lunares, los nodos del karma y los cuatro eclipses no determinarán nuestro destino. Recuerde que el camino hacia el bienestar se bifurca entre las elecciones que haga: seguir la crítica ruta capitalista u optar por la comodidad hippie.