Casi me atrevo a asegurar que la infancia actual desconoce ese fino polvo de color café que proviene de tostar el maíz, molerlo con canela, su azuquíta y obtener como resultado el pinole, del náhuatl pinolli -cuyo significado es harina de maíz-, alimento de origen prehispánico que fue convertido en golosina por las señoras de mi época con tal de tranquilizar a la inquieta chamacada. Recuerdo esperar con muchas ganas el novenario a la Virgen de La Salud o el de la Virgen de Guadalupe, pues era el momento en que mi abuela materna me enviaba al molino -que por cierto ya quedan muy pocos en la ciudad-, para que nos hicieran pinole. Una particularidad común era cuando regresaba con el balde repleto del polvo exquisito, mi abuela pedía que le silbara y así descubrir si le había entrado a saborearlo antes que todos, pues como ustedes saben, “no se puede silbar y comer pinole al mismo tiempo”.
En casa solíamos disfrutarlo con agua caliente, así como si fuera un chocolatito, acompañado de su pieza de pan – ¡atáscate que hay lodo! -, a quien firma lo que escribe le encantaba elaborar una pinolbanana, la cual consistía en cubrir completamente de pinole un plátano sin cascara y comerlo con leche bronca, lácteo que en nuestros días ya no lo encuentras ni en botica y, que fue la bebida de varios que hoy ya son adultos, pero si la hubiera, lo más seguro es que le pondrían más de tres sellos de advertencias, esos ojetes octágonos negros que aparecen en varios productos, menos en las bebidas alcohólicas; por cierto, en Wikipedia afirman que nuestro pinole tiene un sabor a palomitas con caramelo, pero la neta no, sabe a paraíso, es más, si las hadas de Peter Pan arrojan polvo para hacer volar a otros, nuestros cheneques liberan pinole para deleite de los mexicanos.
Gracias a nuestro ingenio y modo tan dicharachero de hablar, es que hemos acuñado esos refranes, que a veces recurrimos como respuesta rápida y abrupta que evidencia una actitud y deja perpleja, casi sin capacidad de reacción al individuo que se les dice, y el citado polvo mágico sabrosón razón de este texto, pues también inspira unos cuantos, entre ellos se encuentran: “el que tiene más saliva, traga más pinole”, es decir, quien posee más habilidades obtendrá mayor ventaja sobre los demás; en un son cubano de Miguel Matamoros, se incluye el refrán, “el que siembra su maíz que se coma su pinole”, o sea, el karma existe, pues si hiciste algo con malaondes, lo más probable es que se te regrese. Ya para finalizar, la memoria miope trae ese de “¡con tan poquito pinole te da tos!” Dedicado a todos esos exagerados que nos hemos topado por ahí.