Quienes si están pa’l traste, son aquellos que tienen que explicar el significado de su nombre, y a veces sin que nadie les pregunte, ¡en serio, madres y padres, ellos qué culpas tuvieron de que ustedes se quisieran ver bien cultos o internacionales! También abundan quienes necesitan un “abstract” para nombrarlos y mención aparte los que hasta subtítulos requerimos para comprender cómo nos dijeron que se llamaban. Otra situación lamentable es la de quienes prefieren que les llamen por su apodo que, por su nombre, la verdad, ahí sí que está bien canijo.
Es que ponerse de acuerdo tanto mamá como papá para designarle un nombre a sus futuros bebés es una difícil tarea, imagino que por eso gobiernos de países como Dinamarca, que limita a los padres a que se sujeten a una lista de 24 mil nombres para llamar así a sus criaturitas; por su parte Islandia y Alemania los hace apegarse a cumplir con ciertas normas gramaticales y de género con tal de evitar que en un futuro un nombre se vuelva bullying; mientras que en Japón y China intervienen cuando consideran nombres inapropiados.
Con lo anterior no estoy sugiriendo que se formalicen los nombres, simplemente que los padres reflexionen de manera profunda sobre el nombre que pondrán a su retoño, pues van a cargar con él toda su vida, y no tengan que titubear e incluso a transpirar cuando alguien les pregunte, ¿y tú… cómo te llamas?
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