Pero, la verdad no sé si escribir sobre ello, y es que siempre que alguien sobresale o tiene éxito, debemos acompañar la historia con algún tipo de infortunio, para que la envidia disculpe el triunfo, y este extraordinario suceso no creo que haya surgido a partir de alguna desgracia, considero que surge de oponerse a la indecencia siendo sensato. Resulta que el viernes pasado, por una hermosa causalidad del destino, al pasar por la Facultad de Psicología, enfrente de su auditorio observó unas mesas con golosinas y dulces, entre los que sobresale una exquisita cocada picuda etiquetada con el precio de $3.00 pesos, una vez que la tomo, noto que no había a quien pagarle, entonces descubro a 2 jóvenes que charlaban sentados en la escalinata, y les preguntó a quién se la puedo pagar, uno de ellos me indica que en el bolso de tela que se encuentra a un lado de estas deje el dinero, y si ocupo cambio de ahí mismo lo tome.
¡Qué confianza tan inocente! Tal vez para algunos la acción sería clasificada en estos tiempos como de inocente, casi, casi, cayendo en la estupidez. Pero no, se trata de un sano ejercicio ético que a muchos nos hace falta practicar, o sea, este sí que resulta un emprendedurismo moralizante y alentador de que los habitantes de este planeta no somos tan malaondes como aparentamos, que todavía nos queda honradez.
Lo que supe es que esta tiendita tiene el fin de generar dividendos a favor del estudiantado para cubrir sus necesidades a corto plazo y al mismo tiempo fomentar el valor de la honestidad con lo cual se afianza la confianza y el respeto entre ellos, esto me remite a una frase del gran filósofo Fernando Savater: “No hay asignaturas específicamente ‘humanistas’ sino un modo humanista de enseñar las asignaturas. Por eso lo importante es que sea humanista el maestro, no la materia que enseña”.
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