Se acerca la fecha para elegir a quienes nos gobernaran y legislaran, pero lamentablemente cuanto más se avecina el día de la votación, como que los candidatos hacen lo posible en autodesprestigiarse; mi madre decía que para ser político, únicamente debes dejarte humillar por unos meses y luego te desquitarás humillando a los demás por varios años; los teléfonos no dejan de tiznar con sus pinches encuestas, quien firma lo que escribe, esta vez decidió no contestar a ninguna a menos que se ofrezcan a pagarme mínimo un mes del recibo de telefonía. Es que no marchen, nosotros somos la materia prima con la que ellos cobran enormes cantidades y, además de quitarnos el tiempo – ¡sacarnos todo enjabonados de la regadera pa´contestar! -, ni siquiera nos van a hacer coparticipes de sus ganancias, si saben contar ojetes, pos… no cuenten conmigo.
Esta vez quienes se candidatean parecen sacados de aquel antiguo programa televisivo que se llamaba “Visitando a las estrellas”, pues un enorme desfile de luminarias del medio artístico pretenden ganar puestos de elección popular, recurriendo a slogan que tienen que ver con alguna de sus supuestos chismes de esos que salen en el TVNotas y que los han mantenido vigentes en la atención pública, a tal grado de que si ese programa se retrasmitiera ahora se llamaría “Estrellando a las visitas”; mientras los políticos de siempre, pues se la pasan ya sea haciendo chapulinadas, empleando lenguaje verbal y escrito que avergonzaría a Arturo Pérez-Reverte, además de realizar aquello a lo que Bob Pop en el 2019 bautizó como erotismo y pornografía política, entendiendo como erotismo esas frases y poses seductoras que deberían de acuñar más simpatizantes y como pornografía a la actitud explicita de denotar capacidades y potencialidades que enerven neuronas hasta volver como diría Lou Reed, “Walk on the Wild Side”.
Seguir escuchando promesas de campaña, es como la carta al Niño Dios que los niños elaboran en épocas navideñas, sabemos que no todo lo que se pide se los va a traer, igual las promesas, de todas las que nos enlisten nuestros candidatos, tal vez una sí que se cumpla, no hay que olvidar que cuando prometemos algo, tenemos el sueño guajiro de a futuro pueque a lo mejor seamos esas personas que las cumplirán, pero nanay como dicen los españoles, y, por cierto, ya que hago alusión a los gachupines, el escritor venezolano Carlos Rangel, en su libro “Del buen salvaje al buen revolucionario”, dice qué poco se le puede pedir a sociedades que provenimos de indígenas violadas por españoles mediocres cuya única aspiración era venir a América, saquear e irse, legado que hasta la fecha seguimos tolerando, gente que desea ocupar un puesto en el poder, saquear y largarse, entonces uno se pregunta: ¿Por quién votar?